lunes, 2 de junio de 2014

#13 Caminos Inesperados

Capítulo 13


      - Renata que alegría verte querida. ¿Cómo estuvieron las vacaciones? Ernesto nos comentó que fuiste a Chile a ver a tu padre ¿Todo bien?
      - Bien – me encogí de hombros – Todo está bien en mi casa
      - Mamá Renata está cansada por el viaje, te importaría si te vas en un taxi en este momento – dijo el idiota de mi marido, hasta para hablarle a su madre es un maldito
      - Claro que no mi vida – me beso en la mejilla – Ya nos veremos para tomar el té.

Solo asentí, que más podía decirle. Si ni siquiera prestaba atención a lo que decía. Mi mente y mi corazón estaban al otro lado del océano, con Thiago, con mi familia y esa estúpida nota.
La noche anterior había sido magnifica, mi amor lo había hecho todo fantástico para mí, lo había hecho con cariño y la muy perra le pagaba así.
Volver con Ernesto no era una opción era una realidad, aquella noche donde todos pensaron que estaba con un hombre, había sido el quien me tenía a su lado, a la fuerza. Fue el quien a punta de amenaza me tenía aquí otra vez fingiendo ser una soñara.
Mis condiciones fueron claras esta vez, tenía que proteger esa semilla dentro de mí. La semilla de la esperanza.

En silencio subí a la habitación y cerré con pestillo, era lo más seguro en estos momentos si quería y necesitaba una ducha, un espacio para mí. Quería botar todas esas lágrimas contenidas.

Añoraba escuchar la voz de Thiago, pero no podía comunicar con él, si lo hacia todos mis planes se iban a la mierda esperaba que a lo menos dentro de una semana pudiera escaparme para ir a la casa de Victoria, era mi salvación. Era el medio para que todos supieran que estaba bien, que dentro de poco volvería.

      - Abre – grito Ernesto.

Desde el otro lado de la puerta podía sentir su impaciencia por entrar a mi espacio. Automáticamente mi cuerpo comenzó a temblar. Sabía lo que me esperaba si no lo hacía y ya no sabía que sería peor.
Con las manos sudorosas lo deje pasar y me senté en la cama esperando su orden de desnudarme o hacerle una mamada. Nada más podía querer.

      - En esta casa no se cierran las puertas. ¿Entendido? – grito enojado. Asentí – Mañana te quiero elegante y guapa. Tenemos una cena con Dorcel – volví asentir – Y luego de eso veremos, si te portas bien, recibes un premio o en su defecto un castigo. Tú decides – volví asentir – Ahora dúchate y ven a la cama. A mi cama. Nuestra maldita cama.

Por más que pedí tener un dormitorio para mí se negó. Era su mujer por lo tanto debía dormir y hacer lo que él pidiera.

Esa noche sentí como volvía a ser violada, a ser forzada a algo que no quería. Pero debía aguantar solo un poco y evitar que me golpease.
Necesitaba hacer esto desde acá y si todo funcionaba podía ser libre. Y eso era lo que más deseaba.

Una semana, una maldita semana y me sentía la por mujer del mundo. Extrañaba a mi padre, a los chicos de la cocina, mis conversaciones con Dani. Pero por sobre todo a mi Thiago.
Durante esta primera semana no había tenido la oportunidad de acercarme aun ordenador, mucho menos tomar el teléfono, ya que el maldito había mandado a sacar la línea. No tenía medio de cómo comunicarme.
Lleva toda la semana soportando su asqueroso rostro día y noche, todo el tiempo cerca de mío, tocándome, provocándome.

Entre malditas cenas con gente que creía en este matrimonio feliz inexistente, con hombres que solo deseaban estar entre mis piernas y que al final de la noche siempre lo conseguían.

       - Amor -  dijo entrando a la cocina dándome un susto
      - Dime Ernesto –
      - Tengo que ir al trabajo – río – Esta semana ha sido fascinante, extrañaba tenerte en casa mi vida.
      - Ajá
      - No puedes salir, ni tratar de hacer llamadas. Compórtate como una señora, aunque sea una vez – Asentí – Esta noche tenemos visita. Ya sabes cómo debes estar
      - Pero yo… -
      - Tú nada. E perdido mucho dinero por tú culpa –
      - Por favor – suplique al borde de las lágrimas
      - No comiences. Ya estas avisada Renata.
      - Ernesto. No quiero – dije una vez más
      - Me vale
      - Por favor – suplique una vez más
      - ¡Dije que no!

