Hola, antes de que puedan leer el capítulo número 50, el final. Debo comenzar contando un poco y pidiendo las disculpas pertinentes por la demora y la demora y la mas demora en la salida de los últimos capítulos.
La verdad es que no era mi intención alargar tanto, tanto la historia. (no es que haya inventado mas cosas en medio, no) Desde el año pasado (mucho tiempo a estas alturas) vengo entregando capítulos siempre con mucho tiempo de distancia pero eso no provoco que dejaran de leer, las visitas al blog's siempre eran altísimas. Y agradezco eso :) Como much@s ya saben bueno termine mi carrera en diciembre (primer motivo de demora) fueron 4 años de estudios y todo eso (saben a lo que me refiero, mucho estres) Desde que terminaron las clases nos faltaba el paso final "Seminario de titulo" Bien ese proceso fue HORRIBLE muchas noches sin dormir y todo eso... Pero el viernes que paso (19/06) Di mi examen final con el cual me entregaron por fin mi titulo :) Así que eso... no era que no quisiera... era que no tenia nada de tiempo. Pasado el proceso he dormido una cantidad de horas inimaginables. :P Listo no les doy mas la lata y les dejo el capitulo. :)
El final de Caminos Inesperados, muchos cariños y muchas gracias por todo a todos/as las que ya desde hace mucho siguen las cosas que salen de mi cabeza jajajaja... Pronto, pronto vendré con algo nuevo... Ya les estaré contando durante el Epilogo :)
¡Que lo disfruten!
Rocio
Capítulo final.
Cuando
la vida ingresar a la iglesia del brazo de su padre, por fin en ese momento
pude respirar aliviado. Estaba tan hermosa con su vestido de novia que ni
siquiera me importó que no fuera blanco como yo lo quería. Aún si hubiera
llegado vestida de negro se vería completamente hermosa para mis ojos, y
seguiría completamente y absolutamente enamorado de ella.
Renata
Omalei me había aceptado por segunda vez como el hombre de su vida, yo la
estaba haciendo mi mujer nuevamente a pesar de todas las adversidades, una
hermana con celos fraternales, un éxito marido abusador, una huida de mi lado
dejando a un recién nacido solo. Todo eso simple y sencillamente quedaban en el
pasado desde este momento.
En
la primera fila del lado derecho estaba mi familia, mis padres, hermanos,
cuñado y sobrina. Detrás de ellos esos amigos de toda la vida con los que hace
ya más de siete años realice ese viaje que cambio mi vida. Donde hice por
primera vez el amor, donde conocí el amor a primera vista. Donde la vi ya hecha
toda una mujer, una mujer que llegaría a completar mi vida.
A
la izquierda mis suegros, con Carol a su lado. Esa pequeña que no tenía culpa
alguna de venir a esté mundo con una madre que jamás podía ser tan buena como
la de mi hijo. Y hay estaba él, la razón de mi vida. Sin duda una de las
mejores cosas que había hecho. Mi pequeño y travieso Adam Lackington. Ese niño
que por un año fue completamente mi responsabilidad, fui su padre y su madre.
Velé su sueño y cuide de él como el mayor tesoro que me había dado la vida, era
mío al igual que su madre y todos los hijos que la vida nos mandará.
A
mi lado y como la madrina de enlace de Renata mi querida y adorada abuela,
Victoria. Esa mujer que con sus consejos y ayuda había logrado hacer crecer el
vínculo de Renata y Adam, que no le importó como me fuera a poner por actuar a
mi espalda buscaba el bien para mi hijo.
El
resto de los invitados simples espectadores de la unión, compañeros de trabajo
y otras personas que para mis padres y suegros eran importantes, a nosotros nos
daba igual. Solo la gente de adelante eran las que nos importaban.
- Te entrego a mi hija, cuídala y
protégela siempre. Pero por sobre todo amala como se merece
Las
palabras de tío Gabriel, junto al momento en que me entrego las manos de Renata
pusieron un nudo en la garganta que no se fue en toda la ceremonia. Dicen que
las mujeres se ponen sentimentales en las bodas. Bueno yo estaba conteniendo
las lágrimas y en cada momento que pasaba presionaba la mano enlazada de mi
amor, mi único y verdadero amor.
