Capítulo 20
No
puedo creer lo desconsiderados que eran todos en esa casa, mira que dejar sola
a mi mujer estando tan mal.
Maldito
también ese juez que me había sacado del caso, maldito el que le había
informado de mi relación personal con Renata, que más si éramos en la
actualidad pareja. Solo quería sacarla de toda esta mierda y que pudiera
respirar con tranquilidad ella y mi bebé.
Dios
en menos de dos horas lo estaría viendo de nuevo y ya las ganas también me
consumían. Mi bebé, mi hermosa bebé
Quería que fuera una princesa, una niña tan linda como su madre, aunque me
gustaba hacerla rabiar diciéndole que era un niño. El sexo me daba igual, lo
que fuese lo amaría de la misma intensidad.
Ya
había pasado la media hora que le había dado a Renata para llamarme y no lo
hacía. Me estaba desesperando. ¿Y si se
ha sentido mal?
Marque
primero a su móvil tres veces y nada, me decidí por marcar a la casa.
- Buenos días – contesto amablemente
Marion la asistenta de mi Abu
- Hola Marion, buenos días. Esta la
señora Renata
- Joven Thiago, está en el salón con una
visita
- ¿Quién fue a visitarla? ¿Ha llegado alguien
de mi familia?
- Una señorita que pidió hablar con ella
- suspiro – Y no ha llegado nadie de su
familia.
- Marion llévale el teléfono a Renata de
inmediato. Es urgente
Mientras
esperaba en línea que le llevaran el teléfono a mi mujer, comencé a caminar por
el pasillo en dirección a la salida. No me iba a quedar esperando nada más,
luego llamaría a Florencia para saber cómo iba todo.
Florencia,
que alegría me había dado re encontrarla, ahora más madura y confiada en sus
capacidades, fue una casualidad de la vida llegar hasta su prestigioso
despacho.
- Señor – dijo Marion
- Aquí estoy
- La señora dice que se comunica luego
con usted. Está ocupada
- No la pierdas de vista por favor
- No lo hare
Mierda,
una vez y doblemente también. ¿Por qué se negaba a hablar conmigo? Ya me
escucharía cuando llegara a la casa. Solo me importaba encontrarla bien. Eso
era lo que más quería.
El
camino de regreso se me estaba haciendo cada vez más eterno. ¿Cómo puede ser
que aun veinticinco minutos después no se haya desocupado?
No
quería volver a insistir a la casa, Marion no tenía culpa alguna.
Aparque
afuera de la casa y vi que estaba el coche de alquiler de mi casa, eso me hizo
respirar un poco más. Pero no del todo, eso lo haría cuando tuviera frente a mí
a Renata.
- ¿Dónde está Renata? – pregunte tan
rápido como entre.
- En el despacho hijo, está hablando con
Dani...
No
espere que fuera a decir algo más cuando salí corriendo en esa dirección. Al
abrir la puerta de golpe me miro con el ceño fruncido.
- Dani, te contacto luego vale – dijo
cuando comencé a andar hacia ella.
- Cuídate y que te vaya muy bien hoy en
el control, mándame una foto del bebé
- Así lo hare, Adiós –
Cerró
la computadora de golpe cuando dijo la última palabra e hizo el gesto con la
mano para que me sentara frente a ella.
- Hola mi amor – dije cuando me senté
frente a ella sin perder ninguno de sus movimientos
- Hola – dijo seca y tajante - ¿Cómo
estuvo tu día y que haces tan temprano en casa?
- No accediste a hablar conmigo, me
preocupe
- ¿Qué está pasando?
- No sé de qué hablas – la mire
directamente a los ojos
- No lo sabes – se puso de pie y cogió
una carpeta más unos papeles que están a su lado. Camino en mi dirección - ¿Estás
seguro que no lo sabes Thiago?
- Habla claro Renata, ¿Qué es lo que
pasa?
- ¡Que hable claro! ¿Tú me has hablado
claro?
- ¡Claro que sí! – dije ofuscado por la
situación
- ¡Mentiroso! - grito y lanzo los papeles sobre mí – Me has
estado mintiendo todos estos días. ¿Por qué Thiago?
Tome
los documentos que me había lanzado y los ordene rápidamente, en ellos estaban
todas las pruebas que Ernesto tenía en su contra, fotografías de ella y toda
esa mierda que tuvo que pasar
- ¿De dónde sacaste todo esto? – pregunte
intrigado
- Eso no importa, ¿Por qué no me lo habías
dicho? ¿Por qué mierda no sabía nada de esto?
- ¡¿De dónde sacaste esto Renata?!
- Mierda Thiago, confié en ti…
- Mi amor tranquilízate, no le hace bien
al bebé.
