Capítulo 16
El
día había llegado, ya estaba todo listo y solo faltaba que nosotros ingresáramos
a la sala de la audiencia.
La
cara de Renata me daba a pensar el miedo que sentía, por más que la mime en la
noche y la sostuve en mis brazos, no logre que se mantuviera tranquila ni que conciliara
mucho tiempo el sueño.
Me
ponía nervioso verla de esa manera, sobre todo en su estado. Había hablado esta
mañana con el informático y me dijo que mañana tendría los mail, que había
hecho lo posible para tenerlos antes pero no le fue fácil decodificarlos.
Mis
padres y mis suegros trataban de darle el mayor apoyo a Renata pero Cota no
ayudaba y la mortificaba aún más.
Ian
y la Abu se habían quedado en la casa, tanto ella como mis padres no habían
querido exponer al niño a esto y aprovecharía de salir a disfrutar con él. Cota
se rehusó y aun cuando ni yo la quería cerca aquí estaba.
- Mi amor tienes que estar tranquila. Por
ti, por nuestro bebe. – Renata solo asintió.
Quería
abrazarla y besarla y demostrarle que nada de lo que dijeran me harían cambiar
el amor que sentía. La ilusión que tenía con formar nuestra familia que cada
vez estaba más cerca. Pero no se podía, tenía que contenerme
- Abogado – me llamo uno de los dos
abogados que habíamos contratado para la asesoría – Es hora – Asentí
Al
abrir la puerta de la sala, y comenzar a ingresar a tomar nuestros lugares nos
encontramos de frente con Ernesto y su abogado quien al darle una mirada
furiosa a Renata y luego a mi avanzaron a su lugar al lado derecho de la sala.
Antes
de que Renata tomara asiento se paró frente a mí y con sus ojos tristes me sonrió.
- Solo te pido una cosa – susurro –
Siempre ten en cuenta que te amo. Y que este tiempo he sido muy feliz a tu lado
Unas
lágrimas rodaron por sus ojos y tomo asiento. Me quede estático en el lugar
dando vueltas sus palabras, me sabían a despedida.
El
juez hizo ingreso y con ello todo el protocolo previo a pasar al punto en
discusión. Cuando llamo a los abogados hacia adelante para el previo juramento,
el abogado de Ernesto dirigió una vez más la mirada hacia donde ella estaba y
negó con la cabeza, ella solo agacho la cabeza y más lágrimas vi por sus ojos.
El
juez nos dio la palabra.
- Para comenzar me gustaría que usted su
majestad viera las pruebas médicas que se le realizaron a la Señora Renata
Omalei hace unas semanas atrás luego de la última agresión que recibió por
parte del Señor aquí presente. En esta queda estipulado los múltiples golpes
recibidos y los días que ella estuvo inconsciente.
El
juez los recibió y analizo en silencio, mientras yo seguía con la defensa. No
podía dejar nada suelto para eso me remonte años atrás cuando su matrimonio
comenzó y así también su tortura. Una a una iba repasando todo el dolor que
ella había recibido durante años, llegando a un punto donde era el más duro
para ella y no hace mucho tiempo atrás. Cuando perdió a su bebé.
Gracias
a mi Abu teníamos también la prueba de aquella golpiza y los partes médicos
donde quedaba estipulado que la muerte de ese bebe fue completamente culpa del
idiota.
Su
posterior ida a Chile huyendo de él y sus malos tratos.
- El Señor Omalei se enteró por medio del
documento de divorcio que la Señora se había ido a refugiar a casa de su padre.
Fue hasta Chile con la finalidad de ir a pedir una terapia de familia, al negarse
ella la agredió nuevamente dejando marcas en su rostro.
Al
terminar de relatar toda la historia. Observe a Renata que no dejaba de llorar,
mi madre le tenía su mano sobre el hombro para darle a saber que ellos estaban
con ella. Que no la abandonarían. Y era el momento de que pasara adelante y le
hiciéramos las preguntas.
- Señora Renata. – Dije buscando su
mirada para darle mi fortaleza – Puede relatarnos como y porque fue la primera
vez que su marido la golpeo
- Si – se secó las lágrimas y anclo su
mirada a la mía – Estábamos recién casados, veníamos de una cena con sus amigos
y cuando llegamos a la casa se puso furioso reclamando y gritando que yo le
estaba coqueteando a su amigo. ¡Eso no fue así lo juro su señoría! – Dijo
mirando al juez – Yo solo estaba tratando de ser la esposa que él quería. Esa
noche dejo caer por primera unos golpes en mí. – Agacho la cabeza – Dejo mi
cara morada y tuve que esconderme durante días para que nadie me viera ni me
menos me preguntara. Cuando le conté a mi abuela no me creyó, nadie podía creer
que un médico tan prestigioso y de buena familia hiciera esas cosas. ¡Pero si
lo hizo!