Camino de manera desafiante hasta quedar a mi lado tomando mi cara para obligarme a mirarlo

      - Eres mi esposa. Esta noche te quiero dispuesta y como buena puta que eres, harás bien tu trabajo –

Me beso castamente en los labios, seguidos de una sonora cachetada

      - ¡Me vale si quieres o no! Esta noche ya sabes lo que tienes que hacer ¿Entendiste? – Asentí lentamente - ¿Entendiste?
      - Si -  dije casi inaudible
      - No te oí – grito levantando nuevamente la mano con la intensión de abofetearme
      - ¡Sí! – Grite - ¡Si, si, si!
      - Así me gusta amor. A las ocho quiero todo listo – asentí
Lo vi salir de la cocina, seguí sus pasos hasta comprobar que se había ido. Debía encontrar la manera de salir, de no ser el juguete sexual de algún idiota degenerado. No de nuevo

Miles de posibles ideas pasaron por mi cabeza, corrí hasta la habitación topándome en seco con el ama de llaves, criada y amante de mi marido.

      - Señora – dijo antes de que cerrara la puerta de la habitación
      - Si –
      - El señor dijo…-
      - Ya lo sé – dije segura y demostrando que yo tenía el poder.
      - Sobre su cama le deje la vestimenta
      - Gracias – fingiendo una sonrisa
      - De nada.
      - ¿Algo más? – pregunte al verla sin intención de irse
      - No – cuando iba a cerrar ella afirmo la puerta – Nada de puertas cerradas. Son órdenes del señor
      - ¡Sal de aquí! – Grite enojada – Ni una criada me dirá lo que puedo o no hacer en mi casa
      - Señora – dijo con desprecio – Don Ernesto me dijo que si no había caso lo llamara
      - Y tú para tenerlo entre tus piernas eres capaz de eso y más. Pues me vale, ¡Yo soy la señora de la casa!
      - Entonces compórtese como tal –
      - No me vas a dar órdenes tú. Como debo o no comportarme no es tu jodido problema. Ahora ¡Sal de mi maldita habitación! Y ten por seguro que Ernesto, ¡Mi marido! Sabrá de esto.
      - Claro que lo sabrá. – dijo con desprecio
      - ¡Fuera!
      - ¡No cierre la maldita puerta! – grito
      - ¡Cállate zorra! – grite

Luego de mi última palabra la idiota salió, cerré de un solo portazo. Tratando de controlarme y mantener la calma.
No iba a perder el poco de paciencia, no con ella. Tenía cosas más importantes en ese minuto.

Rápidamente fui al fondo de mi armario en busca de mi agenda, una de las pocas cosas que Ernesto no me había arrebatado, cuando llegue con las manos temblorosas arranque un trozo de papel que contenía un número de teléfono que en estos momentos era muy importante.

Me volví a buscar mi cartera que estaba sobre la cama cuando la puerta se abrió de golpe.

      - Don Ernesto quiere hablar con usted. Señora – dijo lo último muy sínicamente, entregándome un móvil.
      - Gracias – dije cogiéndoselo – Ahora retírate

Con una sonrisa mucho más fingida se dio media vuelta, dejando la puerta abierta
      - ¿Hola? – susurre
      - ¿Por qué no cumples mis órdenes en silencio? – dijo amenazante
      - Dile a la perra de tu amante que me respete
      - Te daré la oportunidad que me cuentes que sucedió antes que piense como hacértelo pagar.
      - ¡Yo soy la señora de la casa! – Dije furiosa – Merezco respeto de tu amante o quien sea
      - ¿Te comportas como tal? – dijo sarcástico
      - Siempre lo he hecho. Ernesto esto es el colmo que una criada me insulte y me dé ordenes
      - Lo siento mi amor, tomare cartas en el asunto
      - Gracias – fingí estar de acuerdo, seguro estaba con alguien cerca y debía fingir – Iré a comprar lo necesario para la cena
      - No puedes salir – gruño – Amor sabes lo que dijo el doctor
      - Llevare al chofer para que estés tranquilo. Prometí quedarme contigo
      - No tenías mucho donde elegir – río – Esta bien mi amor. Lleva a Camila también
      - Claro que no – dije seria – Tienes que confiar en mí, no me puedes tener encerrada. Iré con el chofer, aprovechare de comprarme un vestido
      - Ya elegí uno para ti
      - No me gusta
      - Te lo pondrás y se acabó el asunto. Tienes una maldita hora para conseguir todo. Renata no hagas ninguna estupidez no quiero que tengas esas preciosas marcas hoy en la noche. No hoy
      - Si señor ¿Algo más?
      - No cierres la puerta ¡Es una orden!
      - Te odio – susurre y corte

