Capítulo 30
Escuchaba
una y mil veces los mensajes que Thiago me había dejado en el móvil, y se me partía
el corazón. Estaba en el aeropuerto, estaba esperando un taxi que me llevara a
casa de
Victoria.
Era la única en quien podía confiar, era la única que me podía ayudar. Dejar a
mi hijo y a mi marido solos era un golpe duro. Mis amores me iban a necesitar,
mi bebe estaba en casa, estaba bien. Le habían dado el alta y yo, y yo no
estaba con él. ¿Quién le iba a dar de comer? ¿Quién se iba a preocupar de que
todo estuviera bien?
Confiaba
en Thiago, pero no sería completamente capaz de cuidarlo, el necesitaba ser
cuidado también. Dios me debía perdonar por esta locura que estaba haciendo.
Dios debía perdonar a mi hermana por ponerme en este lugar, esta situación tan difícil.
- Llegue - fue lo único que dije cuando
Cota me contesto el móvil después de muchas insistencias
- Gracias hermana. Por favor ven por mí.
Tengo miedo - lloraba
- Dejare mis cosas en un hotel y voy - mentí
- Cota necesito que estés lista, debo volver de inmediato. Tengo un hijo y un
marido esperando por mí
- Lo sé, yo también quiero ver a mi hija,
la extraño mucho
- Ya estarás con ella pronto. No prepares
ni siquiera una maleta, nos vamos así. Cota quiero irme ya
- Yo también, ven pronto
Corte
la llamada y espere otros quince minutos más, hasta que por fin llego el taxi y
casi una hora después entraba en casa de Victoria. Quien con una cara de no
poder creerlo que me encontraba aquí
- Cuando me llamaste no podía creer que
fuera verdad - dijo asombrada - ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Thiago y Adam?
- En casa. Vine por Cota
- ¿Tu hermana loca?
- Él la está golpeando, está haciendo lo
mismo que conmigo. No lo puedo permitir
- Fue su elección, Renata por el amor de
Dios, Dejaste a tu recién nacido hijo solo por venir por ella.
- ¿Que querías que hiciera? - grite y no
controle más las lágrimas - Si le pasa algo no me lo podre perdonar nunca
- ¿Thiago sabe que estas acá? ¿Te dejo
venir así sin más?
- No lo sabe, solo los deje. Espero que
cuando vuelva me perdone por haberle hecho esto.
- Renata yo le tengo que avisar. Mi nieto
debe estar sufriendo
- ¡No! Necesito que él este allá, aunque
me odie, necesito que se haga cargo de nuestro hijo. Si sabe que estoy acá,
vendrá por mí. Lo sabes
- Vamos a ir por tu hermana, yo te voy a
acompañar, no lo haremos solas. Llevaremos a los policías. Este hombre está
loco y obsesionado contigo
- Lo haremos como tú quieras.
- Entonces lo primero que haremos será
poner sobre aviso a tus padres, ellos necesitan saberlo. Me gustaría avisarle a
Thiago, se lo merece. Y también y más importante es ir con la policía. No lo
haremos sola hija y eso que te quede claro.
Asentí,
ella estaba poniendo sus condiciones. No iba a ir en contra de eso. Paciente
espere sentada en aquel lindo sofá mientras ella se comunicaba con mi casa en
Chile. Cuando le contestaron pacientemente les explico a quién deduzco yo era
mi padre la situación en la que estaba Cota en estos momentos.
- No, no es necesario. De verdad que
podemos hacer las cosas nosotras… Si vienes se complicara todo aún más… Yo
también estoy furiosa por lo que Renata hizo, mira que dejar a su hijo recién
nacido… Eso es una buena noticia. Se lo diré. Estamos en contacto.
Cuando
corto la llamada se sentó a mi lado y tomando mis manos vi como sus ojos me
miraban con tristeza. Sentí el mayor miedo en ese minuto. Esperaba que lanzara
alguna maldita información acerca de mi bebé.
- Era tú padre. – Asentí – Está furioso
también contigo.