- ¿Cuánto tiempo paso hasta que lo volvió
a hacer? – pregunte aun sabiendo el dolor que le provocaba pero tenía que
hacerlo
- Esa vez me prometió que nunca más. ¡Me
juro que nunca más!
- ¿Pero lo volvió a hacer?
- Así fue. Paso un tiempo, recuerdo que
fue luego de unos días después de que mi abuela muriera. Esta vez yo reaccione
y me fui a vivir con mi abuelo.
- ¿Por qué volvió? –
- Porque mi abuelo influyo y él – lo
apunto – Volvió a ser como fue cuando fuimos novios, no quería decepcionar a mi
abuelo y lo recibí nuevamente. Duramos dos meses separados
- ¿Lo amaba? –
- Creía que lo hacia
- Luego de eso ¿Qué detono nuevamente que
la golpeara?
- Cualquier cosa. Si no quería acostarme
con él me golpeaba y terminaba siendo forzada por él. Durante cuatro años
aguante lo mismo. Día y noche. No hacía nada porque estaba sola, por su culpa perdí
a mis amigas. Mi familia estaba en otro país y las pocas veces que podía hablar
con ellos. A escondidas se los ocultaba. Mi padre nunca supo hasta hace poco
tiempo todo lo que pase al lado de ese hombre.
- ¿Puede contarnos lo que sucedió la última
vez que la golpeo?
- No fue la última vez – aclaro dándole
una mirada de odio a Ernesto quien no creía que mi Renata fuera capaz y tuviera
la valentía de contar estas cosas – Habíamos llegado hacia unas semanas de
viaje. Yo me sentía mal y no me había bajado el periodo. Fui a la farmacia y me
compre una prueba de embarazo que resulto ser positiva. Pasaron dos días hasta
que me decidí a contarle, recuerdo que esa noche cuando el llego de la clínica
yo tenía una cena preparada. El día anterior había ido al médico y tenía la
primera ecografía de bebe. Tenía dos meses de embarazo. Cuando llego y cenamos
le entregue un sobre, en ese sobre estaba todo mi ilusión. Aun cuando era un
mal marido y me golpeaba yo estaba feliz por ser madre. Iba a tener un hijo,
era un sueño. Esperaba compartir mi alegría con él.
- ¿Y qué paso? –
- Abrió el sobre y se puso a gritar
arrojo la ecografía sobre la mesa y me jalo por el cabello y me dijo que ese
niño no era de él. Que me había acostado con alguien más y todo termino en una
nueva golpiza. Esta vez no se midió y no solo me golpeo la cara como de
costumbre si no que dejo caer su furia sobre mi vientre, provocándome de inmediato
un aborto. Esa misma noche perdí a mi hijo. No le basto con eso y me encerró en
el cuarto estuve siete días de la misma manera, sangrando y sin atención médica.
- ¿Cómo salió de ese lugar?
- Al séptimo día tuve la fuerza para
poder levantarme, en cosa de segundos y sin mirar atrás hui. Y por primera vez
sentía el apoyo de alguien.
- ¿El apoyo de quién?
- Thomas, el chofer de la casa fue quien
me saco de ese lugar. Me llevo a casa de Victoria Lackington, quien me llevo a
un centro de salud, donde estuve internada por cinco días y luego me dio el
dinero para poder reencontrarme con mi familia. Sin la ayuda de esas dos
personas no sé qué hubiera hecho. Fueron mi salvación, en ese momento y luego
por segunda vez.
- Nos quiere explicar porque por segunda
vez dice que el Señor Thomas y la Sra. Victoria la ayudaron
- Yo estaba en Chile, fui a ver a mi familia.
Me fui a refugiar en ellos. Estando allá comencé los trámites de divorcio,
usted mismo me ayudo en eso – asentí con la cabeza desviando la vista de mi
querida mujer para mirar al juez – Ernesto recibió la notificación y viajo, en
esa oportunidad yo me sentí con la valentía de enfrentarlo pero todo termino en
que me diera un par de bofetadas nuevas. Me amenazo con volver y aquí estoy. A
los días de haber llegado a la casa todo comenzó de nuevo y sus golpes
volvieron esta vez fue más astuto porque se preocupó de no dejar evidencia en
mi cuerpo. – un nuevo sollozo se le salió – Pero la después de una visita de
Victoria se enfureció tanto porque yo quería comunicarme con mi familia que…
Ya
no era capaz de seguir hablando Renata estaba completamente nerviosa. Las lágrimas
y los sollozos ya no la dejaban continuar con su relato.