No pasaron ni dos segundos cuando la zorra volvía a mi habitación, con una enorme sonrisa de satisfacción

      - Voy a salir – le dije dejándola atrás – Quiero esta casa reluciente cuando llegue ¡Es una orden!
    
Río y desapareció de mi vista.
Corrí escaleras abajo hasta donde estaba el chofer, y le indique la dirección del mercado

      - No tardo – dije cuando se detuvo.

Sin darle tiempo de reaccionar baje casi corriendo del coche, adentrándome en el tumulto de gente, no pensaba escapar, tenía un mejor plan.

      - Señora Renata, hace meses que no venía por estos lados

Comento Úrsula, una señora de avanzada edad. Amiga de mi abuela a la que conocía desde hace muchos años.

      - Señora Úrsula. Que alegría encontrarme con usted. – Dije sinceramente – Necesito pedirle un enorme favor – mire a todos lados
      - Claro que sí. Dígame en que la puedo ayudar
      - Gracias. De verdad muchas gracias. Necesito un móvil
      - Vamos al local,  mi nieta tiene una de esas cosas.

La seguí por algunos locales de verduras hasta llegar al suyo, esperaba que el tiempo estuviera a mi favor esta vez.

      - Hija – le dijo a su nieta – Necesito que me prestes tu móvil para la señora
      - Señora Renata. Buenos días pase acá lo tengo
      - Gracias. Ursulita necesito también un par de cosas de esta lista

Le entregue la lista de compras y algo de dinero. Tome el móvil y busque entre mis cosas el papel arrugado, donde tenía el número de la única persona que podía ayudarme en estos momentos.
Con la vista en todos lados comencé a marcar su número, sonó hasta enviarme al buzón de voz. No estando segura de dejarle algún mensaje desconecte la llamada.

      - No contestan – le sonreí nerviosa a Úrsula

Para un segundo intento me decidí por Victoria, estaba segura que ella me ayudaría.
Al segundo tono contesto

      - ¿Bueno?
      - Victoria. Hola soy Renata
      - ¡Hija por el amor de Dios! ¿Dónde estás? ¿Estáis bien?
      - Solo tengo un minuto, ve a mi casa en unas horas, no le digas a nadie que has hablado conmigo y consígueme un móvil
      - ¿En qué lio estas metida cariño?
      - Te explicare luego solo haz lo que te pido
      - Por supuesto, a las seis estaré
      - Gracias y no le digas a nadie
      - ¿Ni a tú padre? -  de solo escuchar su nombre se me hizo un nudo en el estómago y el corazón se me apretó
      - Ni a él. Aún no
      - Esta bien

No la deje decir más y le corte la llamada a lo lejos entre la gente vi venir al chofer con Ernesto y se me tensaron todos los músculos.

      - Gracias – susurre dejando el móvil y cogiendo las bolsas en mis manos tratando de calmarme

Comencé a caminar hacia otros locales lentamente acercándome a mi marido, debía disimular el miedo que siento y a su vez lo que acababa de hacer.

      - ¿Qué haces aquí? – pregunte cuando llegue a su lado
      - Sorpresa – dijo con una sonrisa en la cara el muy idiota, depositando un casto beso en mis labios – Thomas lleva las bolsas al coche

El chofer cumplió la orden y aprovechando mi mano libre. Ernesto la cogió con fuerza, como si la gente necesitara saber que era suya.

      - ¿Tienes algo más que comprar? – pregunto mordiendo el ovulo de mi oreja. Provocando repulsión automática
      - No. Creo que tengo todo –
      - Bien, nos vamos a casa –
      - Ok – asentí y lo seguí en silencio

Al entrar en la casa hui de inmediato a la habitación. Ignorando sus reiterados llamados.

