Capítulo 2
Hacia un mes que Isamar no encontraba el final del túnel, no
encontraba la manera de salir adelante luego del duro golpe que le ponía
nuevamente la vida. Su Abuela quien la había criado desde que tenía uso de
razón ya no estaba con ella.
Llevaba como el mayor de sus tesoros aquel cuaderno viejo,
no se había atrevido a abrirlo por nada del mundo, todo estaba muy reciente.
Tenía que pensar como seguir, como mantener esa casa que ahora se hacía gigante
para solo una persona. No sería una por mucho tiempo ya que su bebé seguía
creciendo dentro de ella.
Por su cabeza había pasado la idea de enviar a esa criatura
junto a su familia al cielo, pero no se había atrevido, pensaba que nunca su
mama nunca se lo habría permitido.
Recordaba la última noche que la había visto “Estaría defraudada si no lucharas por ser feliz y por ese bebé”.
Se había quedado con esas palabras.
Aquella tarde ella estaba sentada en la entrada de la casa
como ya se había hecho costumbre desde que estaba sola a mirar como pasaban los
coches por fuera de la casa. Cuando un coche paro frente a su entrada.
Del coche bajo un hombre que iba por lo cincuenta años, de
cabello blanco, una enorme barriga y un traje que debía haber sido puesto a la
fuerza.
- ¿La señorita Ferrada?
– pregunte aquel hombre extraño llegando a la altura de Isamar
- Soy yo – dijo
con cara inexpresiva.
Si algo había aprendido en sus clases de teatro era a no
mostrar sentimientos.
- Soy Max Cortes
– se presentó tratando de parecer amable, claro estaba que ver a una muchacha
tan joven le había partido el corazón y mucho más cuando no traía buenas
noticias.
- ¿Qué es lo que
necesita? – Isamar se puso de pie, para no dejarse intimidar. - ¿En que lo
puedo ayudar señor?
- ¿Podemos
hablar dentro?
- Si no le
importa preferiría que fuera aquí
- Lo comprendo.
No traigo buenas noticias señorita
- Explíquese
- ¿Podemos
pasar?
Aun en contra de su voluntad lo invito a pasar y guio hasta
el pequeño salón, no se preocupó en sus modales ni mucho menos ofrecerle algo. ¿Para qué? Si no trae buenas noticias
pensó Isamar mirándolo fijamente a los ojos negros
- Lamento
informarle señorita, que debido a las deudas que poseía la señora Ferrada,
quien tengo entendido es su Abuela
- Así es – En
casa momento que el hombre se tomaba para lanzar la bomba, Isamar se ponía
mucho más nerviosa. Desde cuando su abuela tenía deudas, en que momento lo hizo
- Esas deudas alcanzan
una suma de 10,5 millones. – la cifra que no era tan alta a Isamar se le hizo
inalcanzable debido que a con mucho esfuerzo llegaba a final de mes. – Al ser usted la única heredera de la Señora
y beneficiada con la pensión que el gobierno le otorgaba. Debo comunicarle que
será suspendida y deberá cancelar la totalidad del monto en un plazo máximo de
2 meses o perderá esta propiedad.
- ¿La casa?
- pregunto asombrada por la frialdad con
la que aquel extraño le decía que no solo había perdido al único ser que tenía sino
que también perdería lo único que le había dejado.
- La casa –
confirmo. Muy a su pesar, Max solo cumplía con su trabajo. - ¿Tiene más
familiares?
- No – contesto
en seco Isamar – Alexandra Ferrada era lo único que tenía, aparte de esta casa
- Le recomiendo
que venda la casa, le puede sacar un buen precio y cancelar la deuda. Si tiene
suerte quedara con algo a su favor y podrá alquilar algo más pequeño para usted
- Don Max – dijo
seria – Estoy embaraza
- Cuanto lo
lamento – Max agacho la cabeza, era lo más duro que le tocaba decir – Eso no es
impedimento para que las acciones legales se lleven a cabo si no paga en el
plazo establecido.
Dejo sobre la mesa un sobre y salió de la casa tan rápido
que no le quedo ni la sombra.
Isamar asombrada por todo, y mucho más dolida porque sentía
que no le quedaba nada tomo el sobre y con dedos temblores lo abrió. Dentro
estaban los documentos que acreditaban que todo lo que le habían dicho era
verdad. No tenía nada.
Era el momento de comenzar a empacar y aprender a vivir, lo
primero que haría a la mañana siguiente sería congelar los estudios, ya no
podía darse ese privilegio. Buscaría una tal vez si tenía suerte un pequeño
piso alejado del centro de la ciudad. Y un nuevo empleo aunque con un embarazo sabía
que era casi difícil conseguir algo mejor a lo que tenía. Nadie quería
contratar a una futura mamá.
Como pudo se tranquilizó y pensó en llamar al papá de su
hijo, tal vez darle una nueva oportunidad le conseguiría donde vivir, en el
momento en que lo pensó desistió de la idea. Felipe era y sería para siempre
una mierda de persona. Pero entonces estaban sus amigas, las mismas que le
habían dado la espalda cuando más las necesito. Y sus amigos, decirlo en plural
era mucho cuando solo era Fabián el que siempre había estado cerca.
