martes, 30 de diciembre de 2014

#30 Caminos Inesperados

Capítulo 30

Escuchaba una y mil veces los mensajes que Thiago me había dejado en el móvil, y se me partía el corazón. Estaba en el aeropuerto, estaba esperando un taxi que me llevara a casa de
Victoria. Era la única en quien podía confiar, era la única que me podía ayudar. Dejar a mi hijo y a mi marido solos era un golpe duro. Mis amores me iban a necesitar, mi bebe estaba en casa, estaba bien. Le habían dado el alta y yo, y yo no estaba con él. ¿Quién le iba a dar de comer? ¿Quién se iba a preocupar de que todo estuviera bien?

Confiaba en Thiago, pero no sería completamente capaz de cuidarlo, el necesitaba ser cuidado también. Dios me debía perdonar por esta locura que estaba haciendo. Dios debía perdonar a mi hermana por ponerme en este lugar, esta situación tan difícil.

      - Llegue - fue lo único que dije cuando Cota me contesto el móvil después de muchas insistencias
      - Gracias hermana. Por favor ven por mí. Tengo miedo - lloraba
      - Dejare mis cosas en un hotel y voy - mentí - Cota necesito que estés lista, debo volver de inmediato. Tengo un hijo y un marido esperando por mí
      - Lo sé, yo también quiero ver a mi hija, la extraño mucho
      - Ya estarás con ella pronto. No prepares ni siquiera una maleta, nos vamos así. Cota quiero irme ya
      - Yo también, ven pronto

Corte la llamada y espere otros quince minutos más, hasta que por fin llego el taxi y casi una hora después entraba en casa de Victoria. Quien con una cara de no poder creerlo que me encontraba aquí

      - Cuando me llamaste no podía creer que fuera verdad - dijo asombrada - ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Thiago y Adam?
      - En casa. Vine por Cota
      - ¿Tu hermana loca?
      - Él la está golpeando, está haciendo lo mismo que conmigo. No lo puedo permitir
      - Fue su elección, Renata por el amor de Dios, Dejaste a tu recién nacido hijo solo por venir por ella.
      - ¿Que querías que hiciera? - grite y no controle más las lágrimas - Si le pasa algo no me lo podre perdonar nunca
      - ¿Thiago sabe que estas acá? ¿Te dejo venir así sin más?
      - No lo sabe, solo los deje. Espero que cuando vuelva me perdone por haberle hecho esto.
      - Renata yo le tengo que avisar. Mi nieto debe estar sufriendo
      - ¡No! Necesito que él este allá, aunque me odie, necesito que se haga cargo de nuestro hijo. Si sabe que estoy acá, vendrá por mí. Lo sabes
      - Vamos a ir por tu hermana, yo te voy a acompañar, no lo haremos solas. Llevaremos a los policías. Este hombre está loco y obsesionado contigo
      - Lo haremos como tú quieras.
      - Entonces lo primero que haremos será poner sobre aviso a tus padres, ellos necesitan saberlo. Me gustaría avisarle a Thiago, se lo merece. Y también y más importante es ir con la policía. No lo haremos sola hija y eso que te quede claro.

Asentí, ella estaba poniendo sus condiciones. No iba a ir en contra de eso. Paciente espere sentada en aquel lindo sofá mientras ella se comunicaba con mi casa en Chile. Cuando le contestaron pacientemente les explico a quién deduzco yo era mi padre la situación en la que estaba Cota en estos momentos.

      - No, no es necesario. De verdad que podemos hacer las cosas nosotras… Si vienes se complicara todo aún más… Yo también estoy furiosa por lo que Renata hizo, mira que dejar a su hijo recién nacido… Eso es una buena noticia. Se lo diré. Estamos en contacto.

Cuando corto la llamada se sentó a mi lado y tomando mis manos vi como sus ojos me miraban con tristeza. Sentí el mayor miedo en ese minuto. Esperaba que lanzara alguna maldita información acerca de mi bebé.