El
momento de los votos había llegado, no quería repetir lo que el sacerdote
decía, no eran mis verdaderos sentimientos. Pero habíamos llegado a un acuerdo.
(Siempre había una manera de no cumplir las reglas)
-Yo Thiago Lackington, te tomo a ti.
Renata Omalei como esposa. Para amarte y respetarte, en la salud y en la
enfermedad todos los días de mi vida - repetí las palabras mecánicamente -
Porque mi vida sin ti no tiene ningún sentido. Te amo, eres mi vida y lo serás
hasta la muerte.
Sin
despegar mis ojos de los de mi mujer veía cada lágrima de felicidad que caía
por sus mejillas.
- Yo Renata Omalei, te acepto a ti,
Thiago. Como esposo, amigo y amante. En la riqueza y pobreza, salud y enfermedad.
Todos y cada uno de los días de mi vida.
Se
dejaron escuchar los aplausos y silbidos de mis amigos. Sonreí sin mirarlos, no
quería perderme ni un gesto de la cara de Renata. En ese momento y con la bulla
generada, las palabras de Adam nos hicieron voltear (Incluso con eso seguía
siendo la boda perfecta) Renata le hizo un gesto de silencio que solo provocó
que Adam la comenzará a llamar con más insistencia casi al borde de las
lágrimas.
Contra
todo pronóstico y escrito de las bodas le solté la mano a mi mujer y corrí
hasta nuestro hijo
- Ven acá - se lo arrebate a mi suegro y
volví a mi lugar.
Con
Adam en mis brazos y de la mano de mi esposa el sacerdote dio por terminada la
misa y dijo por fin eso que tanto estaba esperando.
- Puede besar a la novia
No
lo dude y le di un romántico beso en su labios, con unas pequeñas manos de por
medio.
- Ahora eres mi mujer ante los ojos de
Dios - dije volviéndola a besar
- Y para siempre.
***
La
comida, el baile, las fotos y miles de felicitaciones nos tuvieron en el
festejo hasta entradas las cuatro de la mañana, ese fue el momento en que
Renata apoyo su cabeza en mi hombro y susurro coquetamente que necesitaba ir a
una habitación. Ni pensar que yo deseaba lo mismo, quería acostarme en muestra
cama y tenerla entre mis brazos, aún fuera solo para dormir. Cosa que haríamos
después de hacerle el amor.
- ¿Segura que no te molesta quedarte con
Adam esta noche? - le pregunto Renata a mi madre, como por... décima vez.
- Me hace feliz tener a mi nieto en casa
- dijo dándole un beso en la mejilla
- Gracias mamá - está vez le di un abrazo
- Mañana pasaremos por casa antes de irnos
- Crie tres hijos - me regaño - Y Adam es
mucho muchísimo más tranquilo de lo que eras tú a su edad.
- Los llamaremos cualquier cosa - dijo mi
padre abrazando a Renata - Sólo disfruten de ustedes y no se preocupen de Adam.
- ¿Nos vamos? - le pregunte a Renata
quien volvía a besar la cabeza de Adam.
Casi
la saque a arrastrando del salón y la subí al coche. Antes de comenzar a
conducir la atraje por el cuello hasta mi boca y se la devoré como llevaba un
par de horas sin hacerlo.
- ¿Lista para el comienzo de nuestra
nueva vida?
- Completamente lista y segura, amor.
- Hoy, ahora y para el resto de mi vida
soy el hombre más feliz de esta tierra.
- Y yo la mujer, todo fue hermoso. Incluyendo
y destacando el terminó de la ceremonia.
- Fue la mejor parte. Adam siempre
haciéndose presenté.
- Te amo - me beso
- Te amo - la bese.
