lunes, 28 de abril de 2014

#8 Caminos Inesperados


Capítulo 8

Eran tres días que no sabíamos nada de Thiago, soy la única que sabe la verdadera manera de como él se enteró del embarazo de Daniela.
El día que ella lo supo lo de su embarazo, acudió a mí a pedirme ayuda, sin saber que yo mantenía una relación con su hermano. Le dije que iba a ayudarla a contárselo, estábamos seguras que no se lo tomaría bien. Pero lo tomo mucho peor.
Tío Benja y Tía Renata, estaban desesperados, por no saber dónde estaba su primogénito. Y yo trataba de disimular mi angustia, si tan solo pudiéramos comunicarnos con él.
De primera su móvil sonaba y nadie lo cogía, ahora ya estaba fuera incluso del área.

La decepción también podía conmigo, cuando me fui para casa luego de una ducha, me encontraba aun peor. Ya no tenía lágrimas y mi padre que no era tonto se dio cuenta de que algo no andaba bien.
Me vi en la necesidad de contarle que estaba sintiendo cosas por aquel desaparecido. Como era mi padre, me dio su apoyo y que si ese muchacho sentía lo mismo por mi lucháramos por estar juntos.

      - Cuando era un niño, mi padre llevo a su ahijada a nuestra casa. Aquella niña había quedado huérfana de madre siendo una bebé, y ahora lo hacía de padre siendo una niña. Estaba sola en el mundo, y él le juro en su lecho de muerte a su padre que no la abandonaría y así fue.
Era una niña muy hermosa, y yo era pequeño, una tarde luego de ir a montar, mi madre. Tú abuela nos sorprendió besándonos. Fue un beso inocente. Pero mi madre no lo comprendió y evito a toda costa que nos reencontráramos. En las vacaciones me enviaba fuera, mayormente a España, un viaje no volví más. Y no la volví a ver.
Cuando mi padre enfermo, yo volví, y la volví a ver, pero yo ya estaba con tu madre y me hacía feliz, ella estaba con Mariano y luego surgió una hermosa amistad. Pasaron años antes de que la volviera a ver, y ahora nuestras familias pudiesen unirse.

Me quede un momento pensando en la historia de mi padre ¿Qué tiene que ver aquella mujer con nuestra familia? De pronto como si leyese mis pensamientos.

      - Seria muy hermoso que la historia que el destino nos negó a Renata y a mí se diera en ustedes ¿Le quieres? –
      - No estoy segura – conteste sinceramente
      - Lo estas, pero no quieres decirlo. Hija hay muchas cosas que no se de ti, no estuve contigo cuando todo lo de tu matrimonio paso. Quiero decir, en la pedida de mano tampoco. Menos estuve cuando te golpeo la primera vez. Lo hubiera matado por tocar a mi princesa. Pero ahora si estoy para alentarte a que luches por tu amor. Cuando Thiago aparezca, búscalo dile todo lo que sientes y espera que salga el divorcio y sean felices. Desde ya tienes mi bendición –
      - Gracias papá. Te amo – dije secándome las lagrimas
      - Y yo a ti mi vida. Y dile a Thiago que de mi parte que quiero un nieto. Un niño con quien jugar al balón –

No pude evitar sonreír. Si había algo que yo quería y estaba segura era de darle un hijo a Thiago. Tan pronto como fuera posible. Tener una casa llena de niños, de nuestros niños.

Cuando quede nuevamente sola en la habitación volví a tomar mi móvil. Una llamada ya no bastaría, y sabía que aquella voz me diría que Thiago no estaba disponible.

“Te he llamado mucho, porque te extraño. Recuerdas nuestra última
Conversación. Ya está todo claro.”

Con el corazón en la mano y el móvil espere una respuesta. Pero nada.
Llame a casa de Tía Nata y nada, la cuarta noche caía, no podía sentarme y esperar ya no.

Tome mi bolsa y chaqueta decidida a buscarlo en alguna parte, no se lo había tragado la tierra, en algún lugar debe estar.
Estaba bajando el último escalón, cuando una sonriente Constanza ingreso con el carrito del bebé y junto a ellas, una de mis peores pesadillas.