      - Era tú padre. – Asentí – Está furioso también contigo.
      - Lo sé – susurre - ¿Adam está bien?
      - Esta en casa con Thiago, lo han dado de alta y te necesita.
      - Yo también a él
      - Puedes volver. Gabriel dijo que te fueras y él venía a resolver esto.
      - No puedo – dije por fin dejando caer esas lágrimas al saber que mi bebé estaba bien y en casa con su padre – Ernesto me quiere a mí.
      - Eres tan cabeza dura, no piensas en nada. – dijo furiosa y poniéndose de pie – Eres egoísta Renata, siento decirte, pero es la verdad.
      - Si lo fuera estaría en mi casa con mi hijo – me defendí – Sin embargo estoy aquí, tratando de salvar a mi hermana
      - Esa es otra mierda egoísta, nadie le dijo que se metiera donde sabía que solo tendría problemas pero en su afán de cagarle la vida a todo el mundo se quedó. Y ahora te está llevando justo donde Ernesto, ese maldito mal nacido te quiere. Renata piensa por un segundo. Detente y mira a tu alrededor.
      - Es lo que hago, mi sobrina la necesita. Ella no sabe lo que hace
      - Claro que lo sabe – grito enojada – Quiero que la llames y la hagas venir aquí
      - Me espera Victoria – me puse de pie – Voy a ir por ella y volveré a mi casa
      - Que Dios y mi nieto te perdonen por esto. Yo no voy a ayudarte esta vez.
      - Gracias –

Fue lo único que pude decirle antes de tomar mi bolsa y caminar a la salida, nadie me podía entender.

      - Que sepas que apenas salgas por esa puerta llamare a la policía y a mi nieto. No me voy a prestar para esto.
      - No llames a Thiago.

Negó con la cabeza y supe que tenía todo perdido en ese momento. Salí y camine hasta que pasara un taxi. Al subirme a este estaba demasiado nerviosa por lo que iba a hacer.
Una mezcla de nervios y miedo que no había sentido ni en las horas de vuelo. Lo sentía ahora que el minuto se acercaba. Tenía miedo de la reacción de Thiago, en cuanto supiera volaría para venir por mí, lo sabía. Sabía que su amor era tan grande para eso y mucho más.

Me sentí egoísta, me sentí una mala madre. Me deje sentir todo eso que me había negado horas atrás, me lo merecía. No necesitaba que nadie me dijera lo contrario. Mi móvil sonó cuando el taxi entraba en la calle de la casa de Ernesto.
Era Thiago

      - ¿Hola? – dude al contestar, pero si me llamaba era porque ya lo sabia
      - No puedo creer que estés salvando a tu hermana, que antepusieras a esa perra loca antes que a tu propio hijo. – grito con rabia, y sabía que también lloraba de esta misma
      - Yo… – le interrumpí, no quería escuchar sus quejas conmigo, su rabia
      - Tú nada Renata. Esto que le hiciste a Adam no te lo voy a perdonar nunca. Me rompe el corazón decirte esto, de verdad. Me lo rompe porque te amaba, para mi primero siempre estuviste tú y… - sollozo – No puedo creer que para ti no fuéramos los primeros y me duele mucho más saber que Adam no fue el primero.
      - Déjame hablar – dije entre lágrimas
      - ¿Qué me vas a decir? ¿Qué lo sientes?  Pues no te creo una mierda. Quédate en España o donde te haga falta. A mi hijo no le faltara nada nunca – grito - ¡Para mí él es primero!

Quería decirle tantas cosas, quería huir de ese lugar, quería estar a su lado. ¡Maldita seas Cota!

      - Te amo – logre articular cuando Thiago se mantuvo en silencio
      - Esas cosas no basta con expresarla, debes demostrarlas. Renata me demuestras lo contrario.
      - Me necesita – volví a decir
      - ¿Y tu hijo no? Él te necesita más que cualquier otra cosa, incluso yo.
      - No me digas eso. Me duele
      - Bien, eso es lo mínimo que deberías sentir.
      - Thiago –
      - No. No me digas nada. Solo cuídate y se feliz.