Cuarenta
minutos más tarde llegábamos a nuestra habitación sin nada que se interpusiera
entre nosotros. Vimos el amanecer en medio de que nos hacíamos el amor, nos
profesábamos y gritábamos nuestro amor. Cuando nos ganó el cansancio, abrazados
y sudorosos nos dormimos. Más feliz que cualquier otra noche, que cualquier
otro día.
Llevábamos
dos horas de viaje y Renata aun lloraba por haber dejado al niño, se tardó más
de una hora en despedirse de Adam. Verla así, fue duro, por un momento dude si
era buena idea dejarlo. Al final mi madre termino por sacarnos a la fuerza de
su casa.
- ¿Te sientes mejor? - pregunte
presionando su muslo para llamar su atención
- ¿No te da pena haberlo dejado? -
pregunto en un sollozo
- Mucha - admití - Pero estará bien
cuidado
- Lo sé - apretó mi mano - Pero lo voy a
extrañar, adoro cambiar sus pañales hediondos y ordenar todo el día sus
juguetes
- Creo que yo también - suspire - Te amo,
cielo y necesitó que pasemos nuestra luna de miel. Prometo que volveremos
pronto con Adam
- Sé que con él acá, no sería lo mismo.
- Amor - la llame - No quiero sonar
egoísta, pero te prometo que ni tiempo de recordarlo. Tendrás 24 horas para
hacerme feliz.
- ¿Hacerte feliz?
- Si - le guiñe un ojo - Muy feliz
- ¿Y tú me harás feliz? - preguntó
entrelazando nuestros dedos
- Sólo si dejas de llorar y comienzas a
sonreír - hizo el amago de una sonrisa - Sé que lo puedes hacer mejor.
- Voy a llamar para saber cómo esta
- ¡Ni lo intentes!
- Solo para quedarme tranquila - rogó -
Tu no lo entiendes
- ¡Basta! - gruñí - Amor, si no estarás
tranquila, si no disfrutaras el viaje... ¿Quieres que volvamos? – suavice mi
noto de voz al ver que de esa manera conseguiría nada con ella.
Renata
se quedó por un par de minutos pensando la opción de volver, en el primer
centro de servicio de gasolina me detuve. Saque mi cinturón de seguridad y me
giré hacia ella.
Al
tomar su mano con la mía pude notar como temblaba, su anillo de boda estaba en
ese lugar y me decía, me gritaba que este era nuestro para siempre.
- Amor - busque su mirada - Haría
cualquier cosa por ti, sobre todo para verte feliz. Si no estás a gusto con
esto, si no quieres ir de luna de miel, solo tienes que decirlo.
- Si quiero - susurro haciendo pucheros -
Se siente como si lo abandonáramos – me abrazo - es como si lo volviera hacer.
- ¡Oh! Amor - le bese la cabeza y la deje
llorar sobre mí.
Era
casi una ducha de agua fría, escucharla decir eso fue ¡Uf! Lo habíamos
superado, pero ella misma aún no se lo perdonaba. En eso nada podía hacer, era
algo de ella. Por más que muchas veces le había dicho que era algo de lo que
nunca se debía enterar.
Luego
de un café, un par de medias lunas, más lágrimas retomamos nuestro viaje. Claro
no antes de que Renata llamara a mi madre para asegurarse que su hijo estaba
bien. ¿Cómo no iba a estarlo? Ni por un segundo se me paso por la cabeza que
podría estar de otra manera, tal vez extrañarnos, o sus cosas. Pero nada que
fuera a hacer tan terrible. Cuando me paso el móvil y hable con mi madre, ella
me dijo que le tuviera paciencia y que lo pasáramos bien.
A
las ocho de la noche llegamos a la bonita ciudad de Valdivia, que nos recibiría
en nuestra segunda noche de casados. Nos registramos en el precioso hotel con
vista al Rio Calle-calle en todo su esplendor y con sus cambios de color
provocado por la baja del sol.