- Es la única mierda que te importa, que
tu hijo este bien. Claro a la estúpida ocultémosle las cosas. Sigamos
haciéndola pasar el papel de idiota
- Renata por el amor de dios cálmate. –
- ¡No quiero calmarme! Eres un mentiroso,
todos me ocultan las cosas. Es de mi vida de la que se habla
- ¡Ya basta! – le grite. No podía dejar
que se alterara aún más – Por esto no te dije las cosas quería evitar que te
pusieras mal. Amor es tu salud lo que más me importa
- ¿Cuándo pensabas decirme que mi hermana
está acostándose con Ernesto?
- ¿Y eso a ti que te importa?
- Claro que me importa, es mi ¡Hermana!
En
ese momento la puerta del despacho se abrió e ingreso mi madre. Estaba claro
que los gritos se escuchaban hasta afuera.
- ¿Qué está pasando? – pregunto mirando
directamente a Renata
- Tú hijo me miente, todos me mienten
Esta
vez grito eso y salió del despacho. Dejándonos a mi madre y a mi tiesos en
nuestro lugar
- ¿Se enteró verdad?
- Si mamá, está furiosa porque le he
ocultado las cosas.
- Dios – dijo y me tomo del brazo – No la
vayas a buscar, deja que se calme
- Mamá. Le hace daño al bebé
- Ella lo sabe, déjala un momento. Yo iré
Mi
madre salió tras de Renata mientras yo observaba una vez más todo lo que me
había lanzado encima, al leer los papeles me di cuenta que eran los que tenía
en mi ordenador. Ella estuvo revisando mis cosas. Esto iba de mal en peor.
Media
hora después ya trepaba por las paredes, quería saber cómo estaba, quería estar
con ella y arreglar las cosas. En un poco tiempo más tendríamos que ir saliendo
a ver a nuestro bebé y yo hasta dudaba que quisiera que la llevase.
- ¿Me vas a acompañar al médico? –
pregunto desde la puerta del despacho.
Me
quede observándola un momento, para ver si algo había cambiado en ella, tal vez
mi madre le había explicado las cosas y todo estaba solucionado. O tal vez solo
era para no quitarme el derecho.
- ¿Quieres que lo haga? – le pregunte a
la defensiva
- Me da igual. – dijo eso y la perdí de
vista.
No
tarde ni medio segundo en saber que era lo que tenía que hacer. Ir tras ella.
Al
llegar al salón estaban todos ahí. Me miraron y mi madre me guiño un ojo, mi
padre asintió con la cabeza y Gabriel me sonrío
- ¿Estas lista? – le pregunte buscando su
mano con la mía
- Si – dijo seca – Nos vemos en un rato
Comenzó
a caminar hacia el coche lo más rápido que pudo para dejarme atrás, de solo
mirar lo guapa que se ponía día a día con el embarazo y ver lo que este hacía
en su cuerpo me excitaba, no podía pasar mucho lejos de ella.
No
dijo nada, no dije nada. El viaje a la consulta fue completamente en silencio
cada vez que le baja el volumen al radio para hablarle ella lo subía aún más
dejando claro que no quería cruzar palabra conmigo. Esto estaba siendo duro. Aún
más cuando a reojos miraba sus piernas desnudas y cruzadas.
Sabía
lo que hacía, esta mujer me estaba castigando. Pero cuanto la amo.
- Señorita Renata – la saludo la
secretaria del médico.
- Hola – le sonrió - El doctor Felipe me está esperando
- Adelante –
No
sabía si debía quedarme o pasar, ósea con la rabia que traía me hacía dudar que
me negara estar en ese momento.
Saque
esos pensamientos y camine tras ella.
- Renata, Thiago. – nos saludó el doctor.
- ¿Cómo va vuestro embarazo?
- Fatal – dijo dejándose caer en la silla
– Vómitos, mareos, mal genio, horrible
No
podían estar más de acuerdo con ella, esos síntomas las tenías cada mañana y
cada segundo del día estaba de buen humor
- Muchacha – río – Es normal.
- Pero doctor es horrible todo esto
- Ya cuando tengan a vuestro hijo en sus
brazos lo olvidareis, y os aseguro que querrán volver a repetir el proceso. ¿No
piensas en tener más hijos?
- No lo sé – suspiro Renata
- ¿Qué opina el papá? – me pregunto
alzando una ceja. Solo me encoja de hombros. ¿Qué más se supone que podía
decir? – Le dejas la decisión a la mujer, te aseguro que tendrás como mínimo
tres hijos dando guerra. – sonreí y
Renata resoplo
Mientras
le hacia una encuesta y tomaba apunte de todo lo que Renata le relataba yo
estaba con la mirada en los cuadros de decoración, que no decoraban si no que
horrorizaban. No había pensado nunca pasar por esto, pero ahora que lo estaba
no lo cambiaría por nada. Pero pensar en el parto me aterraba y eso era
exagerado ya que apenas tenía 10 semanas. Me faltaban unas 28 como dijo mi
padre, era un Lackington y no pasaría mucho dentro de su madre.
La
pasaron a la sala contigua donde le practicarían los análisis respectivos, de
sangre, orina y la esperada ecografía. Mientras ella se preparaba Felipe me
contaba que ahora si lo podríamos ver más claro, y que lo más espectacular
sería escuchar su corazón.
