Capítulo 38
Sabía
de ante mano lo que estaba haciendo Renata. Me provocaba, me excitaba de una
manera que debería estar prohibida. Ambos estábamos deseando llegar a la cama,
pero con Adam de por medio era un tantito complicado, lo superaríamos.
Desde
que volvimos al hotel la veía más distraída, más preocupada de Adam que de mí,
no me molestaba. Pero pensé que luego del ataque de celos en la playa
cambiaría, se mostraría de otra manera conmigo. Con Renata no podía dar nada
por sentado.
- Es mucho más rápido de esta manera – me
dijo sonriente mientras terminaba de lavar su pelo – Aquí le queda un poco
- Adam
quédate un momento tranquilo para que mamá te pueda sacar todo de la cabeza
Pero
como Adam era un Lackington, y sobre todo era mi hijo, no se quedaba ni un solo
momento tranquilo. Forcejeaba con su cuerpo para que lo soltase, era ver a
Renata y querer estar en sus brazos, pero ver sus pechos era querer llevárselos
a la boca. Reí al ver como seguía en su lucha por conseguir la atención de su
madre y ella negaba con la cabeza y se alejaba cada vez más de su lado.
- Listo – dijo Renata al cabo de unos
minutos - ¿Puedes secarlo mientras me ducho yo?
- Vale –
Se
lo entregue mientras habría el separo y cruzaba una toalla en mi cintura. Saque
una gran bata de ducha del colgador y abrí los brazos para recibir a mi niño.
Al ver que su madre lo dejaba nuevamente en mis brazos comenzó a llorar.
- Es solo un momento mi amor – le dijo y
beso su boquita chiquitita. – Papi salgo en un segundo.
- Bueno, mami
Mientras
lo secaba en la cama el arrancaba de mi lado, era nuestra rutina de siempre, le
encantaba andar desnudo por toda la cama y reía. Renata salió unos minutos
después cubierta por la otra bata de baño.
- Ahora es mi turno – le dije
- Pero Thiago – río al ver que no estaba
ni con pañales
- Ve si lo logras – me burle
- Adam ven inmediatamente – le dijo con
voz dura, pero Adam simplemente río y trato de bajarse de la cama – Te vas a
caer – corrió para evitar la caída.
- Los dejo solos
Fácilmente
me podría acostumbrar a esta situación, a estar todo el día con Renata y Adam,
disfrutando de las pequeñas cosas que nos daba la vida. Disfrutando de los dos
grandes amores, de la intimidad de mi familia.
Lo
que dijeran los demás hoy no me iba a importar, no quería estar peleado con mis
padres. Pero si mi madre se cerraba al hecho que era mi vida, mi familia y mi
corazón, no podía hacer nada. Había sufrido bastantes meses añorándola y
odiándola al mismo tiempo, a toda costa y como cualquier padre que ama por
sobre todo a su hijo evitaría que sufriese. ¿Por qué no podía entender eso?
Yo
no le pedía que perdonase a Renata, ni que fuese su mejor amiga, yo pedía que
me apoyara, que estuvieran conmigo. Por eso le había pedido que nos quedáramos
unos días para nosotros, para ablandar el terreno y por fin decirle todo lo que
sentía. La amaba, y estaba dispuesto a todo por ella. Incluso volver a
casarnos.
- Thiago – me llamo Renata y podía
apreciar que estaba en el umbral de la puerta del baño con Adam sobre su cadera
derecha.
- Dime – corte el agua y abrí la
separación, tome una toalla y la anude a mi cintura.
- Adam tiene hambre –
- ¿Cenamos en el restaurante o acá?
- ¿Qué quieres tú? – alzo una ceja de
manera sexy
- Lo que quieras tú. – Le lance un beso –
Me visto rapidito
- Entonces iremos bajando.
- Bien – pase a su lado y le bese a ambos
la cabeza - ¿Te he dicho lo guapa que te ves?
- Como cien veces – río y me paso la mano
por el brazo – Date prisa
- Usted manda – me beso castamente y se
encamino a la salida – Cuida de mamá
A
penas salieron de la habitación me vestí en un tiempo record, unos vaqueros y
una playera era más que suficiente, poco me importaba estar vestido de mejor
manera. Andaba toda la semana con traje. Hoy era un hombre de mi edad, dedicado
a disfrutar.