Aprovechamos
la agradable temperatura para salir a recorrer los alrededores, el mercado de
artesanías, la costanera del rio, la escultura del magnetismo de la tierra. Las
calles llenas de locales comerciales donde podías encontrar según los
residentes las mejores cervezas. Ambos nos miramos y no perdimos tiempo. En la terraza
de un local decorado y pintado como Alemania, nos sirvieron unas delicias de
Arándano, Mie, sin filtrar y las clásicas.
Uno
de los meseros que resultó ser el nieto de un inmigrante alemán con más de 60
años en nuestro país, nos contaba la historia de sacrificio y los esfuerzos por
sacar su propia línea de cerveza artesanal.
- Mañana antes de seguir - digo para
llamar la atención de mi mujer - Iremos a un parque donde en la laguna
encontrarás muchas flor del loto, además de esculturas en piedra y fierro.
- Creo que tanta cerveza - río - Me
duelen un poco la cabeza
- Está bien, amor - llame al mesero - La
cuenta por favor.
- De acuerdo
Renata
verdaderamente estaba tocada por efecto del alcohol, llegamos a nuestra
habitación y me desnudo de inmediato. Verla sacarse la ropa de una manera
salvaje y sin ninguna intensión de excitarme, fue un detonante más que rápido
para que la siguiera en la ducha.
- No recuerdo la última vez que estuve
así de ebria -
- Ni yo - me burle y la tome por la
cintura - La última vez que sin proponerlo estuviera tan excitado por ti.
- ¿Anoche? - bajo sus manos mojadas por
mi espalda dejando la huella de sus uñas en mi piel
- No - masaje sus glúteos - Me provocaste
desde que entraste en la iglesia
Los
besos fueron tomando pasión, las caricias ya no eran románticas eran locura,
lujuria, morbosas. El desenfreno de nuestra pasión nos llevó a disfrutar del
sexo bajo aquella ducha, en la espaciosa cama de la habitación.
A
dedicarnos a amarnos, a disfrutarnos a complementarnos a tener ese tiempo que
con un niño de un año seis meses se vuelven prohibitivas en algunos momentos
que se ven cuartadas en los momentos en que más los deseamos. Aun así y por
todos los contra amábamos a ese ser, y volveríamos a encargar otro pronto.
A
la mañana siguiente nos despertamos enredados entre nuestros cuerpos exhaustos
y felices, compartimos ducha y desayunamos en el restaurante del hotel entre
risas y anécdotas de nuestra niñez cuando Renata no era otra que la niña consentida
de mis padres, la que me robaba su atención
- Pareces un niño mimado y celoso - se
burló
- En ese entonces lo estaba
- Ese era el momento en que me tirabas el
cabello o me escondías las muñecas
- Y tú llorabas. Mi mamá me retaba - le
tome la mano - Lo recuerdo muy claro. Pero también me recuerdo cuando tuviste
esa fiesta en la escuela y yo como era tu mejor amigo pensé que me llevarías
- ¡Claro que eras mi mejor amigo!
- No tanto porque no me invitaste a mí,
sino a tu compañero de curso.
- Éramos unos niños y tú eras muy menor
para ir conmigo.
- Sigo siendo menor - le saque la lengua
- Ahora deberás llevarme a las fiestas de la universidad
- No me lo recuerdes - río - Pero no iré
a fiestas, pareceré más la mamá que su propia compañera.
- Una muy muy sexy, amor. Pero claro que
iremos son experiencias que no debes perderte. Aparte y no menos importante
estás muy fogosa con alcohol.
- No me lo recuerdes que tengo un poco de
dolor de cabeza
- Resaca - me reí
Como
le había prometido caminamos por la ciudad de los Ríos hasta llegar al Parque
Saval reconocido por su hermosa laguna de Flor del Loto, por todos lados se
respiraba aire puro, tranquilidad y el verde maravilloso de la naturaleza.
Seguimos el sendero por medio de hermosas figuras hechas de fierro, algo digno
de fotografiar y llevar de recuerdo para luego mostrar a nuestras familias. Un
rinoceronte en piedra fue el que mayor tiempo le tomo a Renata que no podía creer
la calidad del trabajo realizado. Comimos en una de las cervecerías Alemana más
reconocida donde nos atendió una mujer vestida como si estuviera en la
antigüedad de aquel país.
