Capítulo 15
Se
nos venían tiempos difíciles, saber sobre el embarazo de Renata y a pesar de mi
felicidad inicial, sabía que nos traería muchísimos problemas, sobre todo
teniendo el juicio de su divorcio y maltrato encima.
Había
que ocultarlo un par semanas, hasta que ya fuese notorio, solo para ahorrarle el
mal momento de la prueba de paternidad. Yo no tenía dudas de que ese niño era
mío, nunca las tuve. Cuando el doctor quien no dejo de mirar con otros ojos a
mi mujer confirmo sus cinco semanas. Cinco semanas que mi hijo estaba creciendo
en ella, en la mujer que amaba.
Moría
de ganas de llamar a mi padre y contarle tan buena noticia pero sabía que aún
no era momento. No hasta que ella estuviera segura.
Hacia
una semana que la habían dado de alta de la clínica, hacia una semana que todas
las noches estaba a mi lado. Por más que mi Abu quisiera que la dejara sola en
las noches para descansar no podía y sabía que ella tampoco quería. Aunque no
me lo dijera, simplemente se acurrucaba en mi pecho hasta dormirse.
Había
hablado con dos abogados que me asesorarían en esta travesía que era la más
importante de mi vida. Solo con el maltrato ya teníamos varios puntos ganados.
Lo mínimo que haríamos sería fundirlo en la cárcel, eso era lo mínimo que se merecía
el desgraciado al levantarle la mano a una mujer.
- ¿Cómo te sientes amor? – pregunte al
verla bajar.
- Aburrida – dijo y se encamino hacia la
cocina.
Me
pare de inmediato y salí tras de ella. Si me decía que estaba aburrida tenía
que remediarlo, aun que habían cosas para las que aún no estaba preparada
siempre si podíamos pasar la tarde en algún parque.
Al
entrar en la cocina vi cómo se servía un vaso de zumo de manzana del cual se
había vuelto adicta.
- ¿Qué quieres hacer? – le pregunte
sentándome a su lado
- No lo sé. – Se alzó de hombros –
Podríamos… - se sonrojo – No olvídalo
-
Vamos gordita dime que podemos hacer – alce una ceja – ¿Qué quieres hacer?
- ¡No me vuelvas a decir gordita! – Se bajó rápidamente huyendo
hacia la habitación - ¡Tú tienes la culpa!
- Lo siento mi amor. – Dije arrepentido -
¡AMOR!
El
llame más de una vez, pero nada. La había jodido, estaba furiosa. Cuando iba
subiendo las escaleras para pedirle disculpas el mi móvil sonó en el comedor y
supe que tenía que volver a trabajar.
- Lackington –
- Sr Lackington. Soy Max Garrido, abogado
del señor Omalei. – saludo muy cordial
- Buenas tardes – dije seco. Si me
llamaba el abogado del desgraciado era para algo serio - ¿En que lo puedo
ayudar?
- Como bien lo sabe, mi cliente tiene una
reputación que cuidar. Es un prestigioso medico cardiólogo y todo este asunto
con su esposa solo lo está perjudicando. Aun no nos otorgan la libertad bajo
fianza. Podemos resolver el tema del divorcio y dejar la demanda por maltrato
olvidada. Sera generoso con su clienta en una indemnización
- ¿Perjudicando? ¿Indemnización? – Dije
incrédulo en sus palabras – El divorció es lo que menos nos importa a mi
clienta y a mí, queremos que pague con cárcel el atrevimiento de levantarle la
mano a una mujer, sin quitar responsabilidad en el aborto que esto le causo. No
se arreglan las cosas con dinero Abogado.
- Trate de hacer las cosas por las
buenas. Dígale a su clienta lo que ofrecemos. No tiene por donde ganarnos. El
divorcio será un hecho cuando mostremos las pruebas que tenemos. Pregúntele a
su clienta si ha sido sincera con usted y le ha contado todo lo que ha hecho en
estos años.
- Mi clienta ha sido totalmente sincera
conmigo. Abogado si no necesita nada mas esta conversación no tiene sentido.
- Hágale llegar el mensaje a la señora
Omalei. Dígale que tiene mucho que perder.