- Lo sé – susurre - ¿Adam está bien?
- Esta en casa con Thiago, lo han dado de
alta y te necesita.
- Yo también a él
- Puedes volver. Gabriel dijo que te
fueras y él venía a resolver esto.
-
No puedo – dije por fin dejando caer esas lágrimas al saber que mi bebé estaba
bien y en casa con su padre – Ernesto me quiere a mí.
- Eres tan cabeza dura, no piensas en
nada. – dijo furiosa y poniéndose de pie – Eres egoísta Renata, siento decirte,
pero es la verdad.
- Si lo fuera estaría en mi casa con mi
hijo – me defendí – Sin embargo estoy aquí, tratando de salvar a mi hermana
- Esa es otra mierda egoísta, nadie le
dijo que se metiera donde sabía que solo tendría problemas pero en su afán de
cagarle la vida a todo el mundo se quedó. Y ahora te está llevando justo donde
Ernesto, ese maldito mal nacido te quiere. Renata piensa por un segundo.
Detente y mira a tu alrededor.
- Es lo que hago, mi sobrina la necesita.
Ella no sabe lo que hace
- Claro que lo sabe – grito enojada – Quiero
que la llames y la hagas venir aquí
- Me espera Victoria – me puse de pie –
Voy a ir por ella y volveré a mi casa
- Que Dios y mi nieto te perdonen por
esto. Yo no voy a ayudarte esta vez.
- Gracias –
Fue
lo único que pude decirle antes de tomar mi bolsa y caminar a la salida, nadie
me podía entender.
- Que sepas que apenas salgas por esa
puerta llamare a la policía y a mi nieto. No me voy a prestar para esto.
- No llames a Thiago.
Negó
con la cabeza y supe que tenía todo perdido en ese momento. Salí y camine hasta
que pasara un taxi. Al subirme a este estaba demasiado nerviosa por lo que iba
a hacer.
Una
mezcla de nervios y miedo que no había sentido ni en las horas de vuelo. Lo
sentía ahora que el minuto se acercaba. Tenía miedo de la reacción de Thiago,
en cuanto supiera volaría para venir por mí, lo sabía. Sabía que su amor era
tan grande para eso y mucho más.
Me
sentí egoísta, me sentí una mala madre. Me deje sentir todo eso que me había
negado horas atrás, me lo merecía. No necesitaba que nadie me dijera lo
contrario. Mi móvil sonó cuando el taxi entraba en la calle de la casa de
Ernesto.
Era
Thiago
- ¿Hola? – dude al contestar, pero si me llamaba
era porque ya lo sabia
- No puedo creer que estés salvando a tu
hermana, que antepusieras a esa perra loca antes que a tu propio hijo. – grito
con rabia, y sabía que también lloraba de esta misma
- Yo… – le interrumpí, no quería escuchar
sus quejas conmigo, su rabia
- Tú nada Renata. Esto que le hiciste a
Adam no te lo voy a perdonar nunca. Me rompe el corazón decirte esto, de verdad.
Me lo rompe porque te amaba, para mi primero siempre estuviste tú y… - sollozo
– No puedo creer que para ti no fuéramos los primeros y me duele mucho más
saber que Adam no fue el primero.
- Déjame hablar – dije entre lágrimas
- ¿Qué me vas a decir? ¿Qué lo
sientes? Pues no te creo una mierda. Quédate
en España o donde te haga falta. A mi hijo no le faltara nada nunca – grito -
¡Para mí él es primero!
Quería
decirle tantas cosas, quería huir de ese lugar, quería estar a su lado.
¡Maldita seas Cota!
- Te amo – logre articular cuando Thiago
se mantuvo en silencio
- Esas cosas no basta con expresarla,
debes demostrarlas. Renata me demuestras lo contrario.
- Me necesita – volví a decir
- ¿Y tu hijo no? Él te necesita más que
cualquier otra cosa, incluso yo.
- No me digas eso. Me duele
- Bien, eso es lo mínimo que deberías
sentir.