Por
la tarde seguimos el recorrido, llegando a un maravilloso lugar llamado Aguas
Calientes, una pequeña pero hermosa cabaña con vista a la cordillera de los
Andes.
- Vamos a llamar a nuestro pequeño - la
anime
- Tenemos conexión WiFi - salto de
alegría - Llamemos por Skype.
- Okey, amor. Llamaré a mi madre para que
vayan a una computadora.
Mientras
Renata se duchaba aproveche de marcar el número de mi madre, pero luego de dos
intentos, preferí llamar a mi padre.
- ¿Cómo va la luna de miel, hijo?
- Excelente. Gracias por la
recomendación.
-
Sabía que les iba a fascinar, tienes en parte el mismo amor por la naturaleza
que tu madre. ¿Pasaran por la hacienda?
- Tal vez, me gustaría ver cómo están
esas tierras.
- Bien, Thiago. Tenemos intención de
vender esas tierras con tu madre.
- Ya lo hablaremos cuando vuelva. Papá
¿Cómo está mi hijo?
- ¿Cómo va a estar? Bien, esta.
- ¿Están en casa? Queremos verlo vía
Skype
- Tendrás que llamar a tu hermana porque
se lo llevo hace un par de horas.
- ¿Por qué se lo llevo, tan mal se está
portando?
- Si te dijera que no te mentiría, se
porta fatal, es como que volvieras a ser tu cuando niño. Pero esa vitalidad y
felicidad que entrega es la que nos tiene muy felices. Amamos a nuestro nieto,
pero Dani se empeñó que quería quedarse con él y no la pudimos detener.
- ¡Ay mi Dani! Bueno entonces la llamaré
a ella. Un beso para mamá, los quiero.
- Disfruten y que vuelvan sin novedad. Te
amo, hijo.
- ¿Todo bien con Adam? - preguntó mi
mujer con su sexy pijama con una familia de Osos en la parte delantera.
- Así es mamá Osa. Pero debemos llamar a
Dani.
- ¿Por qué está con ella? ¿Le paso algo?
- Lo secuestro, se lo robó. Iba a
llamarla ahora.
- Yo lo hago, ve a darte una ducha
mientras
- También quiero ver a mi hijo. - gruñí
haciéndome pasar por molesto
Renata
me arrebato el móvil de las manos y marco el número de Dani, primero las
escuche reírse mientras me daba la ducha sugerida, luego las escuche despedirse
y posterior a eso vi a mi mujer entrar en el baño.
- ¿Cómo está?
- Dani dijo que bien, que estaba
durmiendo ahora. Estuvieron toda la tarde en la casa de su suegra jugando en la
piscina, al llegar al departamento lo baño y se quedó dormido. Tenía ganas de
verlo.
- Yo también - admito - Anda ven a
ducharte conmigo.
- No - dijo con rotundidad - Me voy a
meter en la cama.
- ¿Por qué amor?
- Me duele la cabeza
- ¡¿Qué?! Ni una semana de casados y ya
comenzamos con eso
-
jajajajaja - salió riendo del baño - Y no metas mucho ruido al acostarte
- No te quedes dormida, mujer. ¡Estamos
de luna de miel! - grite cortando el agua
- Eso no significa que tengamos que tener
sexo a todas horas - respondió
- Pero si no he dicho eso - susurré
llegando a su lado aun mojado
- ¡Ve a ponerte algo! - dijo
escabulléndose entre las ropas de la cama - Y sécate porque estas dejando todo
mojado
- Lo haré.- me lance sobre ella en la
cama y la bese descaradamente - Mañana
si estas mejor me gustaría que saliéramos a caminar por el santuario que está
al otro lado del río
- Claro que si – dijo sin aliento, con
sus preciosos ojos que pedían más la deje en la cama y volví a terminar mi
ducha esta vez de agua helada.