      - Hermanita – dijo risueña – Mira a quien encontré
      - Hola cariño –

Solo escuchar su voz, me dio un asco terrible, me temblaron las piernas y le rogué al cielo que mi padre o Magda viniesen a ayudarme.
Un frio calo lo más hondo de mi ser, pánico, miedo, pero sobre todo ASCO de lo que era capaz de hacer aquel hombre.
A mi mente se vinieron los últimos días que estuve a su lado, cuando vi salir de mí a mi bebé, la cara de felicidad que tenía cuando me miraba. Él no podía estar aquí, no podía echarme a perder la vida nuevamente. No, no ahora.

      - ¿Estas bien? – pregunto Cota llegando a mi lado.

Solo pude asentir, controlar las lágrimas y sujetarme más fuerte de la barandilla.

      - Cuñado ayúdame a llevar a tu mujer al salón – le pidió

Cuando lo vi dar un paso hacia mí, mis músculos se tensaron, no podía si quiera respirar.

Todo volvía a mi mente aún más claro, nadie nunca sabría lo que de verdad había pasado a su lado. Nunca.
El recuerdo de la primera vez que me golpeo, porque su camisa tenía una arruga, luego de ese vinieron más, muchos más. Los golpes a su lado eran cosa de todos los días. Incluso cuando ya se aburría de golpearme me forzaba a estar con él íntimamente.

Sus manos tocaban mis brazos y la repulsión se hizo más grande quiera correr, lejos de él. Y no volverlo a ver nunca más.
Cuando se aproximaba para besarme mi cuerpo volvió en sí y pude pronunciar palabra.

      - No me toques – dije con voz seca y áspera – No te atrevas a acercarte a mi ¡Nunca más! – grite fuera de sí.
      - Renata – me reprendió Cota – No le hables así a tu marido.
      - No te metas y saca a la niña de aquí – le ordene y al ver que ella no hace nada por obedecerme camine a su lado y la tome del brazo - ¡Ahora!

Del miedo, al asco, a la ira y es esa la mejor arma que tengo en estos momentos. Nos desafiamos con la mirada durante un largo tiempo, sin decir absolutamente nada. Su mirada desafiante me dice mucho y ruego porque mi padre llegue en estos momentos.
Consciente de que Cota está arriba pendiente de todo no tengo otra opción más que sacarlo de aquí y llevarlo al despacho. Aun con el miedo que me da estar a solas con él.

      - Sígueme – gruño

Con cada que doy pienso que debo decirle, como debo actuar. Si quiero salir airosa de esta situación ¡Estoy convencida de eso!
Cierro la puerta tras de mi infundiéndome el valor que necesito.

      - ¿A qué viniste? – trato de sonar segura
      - No es obvio – sonríe
      - No para mí –
      - Me ha llegado esto – lanza sobre el escritorio un sobre y ya lo que lo trajo a mí. Son los papeles del divorcio
      - ¿Haz firmado ya? – pregunto esperanzada.
      - No – vuelve a sonreír – Y no lo hare, tienes dos horas para guardar tus cosas. Nos marchamos de este lugar.
      - ¡Quiero el divorcio! – le grito incrédula en sus palabras. Y muerta de miedo
      - A.Mi.No.Me.Gritas. – da un paso hacia adelante y yo lo doy hacia atrás, chocando de inmediato con la puerta a mis espaldas. – Vamos a ver no me provoques, que sabes que no soy paciente. Llama al idiota de tu abogado y que detenga de una vez toda esta estupidez
      - ¡¿No me oíste?! – Grito - ¡Quiero divorciarme de ti!
      - Claro que te oí – dijo serio – Pero ¿Crees que me importa lo que digas?
      - Debería – abrió los ojos.
      - Renata, cariño. No haz comprendido nada ¿Qué pensaría tu padre si le contase lo que hacías en España?
      - Tú me obligabas – debatí
      - Vamos a ver. Es tu palabra contra la mía. Fuiste tú la que me abandono – dijo como si le doliese la situación
      - ¿No te has cansado ya? ¿Aún no te aburres de golpearme y… vi... viola… violarme?
      - Eres mi esposa. Y una muy mala por cierto. Eso no es una violación
      - Yo no quería, acostarme contigo. – Susurre – Me das asco
      - Yo te voy a enseñar a respetarme de nuevo –