***
- No quiero que aprenda a caminar – dije
resignado
- Me hace tanta gracia – río al ver como
Adam iba de silla en silla dando pequeños pasos solo afirmándose de los bordes
– No nos daremos ni cuenta cuando ya esté en el primer día de colegio y luego
saliendo de la universidad
- Saliendo con chicas
- No – se puso seria y me miro directo a
los ojos – No saldrá con ni una sola mujer
- ¡Renata! – Me reía de ella, de la forma
en que decía que nuestro hijo no haría tal cosa, pero ambos sabíamos que no
sería así – Las chicas los perseguirán
- Es mi bebé – se puso de pie, lo tomo y
volvió a su silla, dejando a Adam en su regazo
- Pero crecerá
- ¿Verdad que no? – lo acuno y comenzó a
mecerlo en sus brazos, cada vez que yo le hacía eso a Adam el forcejeaba para
dejarlo nuevamente en el piso, con su madre era todo lo contrario, se apretaba
más a ella – No crezcas, mi amor.
- Podríamos tener otro – le dije sin
pensarlo.
- Podríamos –
Se
quedó mirando fijamente la cabeza de Adam, tal vez me había pasado con mi
comentario sabiendo que solo llevábamos una relación de un par de días. Lo
había pensado y planteado el primer día que había dormido en nuestra cama,
estaba más que preparado para tener otra parte de ella en este mundo. No sabía
en qué momento se lo propondría, pero lo había hecho sin siquiera pensarlo. Yo
tampoco quería que Adam creciera, pero no podíamos hacer nada al respecto.
- No digo que vaya a embarazarte esta
noche – aclare – Pero si, podríamos tener otro bebé.
- Eso quiere decir… -
- Todo – la corte – Vamos paso por paso,
pero si quiero que te vayas a vivir al departamento o con Adam nos mudamos a tú
departamento. Si quieres una casa, bien compramos una casa. Podemos solo
convivir, o casarnos nuevamente, pero eso si – le apunte – Una gran boda, con
invitados, vestidos de novia y todo, absolutamente todo lo que la primera vez
nos negamos.
- Pero…
- Pero nada, amor – Le tome la mano – No
te estoy diciendo que nos casemos mañana. Pero en algún momento, en esta nueva
relación u oportunidad podemos hacer todo lo que queramos. Ahora mismo quiero
llevarte arriba y hacerte el amor
- Yo
- le guiñe un ojo - ¿Dónde firmo? – río
- En ninguna parte – le hice señas al
camarero. – Lo primero es dormir a este hombrecito.
En
el ascensor se sentía la tensión entre nosotros, ambos esperábamos el momento
en que Adam se durmiera y pudiéramos disfrutar el uno del otro. Quería perderme
en su cuerpo, poder besarla y tocarla como llevaba mucho tiempo deseando. Ahora
mismo me preguntaba porque había acostumbrado a Adam a dormir conmigo, ahora
mismo deseaba estar en casa y poder dejarlo en su cuna, en su habitación.
Renata
se perdió el baño con Adam, mientras yo pensaba como podía preparar algo
especial. El espacio no era mucho, con lo único que contábamos era un sofá pero
eso ya me parecía cómodo, esperaba que también a ella.
- ¿Quieres que pida algo de beber? – le
pregunte cuando se recostó en la cama con Adam.
- No –
- ¿Quieres algo? – volví a insistir
- No – se llevó un dedo a la boca para
hacerme silencio – Quiero hacer dormir a este jovencito.
- Vale, los dejo solos
Cuando
volví media hora después, abrí suavemente la puerta de la habitación. Había
estado dando vueltas por el hotel, mirando el horizonte desde la terraza
pensando o más bien buscando la manera de que todo estuviera bien, de poder
tener paz con mi familia y con mi mujer. Era inevitable que cuando llegásemos a
la casa todo se nublara nuevamente, pero antes necesitaba asegurarme que Renata
no huiría y no tomaría a mal las cosas que tenía que decirle.
No
iba a ser fácil para ella asumir que nadie apoyaba nuevamente esta relación, yo
no lo estaba asumiendo bien. Me ponían entre la espada y la pared, y era lo que
a mi madre más le había dolido. Que llegado el momento de elegir, elegiría a
Adam, sobre todas las cosas Adam iba primero y Renata venía con él. En su
momento Dani eligió a Marcos y a Vale, yo fui el primero en negarme, en montar
una escena, dejarles claro que no me parecía. Ahora me encontraba casi en la
misma posición y también elegiría a mi familia, a mi hijo, a mi mujer.