Desde
que me indicaron donde ubicarme puse mi mente en blanco y no separe de vista la
pantalla donde se trasmitía el mejor canal de la vida.
Si
había algo digno de admirar era mi hijo con sus pequeños 3 centímetros, era tan
diminuto, pero era mío.
Tanto
el cómo Renata estaban en perfectas condiciones y escuchar su corazón galopar
fue una experiencia que me encantaría repetir una y mil veces. Todo ese tiempo
tuve su mano firme a la suya y no lo negó.
El
medico nos dijo que dado los antecedentes de ella era mejor suspender las
relaciones sexuales con penetración hasta ya entrado los 4 meses así nos
asegurábamos que el bebé se mantuviera. A regañadientes accedí ya encontraría
la manera de estar de igual manera en contacto, no todo era la penetración
habían mil maneras de sentirla mía.
Salió
con una hermosa sonrisa y aproveche su buen estado de ánimo para llevarla a
comer fuera, pero se negó me dijo que estaba cansada y quería volver cuanto
antes a la casa.
No
me pude negar. Primero ella y mi hijo.
- ¿Cómo les fue? – pregunto Ian cuando
entramos a la casa
- Bien – contesto buscando en la carpeta
las fotografías que nos habían dado. – Aquí lo tienes. Es del porte de una
aceituna – y le hizo la seña con la mano – Muy pequeño pero su corazón late muy
rápido
- Que bien – la tomo de la mano y la
llevo hacia el salón. Este niño estaba llevándose toda la atención de mi mujer
- ¿Renata? – la llame antes de que
desapareciera y se volteo a mirarme, me guiño un ojo y me dedico una hermosa
sonrisa
No
me quedo más que resoplar y seguirlos.
Todos
estaban emocionadísimos viendo las imágenes y haciéndole todo tipo de
preguntas.
***
- ¡No me pienso ir a dormir a ningún otro
lado! –
Hacia
media hora que Renata me reclamaba que no quería dormir a mi lado porque estaba
muy enojada conmigo. Pero tampoco quería que habláramos las cosas, solo estaba
negándose a lo innegable.
- Si no te vas tú lo hare yo –
- No pienso permitirte tamaña idiotez
- Deja de llamarme idiota – me reclamo -
¿Te acuestas con mi nueva abogada? ¿Por qué yo no sabía que te habían sacado
del caso? ¿Me vas a seguir mintiendo?
- Por millonésima vez, que no me acuesto
con Florencia
- Pero la llamas por su nombre
- Claro que sí, Renata ¿Todo son celos?
- Deja de decir eso Thiago, tú y tus
mentiras me están cansando
- Y a mí tus peleas sin fundamente.
Revisaste mi computadora y yo no te he reclamado, estuviste con alguien que te
trajo esas fotos y yo no he opinado en nada. Si no te dije que me habían sacado
del caso fue para no preocuparte y si no te dije que Ernesto estaba libre era
para que no te estresaras más. ¿Tanto te cuesta entenderlo?
- ¿Tanto te costaba decirme eso?
- Pero Renata…
- Renata nada. Thiago estoy dolida, estoy
sumamente dolida contigo y con todos. No he querido decir nada porque a mi
hijo…
- Nuestro – intervine
- Nuestro – corrigió – le hace daño, pero
no quiero dormir contigo
- Lo lamento, pero no me iré y tú tampoco
La
puerta de la habitación se abrió de golpe. Victoria estaba aquí. Mi Abu estaba
furiosa lo podía notar en su cara.
- Ya basta – dijo cerrando la puerta tras
ella – Thiago y Renata van a dejar de estar discutiendo, que ninguno de los dos
piensa en mi pobre bisnieto que esta absorbiendo todo esto. – Me miro con
disgusto – Tú le ocultaste cosas – me apunto – Yo te lo dije, ella se va a
enterar y se va a enojar, no me tomaste en cuenta – ahora la apunto a ella – Tú
estuviste revisando sus cosas. Los dos hicieron cosas malas, pero ya dejen de
pelear. ¿Qué familia le darán a ese bebé si ninguno de los dos da su brazo a
torcer?
- Victoria no puede ser que tú también lo
supieras – dijo Renata dolida
- Claro que si, en parte fui yo la que
dije que no se te mencionara que Cota estaba viviendo con ese infeliz. Ella es
grande mi vida, sabe lo que hace o al menos eso creemos. No podemos ir y
sacarla a la fuerza. La niña está con nosotros y es lo que importa
- Pero…
- Pero nada. Thiago vete al cuarto de Ian
- No – me negué no me iba a ir a dormir a
ningún lado.
- Entonces me iré yo – dijo Renata
poniéndose de pie – ¡Tanto te cuesta aceptar que no quiero compartir mi cama
contigo!
- Si – grite ofuscado
- Thiago no grites – dijo mi Abu
- Entonces habla con ella. Abu hazla
entrar en razón
Dije
eso y salí del cuarto ya no podía más.