Cuando acabo de decirme eso lo único que pude sentir fue el ardor de mi mejilla. Con los ojos llenos de lágrimas agache la cabeza como tantas veces lo había hecho antes.
Estaba en Chile, con mi familia y aun así me sentía desprotegida, sola y a su merced. Muerta de miedo como siempre lo estuve.
Bien podría ahora volver a abusar de mí y nadie lo sabría, nadie llegaría a ayudarme.

      - Vez lo que me haces hacer – dijo acercando su mano a mi rostro. Lo esquive lo que pude, pero no fue suficiente. – Cariño, ve por tus cosas.
      - No – susurre entre lágrimas

Si de algo estaba segura, era que no me iría con él. Jamás volvería a su lado.

      - Vamos a ver, no quiero tener que golpearte nuevamente – sonrió – Como le explicaría a mi suegro que su hija es una ¡puta! Que se acuesta con todo el mundo por dinero
      - ¡NO SOY UNA PUTA! –
      - Si lo eres amor. Y de las malas – se burlo
      - ¿Qué es lo que quieres en realidad? – trate de retomar la compostura
      - Que vuelvas a España, ya no sé qué inventarles a nuestras prestigiosas amistades por tu ausencia.
      - No voy a volver –
      - Y yo no te firmare tu libertad, para ser la burla de todos. Además es absurdo todo que dice ahí
      - Lo conseguiré – dije segura
      - ¿Y cómo? –
      - Tengo los emails que me enviabas –
      - No es suficiente –
      - A demás del parte del médico – resople – Cuando me provocaste el aborto
      - Te caíste por las escaleras – se defendió
      - Y… -
      - Y yo tengo fotos tuyas, tuyas con otros hombres. ¿Quién saldría más perjudicado? Yo quedaría como el jodido esposo y tú como una ramera
      - Me forzabas –
      - Pruébalo –

Sin decir más abrió la puerta del despacho, pero antes se volteo y dijo

      - Dos semanas. Tienes dos semanas para estar de vuelta, antes que tu padre reciba el primer de mis regalos ¡Mi Amor!

Escupió las últimas palabras y se fue. Un sollozo incontrolable me inundo y me deje caer lentamente en el frio suelo, con mis brazos abrazando mis piernas llore y le pedí al cielo la ayuda necesaria para saber qué era lo que tenía que hacer.

      - ¿Estas bien? –

La puerta de mi habitación se abrió de golpe, mi padre entraba hecho un animal hacia el lado de mi cama. Escondí mi cara entre mis piernas para evitar que viese la nueva marca. El rojo brillante de mi mejilla.

Metió sus dedos entre medio para mirarme a la cara, hacía tres horas o más que Ernesto se había ido y no conseguía dejar el temor que sentía.
Observo mis brazos, mi cuello y cuando se detuvo en mi rostro. Pude ver el horror en sus ojos.

      - ¿Paso…? – trato de preguntar calmado que pudo
      - Tengo que volver – dije con lamento

Ya estaba decidido, prefería una vida de humillación y malos tratos antes de que mi padre supiese cosas que me avergonzaban