- Se lo hare saber, pero usted dígale al
señor Omalei que no piense que esto le costara un par de euros y ya, no
abogado. Pasará un par de años en prisión por lo que hizo
- ¿Y lo que la señora hizo? Nos vemos el
juicio.
Sin
despedirme sin siquiera mostrar un mínimo de educación corte la llamada.
Ofuscado lance el móvil contra la mesa, estaba muy claro que este caso nos
traería muchos dolores de cabeza. Pero hay cosas que nunca se van de mi cabeza.
Por
hoy dejaría todo tal y como estaba. Aun en contra de la voluntad de Renata
había mandado a periciar su correo electrónico. Necesitaba contar con esos mail
que él le envió cuando ella estaba en Chile. Todo me servía como prueba,
teníamos de testigo el medico que la atendió en la urgencia, teníamos al chofer
que también sería un apoyo. No tenía por donde ganarnos.
Solo
era cosa de esperar, esperar un mes. En un mes esto estaría resuelto y nos
podríamos volver a nuestra casa. A seguir con nuestras vidas, a ver crecer a
nuestro hijo
-
¿Aun estas enojada? – pregunte al abrir la puerta de la habitación y verla
recostada con solo una polera y bragas mirando la televisión. Se veía
completamente sexy. Su abdomen que hasta ahora era plano, me incitaba a
besarlo, sus labios entre abiertos. Eran señales directas a solo una parte de
mi cuerpo que no era precisamente mi corazón, porque ese ya era de ella. Ya lo tenía
ella.
- Si – solo se limitó a decir sin
siquiera despegar sus ojos de la televisión
- ¿Qué puedo hacer para que se te pase? –
pregunte sentándome a su lado en la cama, solo haciendo que ella se alejara de
mi
- Nada – hizo el amago de salirse de la
cama pero fui más rápido y la tome por la cintura tirándola hacia mí.
- Vamos amor – dije mordisqueando su
hombro – Solo manda
- Déjame – dijo tratando de salir de mi
lado – No quiero que me toques. ¡Estoy gorda!
- No fue lo que quise decir. Era una
manera cariñosa de tratarte. No estas gorda mi vida
-
No tiene nada de cariñoso decirle a una mujer embarazada que esta gorda. Me
basta con saber que estaré como una bola durante los próximos nueve meses
- Aunque seas la mujer más gorda del
planeta – le bese el hombro – Nunca dejaras de excitarme de la manera en que lo
haces. – La recosté en la cama y me puse bajo ella – No pienses cosas que no
son mi amor. Estas en el estado más hermoso de la vida, mi amor estas dando
vida. Deja tus pensamientos tontos y bésame
Sin
pensarlo dos veces se lanzó sobre mis labios, nos degustamos uno al otro. El
momento era mágico, volver a sentirla estremecerse bajo mis caricias, bajo mi
cuerpo me volvía loco, completamente loco. Contenerme a no ser salvaje, no
podía dejarme llevar por las pasiones aún estaba delicada y tenía a mi bebé
dentro de ella.
- ¡ah! – exclamo Renata cuando lentamente
me hundí en ella. – Te extrañaba – Dijo
en un susurro, aun con la respiración entre cortada
- Y yo a ti amor, y yo a ti – volví a
capturar su boca con la mía.
Hacer
el amor con la mujer que uno ama siempre es un momento mágico, aun mas sabiendo
que ahora seria para siempre, nada nos podía separar, ni mucho menos nadie. Estábamos
a meses de formar nuestra familia, dejaríamos de ser dos para ser tres. Era
increíble sentirla tan mía, cuando hace unas semanas veía todo perdido
nuevamente.
Nos
quedamos el resto del día así, dedicándonos caricias y saciando nuestros
cuerpos. Completándonos el alma. Renata era la mujer que quería tener para
siempre así.
En
ese momento comprendí que durante casi seis años de mi vida, había esperado
volver a encontrarme con esa mujer que una vez siendo aún un adolescente me hizo
sentir hombre. Aquel ángel rubio que conocí en esta misma ciudad, me había
marcado más de lo que quería admitirme a mí mismo, me engañe durante años
pensando que podía olvidarla o sentir lo mismo que con ella.