Ya en mi habitación me descalce inmediatamente y busque una cinta para armarme una coleta. Cuando mi puerta fue abierta y cerrada de inmediato

      - ¿Qué necesitas? – le susurre a Ernesto

Cuando lo vi acercarse a mí, tomo mi mano y me obligo a ponerme de pie

      - Te deseo

Mis peores temores volvieron en ese momento, sabía que cuando lo decía, cumplía con su propósito.

Mi cuerpo no reaccionaba a sus caricias, a sus besos o a la pasión que pudiera poner. Simplemente me daba una sola cosa Repulsión. Tan solo sentir como sus manos jugaban con mis pechos me daban ganas de vomitar
Sentir sus labios en los míos, en mi cuello o en donde los pusiera era solo para generar más lágrimas, debía acabar con esta tortura.

      - Copera maldita sea – gruño al verme estática en el lugar donde me había lanzado en la cama

Al momento que desabrochaba el botón de mis jeans ya esperaba lo peor.
Unos golpes en la puerta lo interrumpieron y sin importar que estuviera con los pechos a la vista ordeno que pasaran

      - Buscan a la señora – dijo Camila sin apartar los ojos de mi marido que estaba sobre mí con sus manos entre mis piernas
      - Dile que está ocupada – gruño y continúo con sus lametazos en mis pechos.
      - Lo he hecho pero dice que es urgente –
      - ¿Quién coño es? – dijo saliendo de sobre mi cuerpo
      - La señora Victoria Lackington –
      - ¿Quién mierda es esa mujer? – pregunto mirándome a los ojos
      - La mamá de tío Benja. Es amiga de mi padre – asegure
      - Seguro mi suegro la envió para saber de ti – miro a Camila – Dile que va de inmediato la señora
      - Si señor
      - Camila – dijo Ernesto antes que saliera completamente de la habitación y esta volteo – Luego sube. Te voy a necesitar – Ella asintió y con una enorme sonrisa me miro
      - Mi amor, cuidado con lo que dices y haces – Un beso casto en mis labios y me lanzo mi camiseta – Ahora ve. Otra se encargara de esto

Con las manos temblorosas me coloque el sosten, y la camiseta y casi corrí escaleras abajo en busca de Victoria. Gracias a ella hoy no tendría que soportar a Ernesto, ya que la puta de Camila se encargaría de él. ¡Gracias a Dios! Y eso me daría unos minutos para poder hablar a solas.

Al llegar escaleras abajo, me arregle una vez más el cabello y la ropa

      - Renata que alegría – dijo Vicky cuando llegue a su lado, luego de un significativo abrazo
      - Victoria – dije tratando de contener las lágrimas
      - Hija. Hable con Benjamín y me comento que habías estado allá, y no dude en venir a que me cuentes como están todos.
      - Si llegue hace una semana – sonreí ante la capacidad de fingir
      - Vamos cuéntame ¿Cómo están todo?
      - Bien. Te enviaron muchos cariños y que pronto vayas a verlos – mentí
      - Claro. Tú me tendrás que acompañar luego, quiero ver a mis nietos y conocer la barriga donde crece mi primer bisnieto. ¿Qué tal si vamos a cenar fuera?
      - ¡Ay! No puedo tenemos visitas a cenar. – Hice una mueca de desagrado – Pero quédate a cenar
      - Muchas gracias
      - Camila. – La mire – Ernesto necesita que lo subas ayudar
      - SI señora. – y subió.

Una vez que la perdí de vista, tome la mano de Victoria para que me acompañara fuera, necesitaba decirle muchas cosas y ella hacerme muchas preguntas.