Los
siguientes cinco de días de luna de miel disfrutamos de muchísimos lugares en
los interiores de pueblos muy pintorescos, degustamos la gastronomía del sur de
nuestro país y en cada lugar luego de la
comida mi mujer de quejaba de lo mucho que iba a engordar por mi culpa. Las
caminatas eternas solos o en compañía de algún grupo al que nos uníamos eran de
cada día. Varias de esas noches salíamos con grupos a algún bar ya fuera a beber
o a comer. La complicidad entre nosotros crecía en cada minuto que pasábamos,
al igual que nuestro amor.
El
día que teníamos presupuestado volver rumbo a nuestra casa Renata no paro de
comprar pequeñas cosas para regalarle a nuestras familias y sobre todo cosas
para Adam. Fueron dos maletas al salir de casa ahora volvíamos con tres y un
montón de bolsas en el asiento trasero. El más bonito y sin duda desde que lo
vida supe que era para él, un pequeño caballo de madera.
- Esta última noche solos – la mire a los
ojos - La pasaremos en la hacienda de mi familia.
- Vamos directo a casa, amor – dijo con
voz suplicante
- Solo una parada más. Papá quiere unos
papeles y que le diga el estado en que se encuentra.
- Yo no quiero ir
- ¿Por qué amore? Mañana cuando despierte
de seguro que nuestro bebé estará acá.
- No me gusta este lugar
- Te encantará, en la parte posterior
tiene una laguna que si cuando lleguemos hace buen clima podremos darnos un
baño bajo la luz de las luna. Montaremos a caballo.
- Jamás - grito - No me gustan esos
animales, no quiero ir a la hacienda y no quiero a Adam cerca.
- ¡Hey! Tranquila amor, te aseguró que no
les va a pasar nada.
- Dije que no Thiago. No quiero y no me
vas a obligar.
- ¿Es por lo de tú mamá? - asintió - Eso
paso hace muchos años, nada va a pasarles.
- De igual manera. Si tenemos que pasar –
resoplo – Pasamos ¿Prometes que no pondrás a Adam en un caballo y que tú
tampoco lo harás?
- Si eso te deja más tranquila
- Me gustaría no ir, eso me dejaría mucho
más tranquila. Pero dado que ya tienes todo organizado…
- No fui yo el que lo organizo, fue tu
suegro. Él quiere vender el lugar y lo mejor para hacerlo es que lo vea en
persona. Como nosotros vamos a quedarnos acá… Amor por favor. Hemos tenido una
luna de miel perfecta, ha sido sin lugar a duda una de las mejores semanas de
mi vida. Tenerte completamente y enteramente toda para mí sin duda ha sido maravillosa.
No veo la hora de que podamos volver a repetir la experiencia.
- Volveremos. – Sonrió por fin – Te
prometo que buscaremos la manera de volver aunque sea una vez al año. Pero no
te prometo que lo haremos solos, no
quiero volver a pasar una noche más lejos de Adam. Lo extraño muchísimo
- Ese pequeño bribón –
Cerca
de las nueve de la noche llegamos a la hacienda de mi familia, se veía vieja y
deteriorada, eran muchos años que nadie de mi familia venía a este lugar. Al
comienzo fue porque a mi madre le traía recuerdos de la muerte de la mamá de
Renata, luego con la llegada mía, ellos preferían viajar a España en cada
oportunidad para ir a visitar a mi Abu, con el tiempo se hizo una costumbre
familiar viajar fuera. El padre de Renata que tenía una propiedad familiar muy
cercana luego de la muerte de su madre la vendió y nunca más volvió a hablar de
ello. Sus recuerdos eran mucho más duros que los de mi familia.
Con
la ayuda de Don Esteban, un caballero que se había dedicado a mantener el lugar
y cuidar los pocos animales que quedan dentro de la casa estaba limpio y
esperando por nosotros.
- Buenas Noches. – Saludo amablemente –
Los estábamos esperando. Mi mujer tiene preparada una comida que esperamos sea
de su agrado
- Muchas Gracias – dijo Renata muy
educada saludándolo de la mano – Renata Omalei
- Mi mujer – añadí - ¿Cómo esta, Don
Esteban?