- ¿En qué piensas? – Pregunto Renata
desviando la mirada de la televisión – Estas muy callado
- ¿Recuerdas el día que nos conocimos? –
- Eras un bebé cuando te conocí – dijo
acomodando su cuerpo sobre el mío – Aun recuerdo cuando papá me llevo a ver a
Tía Renata. Eras como un muñeco.
- Sabes que no me refiero a eso – le dije
acariciando su espalda desnuda - ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos acá?
- Si, fue en un bar. – Apoyo su cabeza en
mi pecho – Fue en mi despedida de soltera – susurro – Con mis amigas nos
propusimos salir aun cuando… - se callo
- ¿Tu despedida de solteras? – reí
- Si, Ernesto no quería que hiciera nada
ese día. – Beso mi pecho – En contra de su voluntad salimos con las chicas.
Recuerdo que tú estabas con los chicos y nos miramos por un momento, luego
llegaste a mí y bailamos.
- ¡Me sedujiste! – Reí – Terminamos
cogiendo
- Tú me sedujiste a mí. ¿Quién dijo
vámonos? – volví a reír
- Si mal no lo recuerdo fuiste tú – la
bese – Yo dije que fuéramos a un hotel. No tenía departamento, estábamos en
casa de mi Abu
- Lo sé, días después de nuestro primer
encuentro fui a visitarla, y me comento que habías estado con unos amigos.
- Lo que quería decirte es que… -
- ¿A dónde vas? – pregunto cuando la
acomode en la cama y me puse de pie.
Rápidamente
me cubrí mi desnudes con el pantalón de pijama y aun descalzo baje las
escaleras, a lo lejos podía escuchar a Renata preguntando donde iba.
Volví
a la habitación trayendo conmigo la computadora. Apoye mi espalda contra el
respaldo de nuestra cama. Renata se había puesto una de mis pocas sudaderas que
tenía, eso debido a que la mayor parte del tiempo ando con camisa.
Sus
hermosas piernas entrelazadas con las mías y su cabeza apoyada en mi pecho,
mirando fijamente lo que buscaba
- El día que te vi en el bar no era la
primera vez… - susurre besando su pecho cuando ya había dado con aquella imagen
que guardaba tan sagradamente durante años.
- ¿Cómo así? – pregunto antes de que
hiciera doble clic en el archivo
- Te vi en un parque. – confesé
- ¿A si? - alzo una ceja - ¡Que mentiroso! – río
- Esta es la prueba –
La
pantalla se ilumino con ese retrato que poseí de ella.
- Soy yo – susurro – Es verdad
- Todo lo que te digo es verdad Renata.
Eres tú. Aun en ese momento me volvías loco
- ¿Y al guardaste todos estos años?
- Claro que sí. La miraba y recordaba
nuestros encuentros
- Yo solo los tenía dentro de mi mente –
cerro la computadora – Y ahora te tengo para recordármelos
- Siempre mi amor, cada segundo de mi
vida.
Cuando
estábamos profundizando nuestro beso, y ya no teníamos el control de nuestras
manos. Golpearon la puerta de la habitación.
Ambos
nos miramos y nos reímos a carcajadas.
- Es tu Abu – dijo Renata acomodándose la
ropa y buscando el pantalón de su pijama.
- Lo sé. – y me puse de pie.
Camine
a la puerta dándole el tiempo necesario para que se acomodase todo en su lugar.
- ¡Hola! – dijo mi Abu muy sonriente al
otro lado de la puerta
- Hola Abu – le dije invitándola a pasar
- ¡Hola! – Dijo mi amor saliendo del baño
- ¿Cómo está?
- Bien hija. ¿Y ustedes? ¿Ya cenaron? –
- No Abu aun no – dije encaminándome al
baño - ¿Y si vamos a comer a un restaurant?
- ¡Ay! Que buena idea, si me gusta. –
dijo Renata dando saltitos como si fuese una niña chica
-
Viendo a Renata de esa manera imposible decir que no – río mi Abu. – Me iré a
cambiar mientras ustedes hacen lo mismo.