      - ¿Por qué mi vida? –
      - Es mi deber – dije con pesar y mintiendo
      - Sabes que no lo es ¿Qué pasa con el divorcio?
      - Nunca me lo va a dar –
      - Estabas dispuesta a luchar –
      - Ya no lo estoy –
      - ¿Y que pasara conmigo? ¿Con Thiago? –
      - Puedes ir a verme tan seguido como quieras
      - ¿Y Thiago? –
      - ¿Qué pasa con él? – dije quitándole importancia
      - Estabas dispuesta a estar con él –
      - Fue un error, ya vez. No esta –
      - Pero no estará escondido por siempre –
      - Qué más da – trate de sonreír – Tengo que volver donde mi Esposo.
      - ¿Quieres decirme por qué? –
      - ¿Necesito una razón? –
      - Para mí si –
      - Aun lo amo – mentí
      - ¿Y si vuelve a ponerte una mano encima? –
      - No lo hará, me lo ha prometido – volví a mentir
      - ¿Antes o después que te pegase?
      - No me pego – volví a mentir
      - Sabes que ese rojo de tu mejilla no estaba ¿Verdad?
      - Tiene que haber sido por la posición en la que me encontraba antes de que entrases
      - Eres mi hija y te conozco. Mientes mal cariño –
      - Yo… - trate de disculparme por mis mentiras
      - Te perdí una vez hace casi once años. Por no luchar por ti, pensando que era lo mejor. No pretendo volver a hacerlo menos sabiendo la clase de animal que es. No te iras hasta que aparezca Thiago y veamos lo del divorcio
      - ¿Y si no aparece nunca?
      - Buscamos otro abogado ¿Quieres eso? – Negué con la cabeza – Seguro Benjamín conoce otro. – Insistió – Pero no te iras. Sácate esa absurda idea de la cabeza. Ni Magda, ni yo, mucho menos Benja y Renata permitirán que te vuelvas a España con ese animal. ¡Te lo prohíbo! –
      - Siento defraudarte… -
      - Jamás lo harías mi vida. No lo hizo Constanza al quedar embarazada y no lo harás tú, por haber elegido mal
      - He hecho cosas horribles –
      - Nada puede ser tan malo, y cuando te sientas preparada puedes venir a contármelo. Lo entenderé
      - ¿Y si no lo haces? –
      - Eres mi hija, ante todo. Te amo con tus defectos y virtudes nada podría cambiar eso –
      - Ojala estuviera mamá – llore entre sus brazos

En un momento de angustia era donde extrañaba mucho más a mi madre. La perdí siendo casi una bebé. No la recuerdo. Simplemente no recuerdo sus abrazos, sus besos. No recuerdo su voz, no recuerdo nada de ella. Llevo conmigo una fotografía que saque de la casa de mis abuelos. Es lo único de ella que había en esa casa. Nunca le perdonaron que se casase con mi padre. Que se enamorara de un hombre que tenía por sueño tener un restauran
No era digno para ella, cuando lo que querían era más. Tanto más que a su única nieta la dejaron vivir con Ernesto.
Ellos supieron y nunca hicieron nada por ayudarme, sí que me enviaron por más.

      - Carol estaría orgullosa de ti – se secó las lágrimas – Te amo desde que la prueba salió positiva. Fuiste su mayor ilusión. Confió en mí para ser tu padre y en su lecho de muerte. Me rogo que te hiciera una mujer de bien. Que fueras feliz. Y que te buscara una buena madre.
      - Lo hiciste bien – dije entre sollozos – Cumpliste con lo que le prometiste
      - No mi vida, no le cumplí. Te deje ir
      - ¿Qué más podías hacer? –
      - Luchas mi vida, haber dejado mi vida en ello –
      - Hiciste lo correcto –
      - No lo hice y cargo con ellos en mi conciencia y Magda también
      - Cota era pequeña, papá era lo correcto
      - No lo voy a discutir contigo. No ahora. Solo quiero que te quede claro que de aquí tú no te vas.
      - Estoy cansada – dije luego de un momento de silencio - ¿Se supo algo de Thiago?
      - Nada. Anda a saber tu donde se metió – resoplo – Reacciono muy mal, y no comprendo él porque
      - Es su hermana y su mejor amigo. Exagero pero nadie mejor que él conoce a Marcos. Por eso reacciono así
      - Daniela está destrozada – confirmo papá – Reniega de ese bebé por su culpa –
      - Lo entera. Ya verás –
      - Espero que sea luego antes que esa niña haga algo terrible

Pensar lo que ella podría hacer me dio escalofríos, yo sabía lo que era estar ilusionada de un bebé y luego llorar su pérdida, las circunstancias eran muy diferentes, por lo mismo no podía permitir que ella hiciese alguna estupidez