- Thiago –
- No. No me digas nada. Solo cuídate y se
feliz.
Eso
fue lo último que escuche de él. El taxi se había detenido frente a la fachada.
Le pedí que me esperara en el mismo lugar, tan solo iba a entrar y volver a
salir. No me quedaría ni medio segundo más. Si ella no salía conmigo no la
esperaría y no le rogaría. No. Ya había perdido al amor de mi vida, a mi hijo.
No
tuve necesidad de golpear la puerta para ingresar, Camila ya esperaba por mí.
- El señor te espera en su habitación –
me dijo sin un rastro de buen humor
- ¿Dónde está Constanza?
- En un avión rumbo a su casa. – se burlo
¿En
un avión rumbo a casa? No. Cota no me podía haber hecho eso, no, no. Camila me
estaba mintiendo.
- Ya oíste – me empujó hacia dentro de la
casa y cerró la puerta tras ella – El señor te espera en la habitación
- ¡No voy a subir! – le dije tan alto
como para el imbécil escuchara en su habitación
- ¿Para qué vienes si no quieres hacer lo
que te mandan? – espeto Camila. – Eres una maldita tú y la perra de tu hermana,
joden todas las cosas. ¿Qué tienen ustedes que lo hacen ponerse de esa manera?
- Esta tan enferma como él – dije
volteándome hacia la puerta de salida.
- Ni se te ocurra abrir esa puerta – la
voz de Ernesto llego tras de mí.
Y
como lo había hecho hacía tiempo me puse a temblar inmediatamente y el miedo
calo mis huesos, aun a pesar de los meses le seguía temiendo.
- Querida sube a la habitación – me dijo
un poco más calmado. En ese momento alce mi mirada para encontrarme su cuerpo
desnudo en lo alto y su mano se masajeaba el pene.
- Si quieres voy yo – dijo Camila pasando
su mano por sobre su ropa de manera asquerosa.
- No, es Renata la que me va a abrir las
piernas en este momento para que me la goce como llevo meses deseando.
- ¿Qué es lo que quieres? – logre
articular con la voz más firme que pude - ¿Para qué me hiciste venir?
- Eres mi maldita mujer. Es donde tienes
que estar – mientras hablaba comenzó a bajar algunos escalones
- ¡No! – grite cuando lo vi acercarse más
- ¿No? – dijo poniendo casi delante mío y
apartando de un manotazo a Camila – respuesta incorrecta cariño ¡Sube!
- ¿Dónde está mi hermana? – pregunte en
un hilo de voz
- Sube y lo sabrás – dijo tomando a la
fuerza mi mano y llevándola a su pene - ¡AHORA! – grito
- Thiago está afuera esperando por mi – mentí
– si no salgo en unos minutos entrara junto a la policía y todo estará acabado
- Sube – dijo jalándome la mano y haciendo
caso omiso a mis palabras - ¡AHORA!
Comencé
a seguirle en contra de mi voluntad escaleras arriba cuando la puerta sonó.
Inmediatamente Ernesto me arrastro más rápido escaleras arriba y tropecé cayendo
unos escalones de culo. La puerta volvió a sonar esta vez con más fuerza e
impaciencia.
- No abras la maldita puerta – le gruño a
Camila mientras baja por mí. – Sube maldita perra, quiero que subas a la habitación
y te quedes en silencio o tu hermana será historia
***
No
le encontraba justificación alguna a lo que había hecho, por mucho que su
hermana estuviera en peligro. Por mucho que Gabriel me suplicara que la
comprendiera no podía. Llevaba más de dos horas escuchando a mi suegro suplicando
que comprendiera a su hija, pero simplemente no podía.
¿Por
qué Renata no podía haber comentado conmigo lo que estaba pasando? Simplemente
se marchó y nos dejó. Ese era el fin de mi matrimonio, ya no quería volver a
saber nada de ella, me llevaría a Adam tan lejos como pudiera, no permitiría
que a mi hijo le hicieran daño aunque fuera su propia madre. La misma que lo
dejo abandonado en la sala de un hospital cuando más lo necesitaba.