Eso fue lo último que escuche de él. El taxi se había detenido frente a la fachada. Le pedí que me esperara en el mismo lugar, tan solo iba a entrar y volver a salir. No me quedaría ni medio segundo más. Si ella no salía conmigo no la esperaría y no le rogaría. No. Ya había perdido al amor de mi vida, a mi hijo.

No tuve necesidad de golpear la puerta para ingresar, Camila ya esperaba por mí.

      - El señor te espera en su habitación – me dijo sin un rastro de buen humor
      - ¿Dónde está Constanza?
      - En un avión rumbo a su casa. – se burlo

¿En un avión rumbo a casa? No. Cota no me podía haber hecho eso, no, no. Camila me estaba mintiendo.

      - Ya oíste – me empujó hacia dentro de la casa y cerró la puerta tras ella – El señor te espera en la habitación
      - ¡No voy a subir! – le dije tan alto como para el imbécil escuchara en su habitación
      - ¿Para qué vienes si no quieres hacer lo que te mandan? – espeto Camila. – Eres una maldita tú y la perra de tu hermana, joden todas las cosas. ¿Qué tienen ustedes que lo hacen ponerse de esa manera?
      - Esta tan enferma como él – dije volteándome hacia la puerta de salida.
      - Ni se te ocurra abrir esa puerta – la voz de Ernesto llego tras de mí.

Y como lo había hecho hacía tiempo me puse a temblar inmediatamente y el miedo calo mis huesos, aun a pesar de los meses le seguía temiendo.

      - Querida sube a la habitación – me dijo un poco más calmado. En ese momento alce mi mirada para encontrarme su cuerpo desnudo en lo alto y su mano se masajeaba el pene.
      - Si quieres voy yo – dijo Camila pasando su mano por sobre su ropa de manera asquerosa.
      - No, es Renata la que me va a abrir las piernas en este momento para que me la goce como llevo meses deseando.
      - ¿Qué es lo que quieres? – logre articular con la voz más firme que pude - ¿Para qué me hiciste venir?
      - Eres mi maldita mujer. Es donde tienes que estar – mientras hablaba comenzó a bajar algunos escalones
      - ¡No! – grite cuando lo vi acercarse más
      - ¿No? – dijo poniendo casi delante mío y apartando de un manotazo a Camila – respuesta incorrecta cariño ¡Sube!
      - ¿Dónde está mi hermana? – pregunte en un hilo de voz
      - Sube y lo sabrás – dijo tomando a la fuerza mi mano y llevándola a su pene - ¡AHORA! – grito
      - Thiago está afuera esperando por mi – mentí – si no salgo en unos minutos entrara junto a la policía y todo estará acabado
      - Sube – dijo jalándome la mano y haciendo caso omiso a mis palabras - ¡AHORA!

Comencé a seguirle en contra de mi voluntad escaleras arriba cuando la puerta sonó. Inmediatamente Ernesto me arrastro más rápido escaleras arriba y tropecé cayendo unos escalones de culo. La puerta volvió a sonar esta vez con más fuerza e impaciencia.

      - No abras la maldita puerta – le gruño a Camila mientras baja por mí. – Sube maldita perra, quiero que subas a la habitación y te quedes en silencio o tu hermana será historia


***

No le encontraba justificación alguna a lo que había hecho, por mucho que su hermana estuviera en peligro. Por mucho que Gabriel me suplicara que la comprendiera no podía. Llevaba más de dos horas escuchando a mi suegro suplicando que comprendiera a su hija, pero simplemente no podía.
¿Por qué Renata no podía haber comentado conmigo lo que estaba pasando? Simplemente se marchó y nos dejó. Ese era el fin de mi matrimonio, ya no quería volver a saber nada de ella, me llevaría a Adam tan lejos como pudiera, no permitiría que a mi hijo le hicieran daño aunque fuera su propia madre. La misma que lo dejo abandonado en la sala de un hospital cuando más lo necesitaba.