      - ¿Trago lo que le pedí? – pregunte mirando hacia todos lados.
      - Si cariño. – hurgo entre su cartera y saco un aparato móvil. - ¿Por qué regresaste?
      - Fue por mí a Chile. Me amenazo y tuve que volver –
      - Pero cariño. ¿Qué paso con el divorcio?
      - Thiago estaba a cargo de eso. Pero me lie con él y todo quedó en nada. Desde Chile es muy difícil poder divorciarme. –
      - ¿Tuviste una relación con Thiago? ¿Mi Thiago?
      - Si – me sonroje – Pero no habían pruebas suficientes.
      - ¿Cómo qué no? Hija a mí no me puedes engañar. Ese mal nacido te golpeo, te provoco el aborto, te encerró. ¿Esas no son pruebas suficientes? Sin mencionar las veces que te obligo a acostarte con otros hombres por dinero.
      - Pero tú eres la única que sabe todas esas cosas. No fui capaz de contarle a mi padre, mucho menos a Thiago
      - Tanto tú padre como mi nieto lo entenderán. Tú no lo querías hacer. Aun no quieres hacerlo.
      - Y nunca querré hacer nada de eso. Pero tengo miedo ¿Qué quieres que haga?
      - ¿Qué pretender hacer?
      - Estoy un poco confundida. Pero necesito un abogado que tome mi caso y haga todo en secreto…
      - Mandemos a buscar a Thiago
      - No. Él no.
      - ¿Por qué?
      - Porque lo quiero, y temo lo que Ernesto pueda hacerle.
      - Nada le va a hacer. Es peligroso que estés aquí. Necesito que sepas que yo me encargare de todo. Tú solo. Tú solo mantente con vida
      - Lo sé. Muchas gracias por eso sabía que debía hablar con usted.
      - Te lo dije una vez y te lo repito. Siempre, siempre estaré para ti. Eres como una nieta más para mí. Mucho más ahora que sé que tuviste algo con mi Thiago
      - Nos queremos – susurre
      - ¡En serio! – Dijo sonriendo - ¡Que alegría! Vamos a hacer las cosas rápidas y bien
      - Eso es lo que más quiero. Necesito tú ayuda
      - Lo sé, lo sé. Vamos cambia esa carita y sonríeme. ¿Quieres hablar con mi nieto?
      - Lo que más he querido esta semana
      - Vamos yo lo llamo.

Saco su móvil y nos acercamos más a la orilla de la piscina, nos fuimos a sentar a la terraza donde podía apreciar la habitación principal y constatar como Ernesto se cogía a la criada. Eso me daba un par de minutos más para poder hablar con Thiago

      - Vamos cariño aparta tú vista de eso -  dijo cuándo observo lo mismo que yo – Sé que no lo amas a ese hombre y está claro que el tampoco a ti, pero no tiene el mayor cuidado de que no te des cuenta
      - Llegaste en el mejor momento. Estaba a punto de ser yo esa mujer –
      - Y me tendrás cada vez que lo necesites. Ahora no pierdas tiempo y llámalo

Dudaba si recibir su móvil o no. Ante mi duda ella marco su número y en sonrió

      - Hola cariño – le dijo muy feliz – Si… claro que estoy bien… No mi vida no me pasa nada… De verdad. Hijo tranquilo. Si luego iré a verlos. Yo también te quiero mucho mi niño… Luego, primero necesito que saludes a alguien… Ya solo saluda

Separo el móvil del oído y me lo tendió. Mis manos temblaban en ese momento y las lágrimas no las podía controlar, con la vista en la habitación. Esperaba que este momento durara un poco

      - ¿Hola? ¿Abu? ¿Estás bien? – Escuche la voz preocupada de Thiago al otro lado de la línea
      - Sí. – Susurre – Victoria está bien.
      - ¿Renata?
      - Perdóname – dije ya sin poder contener las lágrimas, sin poder contener ese dolor al dejarlo nuevamente
      - No mi amor, no llores. Te perdono todo mi vida. Por favor no llores – su voz, su manera de tratarme a pensar que lo había dejado de la peor forma – Te entiendo mi vida. ¿Estás bien?
      - Sí. – Susurre – Yo no quería dejarte así
      - Lo se mi amor. Créeme que lo sé. Estaba preocupado por ti. ¿Por qué no me cogías el móvil?
      - No tengo ese móvil. Se me rompió. Thiago necesito que le avises a mi papá que estoy bien que me tuve que volver. Que lo lamento mucho y que me perdone
      - Mi amor… - dijo con dulzura – Nadie tiene nada que perdonarte. Mientras estés bien estaremos todos tranquilos yo hablare con Gabriel y mañana mismo me voy para poder estar cerca de ti
      - No.  – Dije alarmada – No vengas.
      - No señora. No me puede prohibir que vaya tras de usted. Yo te dije que te quería así tenga que irme a España detrás de ti. No te voy a dejar
      - No te merezco – en ese momento mis ojos volvieron hacia la habitación y vi como Camila se bajaba de Ernesto y se comenzaba a vestir. Este tiempo ya llegaba a su fin. Sin ser consciente comencé a temblar y Victoria de inmediato se dio cuenta. Cogió el teléfono de mi oído.
      - Hijo… No. Está bien. Si de verdad está bien. Ella lo hará. Hazle caso. Luego hablamos. Te quiero hijo un beso. – Me tomo las manos y me miro a los ojos. – Deja de llorar hija, está claro que se quieren. Ambos lo hacen pero vamos tienes que ser fuerte, y sabes que no lo podrás detener.
      - No quiero que venga. Eso hará todo muy complicado.
      - Ya buscaremos la manera hija de que todo salga bien