- ¿Puede continuar? – pregunto el juez.
Ella asintió, bebió un poco de agua y se secó las lágrimas.
- Perdón – se disculpó – Esa noche desato
toda su furia conmigo, me golpeo como nunca antes lo había hecho. Al ver que yo
luchaba contra él me lanzo contra una muralla… Eso es lo último que recuerdo
hasta despertar en un hospital.
Busque
su mirada nuevamente para infundirle un poco más de valentía, de fuerza. Era
poco lo que quedaba para que este maldito pagara lo que había hecho. Todos sus
años de sufrimiento terminarían y podría conocer lo que era la felicidad, la
felicidad a mi lado.
Al
terminar de relatar el juez nos dio un receso de quince minutos para que a continuación
tomara la palabra el abogado defensor de lo indefendible.
Pasamos
a una sala conjunta donde solo yo podía estar a su lado, como su abogado. Trate
de acercarme a ella pero me lo impidió. Y me suplico guardar silencio. Quería
que la dejara sola en esos momentos, pero no era lo que yo quería.
- Tienes que estar tranquila, con las
pruebas y tu relato pagara lo que te hizo.- le dije parado desde el otro
extremo de la sala.
- Ya no quiero seguir con esto. – susurro
agachando la cabeza. – No quiero que esto siga
- No me pidas imposibles. Esto va a
continuar hasta las últimas consecuencias. –
- Pero yo ya no lo quiero. – Replico -
¿Cómo crees que me siento? ¿Sabes el temor que me da que vuelva a acercarse a mí?
- No lo hará. Lo prometo.
- Tú no sabes el poder que tiene, lo hará,
si es posible no pasara ni una hora en prisión. Thiago ya no quiero seguir. No
quiero que nadie más escuche todo lo que pase, no quiero revivir nuevamente
todo eso. Su abogado me hará preguntas y el dolor seguirá
- Solo resiste un poco más. Por nosotros
–
- ¿Habrá un nosotros? –
Cuando
iba a responder la puerta se abrió, era un oficial para informarnos que todo
estaba listo para comenzar nuevamente.
Al
pasar de nuevo a la sala, Gabriel me llamo a su lado para preguntar cómo estaba
ella. Al informarle a grandes rasgos que tenía mucho miedo y que no quería
continuar con esto, él se tensó. Sabía al igual que yo que no era la mejor
idea.
Renata
había subido nuevamente al estrado. Su mirada estaba perdida en algún lugar.
Sentado
estaba aún más intranquilo. Sabía que el abogado sería implacable para sacarle
lo que él quería y dejarla mal parada solo esperaba que no fuera a un punto
donde no hubiera retorno.
- Todos escuchamos su tan dramático
relato acerca de cómo vivió con el Don Ernesto. Pero me quedan algunas
interrogantes. Dice que la primera vez venían de una cena donde se le acusó de
estar “coqueteando” con alguno de los presentes. ¿Debido a que su hasta ahora
marido pensó o le dio esa impresión?
- Yo no lo sé. –
- No lo sabe – replico el – Para que un
marido recién casado piense o imagine eso tienen que haber motivos de por
medio. ¿Qué motivo le dio usted a su marido?
- Le repito que no lo sé. –
- Señora. ¿Coqueteo con alguno de esos
asistentes?
- Le he dicho que no.
- Objeción – dije poniéndome de pie – La
señora le ha dicho en tres oportunidades que no sabe a qué se debió eso
- A lugar abogado – dijo el juez. – Continúe
- ¿Por qué si esa noche la golpeo decidió
volver con él?
- Porque me prometió que no lo volvería a
hacer, confiaba en él. Creía que estaba enamorada. ¿No se supone que eso hacen
las personas enamoradas? Perdonan
- No será que lo perdono por el simple
hecho de que el señor ayudaba económicamente a su familia, y si lo dejaba. Si
se divorciaba su familia perdería todo.
- ¡No estaba con él por dinero! – replico
Renata con su cara roja de rabia. – Yo tengo una carrera universitaria y tenía
trabajo, el cual deje por petición de él.