      - Thiago por favor – decía Gabriel con el niño en sus brazos – Es su hermana
      - Y este su hijo – camine hacia su lado y se lo arranque de los brazos - ¿Qué tiene más importancia?
      - Espera a que llegue a tu lado y te cuente como son las cosas, mi vuelo sale dentro de dos horas. Iré por mis hijas. Te la traeré de vuelta
      - No. – camine hacia la cocina y saque un biberón de la nevera.

Gracias a mi hermana a mi hijo no le faltaba alimento, alternaba la leche materna que ella me dejaba en la nevera con el suplemento que había comprado. Era la única manera de cuidarlo. No pensaba en volver a trabajar, en dejarlo a cargo de nadie. Simplemente yo me hacía cargo de él las 24 horas del día. No sería como su madre. No. Era mi hijo y lo cuidaría como tal. Seríamos él y yo. Así lo había decidido Renata.

      - Habla con ella antes de tomar una decisión – volvió a pedir
      - Gabriel. – Le corte – La decisión la tomó ella, el día que nos dejó.
      - Estaba desesperada – paso sus manos por el pelo en señal de desesperación – Sabes de primera mano lo que ese hombre es capaz de hacer
      - Por lo mismo, tenía que haber hecho las cosas de otra manera. Ella decidió, yo también. La diferencia es que yo lo hago pensando en mi hijo.
      - También es su hijo, no puedes llevártelo y negárselo
      - Que me demande para poder verlo, tengo todas las de ganar. Ella lo abandono. No te pongas de su parte
      - No me pongo de ninguna. Solo no encuentro justo lo que haces.
      - ¿Justo? ¿Y fue justo que se fuera? Cuando quieras ver a Adam llama primero
      - ¿Me estas corriendo? – pregunto asombrado
      - Tengo que darle de comer.

Camine con el hasta la habitación que compartíamos, porque no me iba a separar de él ni para dormir. Lo acosté sobre la cama y me puse a su lado.
Gabriel no nos siguió y lo siguiente que oí fue como cerraban la puerta principal del departamento.
Mi hijo miro el biberón y comprendí que ya tenía hambre, hacía poco más de 20 horas que estábamos solos en esto y nos entendíamos a la perfección

      - ¿Tienes hambre? – Adam me miro – Papá te dará de comer y luego dormirás un momento, yo también lo necesito mi vida. Recuerdas que te dije que estábamos solos en esto. Debemos acompañarnos y entendernos.

Como si me entendiera empezó a cerrar los ojos a medida que sesionaba la leche. Mi bebé simplemente era brillante. O yo su papá que todo lo que hiciera lo encontraba simplemente perfecto.

      - Así es mi vida - le acaricie la cabecita – Duerme que papá estará siempre a tu lado. Siempre.

Al decir esas palabras se me abrieron un nudo en el pecho, lo había estado reteniendo por mucho rato, pero ahora verle así tranquilito y dormido. No pude controlar las lágrimas.
No pude controlar tampoco el echarla en falta en ese momento a nuestro lado, mirando a Adam, mirándome.
Nada de eso volvería a pasar, ya lo había decidido en el momento en que me llamo mi Abu no solo para felicitarme por su nacimiento si no para decirme que su madre estaba allá. Ayudando a su hermana, la misma que tiempo atrás le había causado daño. La misma que no había pensado por un segundo en su pequeña hija y se había marchado con un enfermo.

El móvil comenzó a sonar y me desperré por coger a llamada.

      - Hijo – mi abuela al otro lado de la línea - ¿Cómo estás?
      - Bien Abu, aquí mirando como mi angelito duerme
      - Bien – dijo y se quedó un momento en silencio. Pensando si decirme lo que no sabía si quería escuchar
      - ¿Qué pasa Abu? – pregunte de igual modo.
      - Renata está en el hospital –