- No tardaremos nada - prometió Renata entrando al baño
- Hijo – me llamo mi Abu - ¿Todo bien?
- Mejor que nunca – me acerque a ella y
la abrace – Mejor que nunca y más feliz que nunca
- Llama a tus padres y dales la noticia –
me sugirió
- No quiero que sea de esa manera, me
gustaría que vinieran –
- ¿No los has llamado? –
- No –
- Vienen para el juicio en dos semanas
los tendrás acá
- Ese será el momento de contarles –
- Estará la casa llena de gente, como
hace mucho no lo estaba – dijo sonriente soltando el abrazo – Y lo mejor de
todo es que vienen todos
- ¿Todos? – alce una ceja
- Tus suegros – sonrió – Tus padres, tus
hermanos. Tu cuñado
- ¡Wooow! – Dije feliz por la noticia –
Es genial. A Renata le hará bien sentir todo nuestro apoyo. Ve a cambiarte Abu
- Vale, ya entendí. – Salió carcajeando
de la habitación – Quieres ir a ayudar a tu mujer ¡Pillo!
Sin
dejarla decir nada más volví mi camino hacia la ducha donde mi mujer me
esperaba.
***
Faltaban
tres días para el juicio y Renata andaba con un humor insoportable, cada vez
que le tocaba el tema de si necesitaba saber algo más antes de eso terminaba
enojándose y mandándome a la mierda.
Esta
tarde llegaban nuestras familias, la casa ya estaba preparada para esperarlos.
Nosotros estábamos más que preparados.
Aún
faltaba una semana para que me entregaran los registros de su correo
electrónicos, eso era una de las cosas que más me importaban, y por algo Renata
no me lo quería contar.
Estaba
preparado para cualquier cosa.
- Esta todo listo para cuando lleguen tus
padres – me dijo animada Renata sacándome de mis pensamientos
- Tus suegros, y mis suegros – me burle
aun que era algo que ella ya sabía. A penas todo esto terminara nos casaríamos.
- ¿Les quieres contar verdad? –
- Esta misma noche amor. – Le estire la
mano para poder sentarla en mis brazos, como tanto me gustaba – Estoy ansioso
por contarles mi dicha
- Creo que aún es muy pronto. – dijo al
momento que se colocaba a horcajadas sobre mí. – Recién el domingo cumplo las
ocho semanas
- ¿Y eso que? – pregunte descansando mi
mano sobre su vientre plano. – Es una realidad que está aquí dentro, ¿No es así
bebé?
- No quiero que se lo cuentes – dijo buscando
mi mirada - ¿Podemos esperar?
- Amor es un hecho que mi hijo – alzo una
ceja – O hija – aclare – Crece dentro de ti. No veo porque no podemos contarlo
- Quiero esperar hasta después del juicio
–
- ¿Por qué? –
- Solo quiero esperar –
- Es solo nuestra familia. Nadie más lo sabrá,
es importante que ellos estén al tanto y tan felices como nosotros.
- Ya sé que no te podré hacer cambiar de
opinión – dijo buscando mis labios – Sera como tú quieras amor.
- ¿Me llamaste amor? – pregunte asombrado
de sus palabras, era la primera vez que ella me llamaba de una manera tan
cariñosa. ¡Soy su amor!
- No te gusta – susurro - No lo volveré a hacer –
- Claro que me gusta, me encanta mi amor.
Es que es la primera vez, cariño. Te amo y creo que es imposible amarte más.
- ¡Par de tortolos! –
Ambos giramos a ver quién era quien nos llamaba de esa manera, y mi sonrisa fue completa cuando parado en el canto de la puerta estaba la figura de mi padre. Renata escondió su hermoso rostro en el espacio de mi cuello.
- ¡Papá! – dije con la alegría que
contenía en este momento. - ¿No llegabais esta tarde?
- ¡Sorpresa! – Grito mi madre saliendo de
tras de él.
Como
si fuese un reflejo me puse de pie aun con Renata entre mis brazos. Y camine
hacia mis padres.