- Bien, gracias joven.
-
¿Cómo están las cosas por acá?
- Igual que siempre, es todo muy
tranquilo y hace unos días nos pario una vaca, así que ahora mismo tenemos un
ternero muy lindo. Mañana les podremos ofrecer leche fresquita y muy natural.
No como esas a las que están acostumbrados
- Wow, muchos años que no tomo leche
recién salida de la vaca. Sera un privilegio darle de tomar a mi hijo cuando
llegue
- ¿Su hijo, joven? –
- Tenemos un niño de poco más de un año.
Viene mañana con mis suegros – aclaró mi mujer.
- A
penas pise esta tierra le tendremos un vaso de leche.
- Gracias. Me gustará verlo juguetear por
estas tierras.
El
cambio de humor de mi mujer fue variando poco a poco a medida que hablaba con
la mujer de Don Esteban, la señora Margarita era muy buena contando historias y
recordando ese tiempo que ya no podía volver atrás. Los tiempos en que este
lugar tenía vida como ella misma decía, sus nietos eran los únicos que
disfrutaban de esto.
Entrando
media noche nos enseñaron el dormitorio que habían preparado llenándose de
disculpas al solo tener una cama de soltero en la habitación. Mi padre
claramente no les había dicho que venía con mi recién estrenada esposa.
- El señor Benjamín solo nos informó que
venía su hijo. Lo lamento, pero preparo de inmediato la habitación principal.
- No se preocupe, nos acomodamos con esto
no es necesario preparar nada más
- Señora de verdad, no es ninguna
molestia.
- No me diga señora. Le he dicho toda la
noche. Mi nombre es Renata. Solo Renata
- Perdone a mi mujer, como el señor solo
nos dijo… Pueden quedarse en nuestra casa, no es tan grande pero si tiene todas
las comodidades y una cama matrimonial para que puedan dormir cómodamente
- Si mi mujer – dije – Dice que podemos estar
cómodos aquí, no dudo de eso.
- De verdad pueden quedarse en nuestra
casa.
- ¿No les molestaría tener a un par de
desconocidos en su casa?
- Conocí a la mamá del joven Thiago
cuando era una niña, conocí a su abuelo que en paz descanse. Conozco a su
padre, al padre de usted, a su abuela. Para mí no son desconocidos señora
Renata
- Bueno si es así. Aceptamos ¿Verdad,
amor?
- Si mi esposa lo dice – reí – Yo solo
acato sus órdenes.
Don
Esteban nos ayudó a llevar nuestro pequeño equipaje hasta su casa, construida
en el ingreso a la propiedad. Verdaderamente yo hubiera estado muy cómodo en
una cama de una sola plaza teniendo toda la noche el cuerpo de mi mujer sobre o
bajo del mío. Era algo muy, muy tentador. Pero no, mi mujer había dicho otra
cosa y la última noche que pasaríamos solos en la denominada luna de miel la
haríamos en la casa de los cuidadores de la Hacienda de mis padres.
La
tenía en mis brazos y eso realmente era lo más importante para mí. Tendría mis
brazos siempre para dormir, para llorar, para reír.
Nuestros
primeros años fuimos amigos, luego simplemente nos perdimos de vista. A los 18
años ese viaje que sin duda era más muy importante para mí, cambiaría el rumbo
de mi vida. Cambio mi vida. Conocí a la mujer, a la que hoy día y para siempre
sería mi mujer. Éramos felices juntos, lo seríamos con Adam y todos los hijos
que llegáramos a tener.
Nos
quedaban cosas por resolver, perdones que entregar, pero la vida se encargaría
de poner las cosas en frente para cerrar capítulos.
- Lamento no poder hacerte el amor esta
noche – le susurre a Renata cuando ya estábamos acostados, abrazados. – No sabes
ser silenciosa, no puedo ser silencioso.
- Estoy en tus brazos.
- Siempre estarás en ellos.
Fin…