Nos quedamos unos minutos en silencio, no sabía que decirle para convencerla de que con Thiago nada saldría bien. Solo empeoraría las cosas. Ernesto lo reconocería y sería capaz de matarlo, con solo pensarlo me puse a temblar aún más.

      - ¿Mi amor que pasa? – Escuche la voz de Ernesto llegar a mi lado, fingiendo estar preocupado - ¿Qué paso mi amor?
      - Gabriel se puso mal y está en el hospital – mintió Victoria
      - ¿Qué le paso? – dijo acunando mi cara entre sus manos. - ¿Quieres ir a ver a tu padre?
      - Su corazón está fallando. Pero no es el mejor momento para que Renata viaje. –
      - ¿Mi vida? – Pregunto ignorando a Victoria – Si quieres ir yo mismo te llevo mañana
      - No es necesario – susurre – Sé que estará bien. Quiero hablar con él
      - Y lo harás amor, luego nos comunicaremos con él. ¿Quieres que suspenda la cena?
      - Por favor –
      - Está bien. ¿Necesita algo más? – le pregunto a Victoria. – Me gustaría que se fuera a descansar Renata. Como puede ver no está bien
      - Si claro, Hija. Me llamas cualquier cosa. Y yo haré lo mismo. Si se algo más te avisare. Mañana te pasare a visitar y podemos salir a tomar té.
      - No creo que sea lo más prudente – dijo Ernesto ayudándome a ponerme de pie – Yo me hare cargo de mi mujer.
      - Claro. Confió en que la cuidaras muy bien. – Asintió – Tranquila que Gabriel estará bien ya lo veras. Y tal vez la semana que viene te puedes ir conmigo a Chile. Voy por tres días. – Asentí – Bien, ahora me voy. Buenas noches
      - Buenas noches

***

Gracias a Victoria me encontraba descansando en mi cama, sin el temor que viniera y me hiciera algo. Ernesto era un ser despreciable pero comprendía que no estaba bien. Y para evitar que me fuera nuevamente a Chile. Aun que todo era una gran mentira cosa que él no sabía.

      - ¿Te sientes mejor? – pregunto relajado cuando entro en la habitación ya preparándose para dormir.
      - No. Me gustaría llamar a mi casa. –
      - Sabes que eso no es posible. Lo siento mi vida. Pero no puedo permitir eso y que te den ganas de volver. No lo harás. No todavía.
      - Eres un maldito insensible
      - No. – Me tomo la cara entre sus manos – Si lo fuera, esta noche estarías pagando algunas deudas. Así que no lo soy
      - Me das asco
      - No comiences Renata. No comiences y mejor que te duermas
      - ¡Es mi padre! – le grite levantándome de la cama
      - ¡Y el maldito te quiere separar de mí! Me vale si se muere – dijo sujetándome por el codo. – Ahora que te veo tan bien tendrás que hacer algo
      - ¡NO! – grite y me solté – ¡No quiero que me toques! ¡Eres un maldito insensible! ¡Dormiré en otra habitación!
      - Abres esa puerta y te arrepientes
      - ¿Me vas a golpear? ¡No me importa! ¡Prefiero morirme que vivir a tu lado!
      - Si eso es lo que quieres –

Camino amenazante para alcanzarme y cuando me tenía acorralada contra la muralla, preparado para darme una golpiza

      - ¿Esto es lo que quieres? ¿Quieres que te dé una buena golpiza?
      - Hazlo – lo incentive, era el anzuelo.


Si conseguía que me diera un golpe, que me dejara una marca. Mañana pasaría la noche en prisión.