Con un respingo me puse de pie y camine hacia el baño, mi padre no apartaba los ojos de mí, pero no decía nada. No hizo pregunta alguna.
Media hora después ya vestida tome mi móvil. Si mi vida era una mierda, pero podía ayudar a que otra no lo fuera.
Tal vez algún día tenía que contarle a mi padre la verdad y quién sabe si ese día era ahora.
      - ¿Dónde vas cariño? – pregunto amorosa como siempre Magda cuando me vio bajar las escaleras
      - A ver a Dani –
      - Hija ya es tarde, déjalo para mañana – me pidió muy amablemente – Haz tenido un día agotador también
      - Necesito hacerlo, ella puede hacer algo de lo que se va a arrepentir toda su vida
      - ¡NO! – se llevó las manos a la boca, entendió perfecto el mensaje
      - Si – aseguro – Y no puedo permitirlo

Antes de salir comprobé tener el móvil lo bastante cargado y el dinero suficiente para un taxi.

Salí de casa y sin suerte no encontré taxi alguno cerca. Decidí caminar un par de cuadras, pero esta noche la suerte no estaba conmigo.
Llevaba al menos diez minutos caminando y nada. Ya me daba por vencida y decidida a volver a casa, me volteé de golpe y vi como un hombre se escondía entre los arbustos

Mi corazón comenzó a latir mil veces más por segundo y apresure el paso, a lo lejos veía luces, esa era la calle principal. No podía devolverme solo camine en la dirección que iba lo más rápido posible.

Minutos más tarde volví a voltear y aquella sombra volvía a camuflarse entre la noche. Solo rogaba a dios que no fuese Ernesto, era al único que no podía hacerle frente, no dos veces en el mismo día.
Dispuesta a pedir ayuda rebusque entre mi bolsa el bendito móvil. Escarbaba sin dejar de caminar y no lo encontraba.

Decidí echarme a correr, pero con los tacones se me hacía difícil. ¡Dios! Estaba demasiado asustada en ese momento como para pensar en otra cosa.

¿Por qué no le hice caso a Magda? Debería haberme quedado en casa. Pero ese bebé me necesitaba, mi ayuda al igual que su madre.
Los pasos a mi espalda se hacían cada vez más fuertes. El corazón se me iba a salir por la boca. Cuando algo sujeto mi brazo.

¡MIERDA!

Rogué al cielo en silencio por mi vida.

      - ¡Ah! – grite lo más alto que pude cuando me freno de golpe y me atrajo consigo.
      - Shh -  me pidió aquella voz – No te asustes

Cuando sentí su pecho chocar contra mi espalda y su voz inundo mis oídos supe que estaba a salvo. A su lado nada malo podía pasarme

      - ¿Dime que eres tú? – pedí incrédula, aunque sabía que solo podía ser una persona
      - Soy yo. Estoy aquí. Quería verte –

Me volteé para quedar de frente y lo abrace tan fuerte como pude. Estaba aquí, estaba bien. Había vuelto.
Y así como una alegría me inundo en lo profundo de mi corazón también la rabia, por lo que nos había hecho pasar.

      - ¿Dónde ibas a esta hora? – pregunto alzando mi cara con sus dedos.
      - A ver a Daniela –
      - Ya – dijo frio como si eso no le importase
      - Vamos a tu casa – no le pedí, le ordene
      - Yo no tengo casa –
      - Eres un idiota – sise enojada
      - Gracias por eso –
      - ¿Sabes lo angustiado que hemos estado todos? –
      - ¿Hemos? –
      - Si – afirme – Tú familia, mi familia. Yo
      - ¿Tú? –
      - Que si imbécil –
      - Gracias otra vez – sonrió
      - Déjate de dar las gracias. Tú hermana está destrozada
      - No me importa – dijo frio
      - Debería hacerlo cuando quiere abortar por tu culpa –
      - No quiero saber nada de ella –
      - Entonces suéltame y vuelve a tu escondite –
      - No quiero – dijo serio
      - Lo tendrás que hacer – dije firme – Te he necesitado como amigo, como abogado y no estabas. Y ahora te reúsas a hablar con tu hermana por tu idiotez
      - ¿Qué te ha pasado en la mejilla? – dijo cambiando de tema
      - No te importa 
      - Si me importa y si no quieres que te lleve conmigo a la fuerza me lo dirás –
      - Idiota – le grite
      - ¿Qué te paso? – dijo esta vez mas brusco
      - Si hablas con Dani te lo diré
      - Entonces me vale –
      - A mí también