***
Cuando salía de hablar con el director de carrera, sentía
que su mundo se acababa en ese lugar, pero en una semana había agotado todos
los medios para poder salvar su casa. En los bancos le habían cerrado la puerta
en las narices, no era fiable. Eso le habían dicho más de 5 veces en menos de 3
días. A una estudiante no se le dan créditos, a no ser que sea de estudio. Pero
Isamar no tenía donde vivir, como iba a poder seguir estudiando. ¿Con que
costearía los trajes? Estaba todo perdido.
- ¡Detente! – se
escuchó por el pasillo.
Había querido que nadie la viese en ese momento, pero era imposible
a Fabián nada se le pasaba.
- ¡Hola Fabi! –
trato de ser lo más amable que pudo a pensar del nudo de emociones
- ¿Por qué no estás
en clases?
- Acabo de
congelar la carrera
- Pero Isamar
Ferrada ¿Qué estupidez acabas de hacer?
Fabián no pudo contener la rabia al escuchar eso, sabía lo
mucho que le había costado entrar en la universidad, también sabia el gran
sacrificio que había hecho en vida Alexandra por que su única nieta fuera una
profesional y ahora ella como si nada le decía que dejaba de estudiar.
- No puedo
seguir aquí – dijo con mucho pesar.
- Vamos a la cafetería y me lo contaras todo
–
Sin resistirse y por lo bien que le vendría comer algo en
ese momento Isa lo siguió todo el camino, caminaron en completo silencio,
ninguno de los dos sabía que decir.
La última mesa donde los últimos rayos de sol del frio otoño
ingresaban era la elegida para escuchar toda la historia.
- ¿Qué quieres
comer? – pregunto amable Fabián antes de tomar asiento a su lado.
- Nada – le
contesto Isamar
- Bien
Durante los minutos que se encontró sola, miro por última
vez ese comedor donde alguna vez compartió desayuno con las que creía que eran
sus amigas, con las que alguna vez había confiado.
Fabián volvió a la mesa con una media luna y dos latte de
vainilla, el preferido de Isamar.
- ¿Por qué
dejaste la carrera?
Sin rodeos y como necesitaba hablarlo con alguien Isamar le confió
sus secretos y temores a su joven amigo. Por más de una hora Fabián escucho
atento todo lo que ella le contaba y lo difícil que se le estaba poniendo poder
cumplir la promesa que le había hecho a su abuela minutos antes de morir. Pero
sin saber porque le oculto su pequeño secreto
- Si me hubieras
llamado podría haber estado contigo –
- Lo sé y te lo
agradezco, pero en ese momento no pensaba en nada –
- Claro que lo hacías.
– le tomo la mano cariñosamente e Isa lo dejo, en ese momento se sintió
comprendida y por un momento hasta querida como hacía un mes no se sentía –
Pero yo fui el ciego que no se dio cuenta de nada
- ¿Cómo ibas a
saberlo? –
- Les pregunte a
las chicas por ti el día en que no apareciste por clase de literatura y ellas
solo me ignoraron. Debí haber ido a tu casa. Isa enterraste sola a tu abuela,
viviste todo el proceso sola
- Solo éramos
las dos –
- Ahora somos
los dos – le dijo con su gesto muy amable que ella no se esperaba – Yo vivo en
un departamento que mis padres pagan mensualmente, tiene un cuarto extra.
Puedes mudarte conmigo. Vender la casa, de esa manera y con más tranquilidad
puedes pensar que hacer. Está de sobra decirte que no te cobraría alquiler.
- No puedo
aceptar eso
Aun que era una buena solución la que su amigo le proponía,
ella aun creía que podía solucionar las cosas sin necesidad de vender la casa.
No quería despojarse de eso. Haría lo que fuera para mantenerla suya.
- Mira es la
mejor solución por el momento. Tal vez no necesites venderla. Vente conmigo y
podemos pensarlo entre los dos. Pero siempre está la opción de la venta.
- Es la peor de
todas.- dijo muy a su pesar. – Es lo único que mi mama me dejo, no quiero
perderla
- Podemos
pedirle dinero a mi hermano
- ¿Y luego como
se lo pagare? Seguiré en la misma situación
- Se lo ibas a
pedir al banco que diferencia tiene que sea mi hermano quien te lo preste -
- No, no quiero estropear
nuestra amistad
- Piénsalo – le
acaricio la mano que aun sostenía – ¿Cuántos cuartos tiene esa casa?
- Tres –
- Podrías rentar
dos. Yo rentaría uno y devolvería el departamento
- ¿Qué ganaría
con eso?
- ¿Cómo que
ganarías? Juntar los dineros de la renta para pagar la deuda.
En ese momento una sonrisa salió en el rostro de Isamar, no
era una mala idea hacer lo que su amigo le proponía. Solo tenía que conseguir
una cita con el hermano, plantearle la situación, firmar un contrato de cuotas
y podría salvar su propiedad, aunque eso no le aseguraba poder volver a la
universidad.
Terminaron de tomar su segundo latte de vainilla cortesía de
Fabián mientras detallaban cuando podrían hablar con ese hermano generoso que
estaría dispuesto a ayudarla en este preciso momento.