- ¡bájame Thiago! – chillo en mi oído. -
¡Por favor!
La
puse en el piso y le tome bien firme su mano, como si temiera que fuera a
correr lejos de mí.
Llegue
al lado de mi padre y lo abrace. Renata hizo lo mismo entre los brazos de mi
madre. Y sentía como mi corazón se llenaba aún más de alegría al verlas tan
unidas. Y luego ambos abrazamos al pequeño Ian.
- ¡Oh! Hija no sabes lo feliz que me hace
saber que están bien. Y lo más importante juntos – decía entre lloriqueos mi madre – Estas
preciosa
- Tía. – Susurro Mi Renata – Que emoción
tenerlos acá
- Hijo – me dijo mi padre palmeando más
fuerte mi espalda – La haz cuidado muy bien. Estoy orgulloso de ti
- Es la mujer que amo, como no iba a
hacerlo –
Era
el momento donde me tocaba intercambiar parejas y era el momento de los besos y
abrazos de mi madre.
- Tus padres llegan en un par de horas,
no encontramos vuelo todos juntos – dijo mi madre una vez que ya estábamos
instalados en la sala. - ¿Y Victoria?
- Jugando canasta con sus amigas – dijo
Renata quien ya se sabía todos los horarios y cosas que hacia mi Abu – Dijo que
llegaría a las cinco. Se suponía que iría con nosotros a buscarlos al
aeropuerto
- Mi madre no cambia, tiene casi ochenta
años y aún sigue saliendo sola. – acoto mi padre.
- Victoria tiene mucha vitalidad. – Dijo
sonriente mi madre – Pero se va con nosotros de vuelta.
- Renata. – La llamo mi padre – Mi amor
llevamos años tratando de hacer eso y sabes que no lo hemos logrado.- aclaro –
Ni el embarazo de Dani lo consiguió
- Tal vez ahora si – dije muy seguro de
querer contarles en ese momento
- Thiago…- llamo mi atención Mi Renata.
- ¿Por qué ahora sí? – dijo mi mamá
- No sé de lo que habla Thiago – aclaro
mi Renata - ¿Quieren cenar acá o salimos a otro lugar?
- Es mejor que preparemos algo aquí. Tus
padres también llegaran cansados corazón. Creo que es mejor que guardemos la
salida a cenar y hoy preparemos algo.
- Pero mamá. – Reclame – Mejor vamos
afuera
- Ya dije que no y si a Renata no le
importa –
- Claro que no tía – dijo sonriente – Yo
en un momento me pongo a preparar algo rico para comer y esperar a mis padres
- Mientras las mujeres preparan la cena –
aclaro mi padre poniéndose de pie – Tú me pones al día con algunas cosas
- Bien – dijo mi madre siguiendo a mi
padre – Vamos a alimentar a nuestros hombres
Ian
que se había mantenido en silencio todo este tiempo decidió que era el momento
para intervenir en la conversación
- Todos tienen algo que hacer menos yo –
dijo reclamando - ¿Puedo llamar a mi Abu para decirle que ya estoy aquí?
- Ve a ver la televisión – dijo mi madre
- No quiero – frunció el ceño
- Ian quieres acompañarme a mi cuarto –
le dijo Renata
- ¿Para qué? – Pregunto enojado – Tú eres
la novia de mi hermano
- ¿Pero no podemos ser amigos? – Le
pregunto poniéndose a su altura – Seamos amigos Ian.
- Enano – me puse a su altura también -
¿Estas molesto?
- ¡Claro! – Grito poniéndose a la
defensiva - ¡Era mi novia!
Todos
los presentes nos reímos de sus
ocurrencias, a los seis años estaba con un ataque de celos, no lo culpaba.
Claramente Renata era una mujer hermosa, hermosa para mí.
- Ian – lo regaño mi madre – Eres un niño
- ¡Ya lo sé! –
- Ven Ian acompáñame –
- ¿Pero son novios? – pregunto mirándome
a mi
- No – dijo Renata – No somos novios.
- Esta bien te acompaño – le tendió la
mano y la siguió escaleras arriba
Con
mis padres nos quedamos mirando unos segundos y nos lanzamos a reír.