Me solté de sus brazos y decidí volver a mi camino, tenía que llegar a hablar con Daniela. Por mucho que anhelara estar con él, debía entender y comprender que estaba haciendo mal, haciéndoles daño a las personas que lo querían. Eso era mucho más importante que un nuevo bofetón de Ernesto

¡Mierda! ¡Ernesto! ¿Podía estarme vigilando? ¿Sería capaz de eso? Claro que lo sería. Al no querer arriesgarme a nada con él y mucho menos que me viese con Thiago. Pero me daba miedo encontrármelo sola otra vez.

      - ¿Me puedes llevar a casa de tus padres? – dije con pesar, era el único que podía sacarme de aquí ahora mismo.
      - Vamos  - dijo en un tono seco
      - Gracias –

Luego de retroceder un par de cuadras en el más absoluto silencio, llegamos hasta su coche. No se molestó si quiera en abrirme la puerta.

      - De verdad muchas gracias por llevarme – dije después de un par de kilómetros
      - No es nada
      - Si es mucho para mí – suspire – Me gustaría que entraras conmigo y dejaras tu rabieta
      - ¿Rabieta?
      - Haz actuado como un niño por tres días ¿Puedes dejar de pensar en ti y ver lo que tu madre está sufriendo?
      - ¿Puedes dejar de pensar en los demás y ver lo que yo sufro? – contraataco
      - ¿Tú sufrir? Es tu hermana la que va a ser mamá – suspire –Solo necesita tu apoyo. No tus recriminaciones. Es un amor enfermizo el que tienes por ella. Es una mujer. Se enamoró y quiere ser feliz. Pero sin ti le cuesta. Vi la ilusión en su cara cuando me dio la noticia. La desesperación por no saber cómo contártelo y la decisión en querer matar a su hijo. ¡Por tu culpa!
      - El aborto no es legal – dijo como si eso fuese solo un detalle
      - ¿Y eso que? Sabes que lo puede hacer. Podrías tú…
      - Llegamos – me cortó
      - Escúchame por última vez – asintió – Yo sé lo que es perder tu gran ilusión. Sufro por ello todos los días. ¿Podrías cargar la muerte de tu sobrino en la conciencia? Solo piénsalo

Dicho eso me baje del coche lo más tranquila posible, esperando que él me detuviera. Cosa que no sucedió. Subí los tres escalones hacia la puerta y pude ver su cara de dolor, de confusión ¿Cómo podía plantearme vivir con alguien así? ¿Reaccionaria igual con un bebé propio?

Tía Renata, me abrazo tan calurosamente cuando abrió la puerta, fijándose en aquel auto que se alejaba.

      - ¿Esta bien? – pregunto y en ese momento confirme que ella mejor que nadie lo reconocería siempre
      - Dolido. Espero que se le pase luego y recapacite –
      - No es la única que debe recapacitar – presumiendo lo que quería decir solo asentí
      - Lo sé – confirme – A eso he venido
      - Estos hijos míos me mataran – dijo con pesar
      - ¿Daniela? –
      - Arriba con Marcos. El chico está mal por todo esto. Todos lo estamos. Naty vino esta tarde y ya no sé qué hacer. Es una locura matar a esa criatura
      - No lo hará. Queda de mí que no lo haga – dije convencida
      - Eso espero hija. Benjamín está furioso con Thiago por provocar todo esto.
      - Yo también lo estoy. Y se lo he dicho. Está actuando como un niño
      - ¿Te ha dicho algo?
      - Nada. Como apareció se fue –
      - Si se vuelve a comunicar contigo dile que lo amo con todo mi corazón
      - Así lo hare –

Necesitaba darle también la noticia así que sin más preámbulos y aun paradas en la entrada de la casa solté.
 
      - Cuando esto se solucione – respire profundo – Debo volver con mi marido
      - ¿¡Que!? – pregunto asombrada
      - Es una decisión tomada. Vuelvo en una semana o dos a mi casa con mi marido a continuar con mi vida.