Renata
no estaba en la cama, pero si el pequeño cuerpo de mi hijo con su pijama de
Mickey, ese cabello revuelto y una pequeña sonrisa. Hasta dormido demostraba
que era feliz.
- ¿Renata? – susurre dando unos
golpecitos en la puerta del cuarto de baño
Pasado
unos segundos la puerta se abrió lentamente y ella asomo la cabeza. Llevaba
solo una toalla por debajo de los hombros. Me guiño un ojo y me invito a pasar.
- Me dijiste que me harías el amor y
estas tardando.
- ¿Aquí? – le pregunte mientras comenzaba
a pasar mis manos por sus brazos, arriba y abajo en un movimiento sincronizado
- La cama está ocupada – me beso
castamente – Este lugar me parece perfecto
No
la deje decir una palabra más, no dude en que cualquier lugar sería perfecto si
ella estaba conmigo. La tome por la nuca y la bese, todos los meses de ausencia
y dolor se iban en ese beso. Era nuestra nueva oportunidad, era tal vez la
primera vez que hacíamos las cosas bien.
Nos
besamos, nos acariciamos y nos perdimos en el cuerpo del otro. Dejamos que la
pasión acumulada por el tiempo se desbordara en aquel baño de un hotel. En
susurros, con acciones nos demostrábamos el amor que nos sentíamos, no había
habido otro hombre que ocupara mi lugar, tampoco otra mujer que la sustituyera.
Siempre habíamos sido nosotros.
El
destino estaba escrito desde siempre, lo que sentía por esta mujer no podía ser
normal, mi corazón se aceleraba con solo tenerla cerca. Y sabía que ella se
sentía igual.
Renata
había estado siempre a mi lado, de niña como una amiga, una cómplice, una
hermana. Gracias al cielo nunca la vi de esa manera.
Mi
cuerpo se sacudía con cada embestida, el de ella me recibía gustosa. Los
gemidos y la respiración agitada, las miradas a través del espejo. Todo era
perfecto. Me deje llevar, llevándome la conmigo al mismo abismo, el que solo
cuando estábamos juntos era el mismo paraíso. Ya no podría vivir sin mi dosis
de ella, ya no podría volver a pasar un segundo de mi día sin poder estar junto
a ella. Mi amor, mi vida y mi alma le pertenecían a Renata.
- Te amo – me susurro con un último
aliento antes de dejarse vencer por el orgasmo.
Perdimos
la noción del tiempo abrazados en el frío suelo del cuarto, ninguno decía nada
pero tampoco aflojábamos el abrazo. No dejaba de pensar en el “te amo”, hacia
tanto que no escuchaba esas palabras, no sabía cuánto había extrañado oírlo de
sus labios hasta que salieron, temí preguntar si fue parte de la excitación del
momento o porque verdaderamente lo sentía. Ahora yo mismo tenía miedo de volver
a pronunciarlo.
- ¿Thiago? – susurro acariciando mi pecho
con sus manos
- Ajá –
- Nada. Pensé que te habías dormido
- No. Estaba disfrutando del momento – asintió
en mi pecho - ¿Estas bien?
- Si – alzo la cabeza – Mejor que nunca
Su
boca busco la mía, deslizo su cuerpo sobre el mío hasta que quedamos con las
frentes pegadas, con los ojos perdidos en nuestras miradas.
- Te amo – volvió a decir – Y lo dije en
serio
- Yo también te amo
Nuevos
besos, nuevas caricias, nos estábamos entregando nuevamente al placer de
tenernos el uno al otro cuando el llanto de Adam la hizo levantarse de golpe.
Coloque
mis brazos debajo de la cabeza para mirarla moverse rápidamente por el lugar en
busca de ropa. No pude retener una carcajada cuando la vi volver a casi
vestirse
- ¿Qué te hace tanta gracia?
- Tú – me puse de pie y la tome por las
caderas para atraerla hacia mí – Me voy a dar una ducha ¿Me acompañas?
- Adam está llorando – se zafó y abrió la
puerta – Volveré a lavar tu espalda