- Thiago por favor – decía Gabriel con el
niño en sus brazos – Es su hermana
- Y este su hijo – camine hacia su lado y
se lo arranque de los brazos - ¿Qué tiene más importancia?
- Espera a que llegue a tu lado y te
cuente como son las cosas, mi vuelo sale dentro de dos horas. Iré por mis
hijas. Te la traeré de vuelta
- No. – camine hacia la cocina y saque un
biberón de la nevera.
Gracias
a mi hermana a mi hijo no le faltaba alimento, alternaba la leche materna que
ella me dejaba en la nevera con el suplemento que había comprado. Era la única
manera de cuidarlo. No pensaba en volver a trabajar, en dejarlo a cargo de
nadie. Simplemente yo me hacía cargo de él las 24 horas del día. No sería como
su madre. No. Era mi hijo y lo cuidaría como tal. Seríamos él y yo. Así lo había
decidido Renata.
-
Habla con ella antes de tomar una decisión – volvió a pedir
- Gabriel. – Le corte – La decisión la tomó
ella, el día que nos dejó.
- Estaba desesperada – paso sus manos por
el pelo en señal de desesperación – Sabes de primera mano lo que ese hombre es
capaz de hacer
- Por lo mismo, tenía que haber hecho las
cosas de otra manera. Ella decidió, yo también. La diferencia es que yo lo hago
pensando en mi hijo.
- También es su hijo, no puedes
llevártelo y negárselo
- Que me demande para poder verlo, tengo
todas las de ganar. Ella lo abandono. No te pongas de su parte
- No me pongo de ninguna. Solo no
encuentro justo lo que haces.
- ¿Justo? ¿Y fue justo que se fuera?
Cuando quieras ver a Adam llama primero
-
¿Me estas corriendo? – pregunto asombrado
- Tengo que darle de comer.
Camine
con el hasta la habitación que compartíamos, porque no me iba a separar de él
ni para dormir. Lo acosté sobre la cama y me puse a su lado.
Gabriel
no nos siguió y lo siguiente que oí fue como cerraban la puerta principal del
departamento.
Mi
hijo miro el biberón y comprendí que ya tenía hambre, hacía poco más de 20
horas que estábamos solos en esto y nos entendíamos a la perfección
- ¿Tienes hambre? – Adam me miro – Papá
te dará de comer y luego dormirás un momento, yo también lo necesito mi vida.
Recuerdas que te dije que estábamos solos en esto. Debemos acompañarnos y
entendernos.
Como
si me entendiera empezó a cerrar los ojos a medida que sesionaba la leche. Mi
bebé simplemente era brillante. O yo su papá que todo lo que hiciera lo
encontraba simplemente perfecto.
- Así es mi vida - le acaricie la
cabecita – Duerme que papá estará siempre a tu lado. Siempre.
Al
decir esas palabras se me abrieron un nudo en el pecho, lo había estado
reteniendo por mucho rato, pero ahora verle así tranquilito y dormido. No pude
controlar las lágrimas.
No
pude controlar tampoco el echarla en falta en ese momento a nuestro lado,
mirando a Adam, mirándome.
Nada
de eso volvería a pasar, ya lo había decidido en el momento en que me llamo mi
Abu no solo para felicitarme por su nacimiento si no para decirme que su madre
estaba allá. Ayudando a su hermana, la misma que tiempo atrás le había causado
daño. La misma que no había pensado por un segundo en su pequeña hija y se había
marchado con un enfermo.
El
móvil comenzó a sonar y me desperré por coger a llamada.
- Hijo – mi abuela al otro lado de la
línea - ¿Cómo estás?
- Bien Abu, aquí mirando como mi angelito
duerme
- Bien – dijo y se quedó un momento en
silencio. Pensando si decirme lo que no sabía si quería escuchar
- ¿Qué pasa Abu? – pregunte de igual
modo.
- Renata está en el hospital –