- Claro que lo dejo porque así se lo
pidió. ¿En que se desempeñaba?
- En una empresa multinacional de
comunicaciones. En lo que estudie
- Tengo documentos que acreditan que
usted no trabajaba en eso.
- Yo… yo… Trabajaba en eso antes de que contrajéramos
matrimonio
- ¿Y previo a eso?
- Eso no tiene nada que ver en la demanda
– volví a intervenir al ver lo nerviosa que se ponía Renata cada vez que el
abogado le hacia esas preguntas.
- Tengo un punto – le aclaro al juez.
- Llegue rápido a su punto, abogado. –
- La señora Renata antes de casarse
trabajaba en un bar. Debido a eso y a que nunca se desligo del todo de esa
vida, mi cliente y no es por justificar el golpeo aquella noche, debido a que
se encontró con uno de los que fue su cliente.
No
podía creer lo que mis oídos escuchaban. ¿Renata en un bar? Eso no tenía nada
de malo, lo que si lo tenía todo era lo que ese imbécil insinuaba.
-¡Yo no era una puta! – grito fuera de sí.
– No trabajaba en un bar era una cafetería de 24 horas. Lo hacía para costear
en parte mis estudios
- Yo no he dicho que lo fuera. –
- Su señoría, el abogado está levantando
falsos a mi clienta – logre juntar las palabras y armar una oración para
ayudarla.
- Tengo pruebas – dijo entregando a uno
de los guardias unos documentos – En esas dice bien claro en lo que ella
trabajaba.
- Que allá trabajado en una cafetería no
quiere decir nada. Tampoco justifica que su marido la golpeara – replique
sintiéndome impotente
- Donde trabajaba no quiere decir nada
abogado – aclaro el juez. – Es un caso de agresión, no para saber la reputación
de alguna persona.
- Su señoría – dijo el abogado – La
señora Renata ejerció el comercio sexual estando casada con mi cliente. Tenía
sexo con amigos, compañeros de trabajo e incluso jefes del señor por dinero
- ¡Eso no es cierto! – Grito furioso -
¡El me obligaba! Yo… Lo siento – miro a Gabriel y más lagrimas salieron por sus
ojos – Durante cinco años Ernesto me obligo a mantener relaciones sexuales en
contra de mi voluntad con muchas personas. Me drogaba si no accedía de buena
manera.
En
la sala se hizo un silencio rotundo, nadie dijo nada y todas las miradas iban
en dirección a Renata quien con su cabeza entre las piernas no dejaba de
llorar.
- La señora no está en condiciones de
seguir – me pare aun con la incertidumbre que cernía sobre mi – Rogaría que se
re agendara la audiencia
- ¿Puede continuar? – le pregunto el juez
directo a Renata.
Ella
no levanto la cabeza, no negó ni afirmo nada. Aun en contra de todo me puse de
pie y me fui a su lado. Cariñosamente le toque su cabeza y ella se estremeció.
- No me toques por favor – suplico en voz
baja casi inaudible.
Mis
emociones estaban al límite, no sabía que era lo que tenía que hacer.
Necesitaba explicaciones, necesitaba saber muchas cosas. De pronto algo en mí
se encendió y las ganas de ir y golpear yo mismo al maldito fueron más grandes.
En ese momento todo se nublo en mi mundo.
Mi
mujer lloraba el maldito reía y todos murmuraban en la sala.
- Debido al estado de la Señora Renata la
sesión es suspendida y se dará sentencia con los datos aportados por ambas
partes. Claramente nada justifica la agresión a una mujer, y mucho menos hasta
los límites que fue llevaba a cabo. Si fue o no obligada a ser abusada
sexualmente por otros hombres con el consentimiento del que era su marido lo
veremos en una nueva audiencia. Por ahora se tomara en prisión preventiva al
Señor Ernesto Omalei. Se levanta la sesión.
El
juez se pone de pie al igual que todos los presentes. En ese momento dos
oficiales se ponen a cada lado del maldito de Ernesto y yo camino a su lado.
Sin mediar consecuencia me pongo delante,
su sonrisa aun en este momento era de triunfo
- No te llevas a una mujer si no a una
perra – sisea frente a mí.
- Te voy a hundir – le digo con los
dientes apretados. – Vas a pagar todo el daño que le hiciste
- Esto está recién comenzando. Solo cuida
bien a esa perra y a tu hijo – dice sonriendo y mirando a Renata quien estaba
en brazos de Gabriel – Si es que es tuyo.