Pasamos
con mi padre al despacho improvisado que tenía, y comenzó con las preguntas de cómo
estaba todo para el juicio. No podía engañarlo, no a él. Por lo que fui lo
suficientemente honesto en todo lo que teníamos y todo lo que ganábamos a su
vez le comente de la llamada del abogado del idiota.
Los
dos quedamos igual de perdidos con esa llamada, no sabíamos a que se refería.
Por lo menos Benjamín Lackington me dejo claro que el caso estaba ganado y que
estaría divorciada rápidamente de eso no cabía la menor duda.
Los
padres de Renata llegaron a la hora que estaba prevista, fuimos por ellos al
aeropuerto, la sonrisa y la felicidad de mi mujer no tenía límites en ese
momento y me encantaba verla de esa manera.
Durante
la cena tratamos de sacarle a Ian que habían hecho en la habitación con Renata
pero no nos quiso contar nada. Es un
secreto que me contó Renata. ¿Qué secreto podía contarle a un niño? Tal vez
le había dicho lo del bebé. O le había entregado el juego que le habíamos
comprado hace unos días. ¿Pero si se lo hubiera entregado estaría con él?
Gabriel
y Magda no había querido dejar a Cota con Carol solas, la niña era un verdadero
amor. En brazos de mi mujer se veía guapísima y mis ansias por verla con
nuestro hijo eran mucho más grandes que antes.
Era
el momento de decirles abiertamente que dentro de unos meses habría otro bebe
dando la guerra.
- Familia – dije poniéndome de pie
tomando la mano de mi mujer
- Thiago… - llamo nuevamente mi atención
Renata –Aun no – susurro
Me
baje a su altura y le bese los labios, unos suaves toques para dejarle claro
que no me iba a detener
- Es una alegría un poco ácida que
estemos todos aquí – aclare mi garganta – Como todos saben o tal vez no – dije
mirando a Cota – Hace unos meses que con Renata tenemos una relación. – pude
ver el sonrojo de Renata y como apretó aún más nuestras manos – La noticia que
les tenemos que dar son más bien dos.
- ¿Qué pasa hija? – le dijo Magda con una
severa preocupación
- ¡Le fuiste infiel a Ernesto! – exclamo sorprendida
Cota, molestándome en ese momento. - ¡No eres tan perfecta! – se burlo
- Carol – dijeron todos al unísono
- Como les decía, son dos cosas las que
tenemos que comunicarles y las que nos tienen muy felices. Dentro de a lo mucho
dos meses seremos oficialmente familia
Un
gran Ohm se escuchó tomándolos por sorpresa a todos
- ¿Dos meses? – Pregunto Cota – Pero si aún
estas casada Renata – dijo con sarcasmo.
Ignorando
sus palabras me decidí a continuar, nadie de nuestra familia juzgaría nuestros
actos, porque sabían todo lo que ella había pasado. Cosa que aun Cota ignoraba
por petición estricta de Renata
- Si Cota – aclare – En dos meses nos
casamos – desvié mi mirada para ver a Ian quien le tomaba la otra mano a Renata
y sonreía – Y dentro de 7 meses tendrán a un nieto. – Mire a mi madre – O una
nieta
- ¡Felicidades! – Grito muy feliz Ian
sorprendiéndonos a todos - ¡Fui el primero en saber! – y le puso la mano en el
vientre a Renata
- ¿Es verdad? – pregunto Gabriel llegando
al lado de su hija quien automáticamente se puso de pie y asintió con la
cabeza. – Felicidades princesa. ¡Qué alegría me da!
- Nata seremos abuelos por partida doble
– dijo mi padre abrazando a mi madre – Nos crece la familia.
- Sí que te la tenías escondida hermanita
– dijo Cota y pude sentir el sarcasmo de su voz, acunando en sus brazos a Carol
se puso de pie y antes de salir del comedor dijo – Pequeña acabas de dejar de
ser la favorita
- Por favor ignoren a Constanza – dijo
Magda - ¿Cuánto tienes cariño?
- En unos días cumplo 8 semanas
- Serán una hermosa familia -