jueves, 16 de enero de 2014

"Algo llamado amor" Cap XLVII

Mi suerte estaba echada, ahora solo tenía que jugar muy bien mis piezas, Renata estaba dolida aun. Y era de lo más compresible.Ver las imágenes de mi hijo. Mi maldito hijo, me hizo pensar y replantear todo lo que había hecho con mi vida hasta ahora. Mierda que si valía la pena. Ella era la mujer de mi vida, y estaba escrito en algún maldito lugar que era así. Por eso no pude tener hijos antes, por eso puedo tenerlos ahora. Con ella. La lleve a un restorán alejado del centro de Barcelona, necesitaba un lugar tranquilo, le abriría mi corazón, mis temores y mi pasado.

      - Aquí – le indique apenas aparque el coche. 

Me baje tan rápido como pude para abrirle la puerta, pero nuevamente ella fue más rápida y lo hizo sola. Estaba claro que ella no me pondría las cosas fáciles. Y bien que me lo merecía Entramos a un reservado y me tome la libertad de pedir por ella, no protesto. Solo miraba sus manos, sus manos que ya no tenían mi anillo.

      - ¿Vino? – nos preguntó el camarero
      - No – dije firme. - ¿Algo en especial le pregunte a Renata?
      - Tú sabes todo – me respondió enojada.
      - Renata – le dije, al momento que su mirada se cruzó con la mía
      - Algún jugo natural – acoto, y cuando el camarero anotaba ella agrego pero no de naranja.         
      - ¿Usted? – cambie mi mirada de Renata al camarero – Lo mismo 

Una vez que nos dejó solos nuevamente no sabía por dónde abordar el tema, esperaba que ella me hiciera las preguntas, pero si siquiera me miraba.

      - No se por dónde comenzar – le indique
      - El principio sería más fácil –  me sonrió sarcásticamente
      - Es duro para mi hablar de esto, por muchos años pensé lo contrario a lo que me está pasando en estos momentos. Es un verdadero milagro para mí. Mucho más de lo que es para ti. Ya escuchaste una parte, pero desde el principio es distinto. Sufrí mucho por esto 

Sus ojos se clavaron en mí y me dio la confianza necesaria para poder explayarme en el tema. El camarero volvió a ingresar dejando nuestros platos, ella no tocaba bocado solo giraba su tenedor sobre la comida.             
      - Renata yo necesito ser sincero contigo, no espero que me perdones. Quiero que me comprendas. Si en algún momento te hice daño, si te herí no lo hice premeditadamente.
      - El punto es que lo hiciste – 
      - Pero nunca quise hacerlo –
      - Lo hiciste – aclaro
      - Y me voy a odiar el resto de mi vida por ello. Si por ellos los pierdo, no lo podre soportar.
      - No me escuchaste cuando te dije que era tuyo, no me explicaste antes el por qué de la situación. ¿No crees que hubiera sido más fácil haberlo dicho antes?
      - Me cegué –
      - Excusas – me dijo
      - Voy a contarte cómo sucedieron las cosas, pero primero comamos, deben alimentarse ambos – me sonrió de vuelta y se llevó la mano al vientre – Fue la imagen más hermosa de mi vida, verte a ti y a mi hijo. Poder escucharlo y tocarte. No tengo palabras para decirte como me sentí. 

Cuarenta minutos después de un molesto y completo silencio, ya habíamos terminado de comer y llegábamos a la parte importante de la historia.

       - En algún momento de mi vida, fui joven – sonrió – Renata. Nada de lo que hice lo pensé, te juro que jamás pensé en las consecuencias de mis actos. Tenía como 16 años y siempre lo tuve todo. Todo lo que quise, nunca me negaron nada. ¿Sabes lo que pasa cuando un chico lo tiene todo? – Negó con la cabeza - Pues, las drogas estaban a la orden del día – me miro con cara de horror – Sí. Mi amor. Estuve hasta los 21 años metido en eso luego lo deje. Mi madre fue el mejor apoyo en eso. Entonces estuve mucho tiempo en recuperación, Salí. Gracias a los cuidados Salí. Pero no fue suficiente. No lo fue. En la universidad las rechace pero no duro más, anabólicos. Renata me comencé a drogar con anabólicos. Mi novia de ese momento, Leonor. Me quería a pesar de eso. Me quería tanto que nos mudamos juntos a Madrid lejos de todo. Poco a poco los fui dejando, hasta que fui normal otra vez y no dependí de nada. Eso fue el comienzo de mi desgracia. 

La cara de Renata no tenía deducción no sabía si estaba aterrada por lo que escuchaba, o compasión por lo que fui en mi juventud.

       - No entiendo – dijo rompiendo el silencio.
       - Lo sé. Con Leonor estuvimos poco más de un año tratando de ser padres. Debido a como ella no quedaba en estado, fuimos al médico. Ahí conocí a Christopher, llegamos a la consulta muy ilusionados. Salimos destrozados. Yo mucho más que ella. Después de un sinfín de exámenes 

Su cara se contraía aún más con cada palabra que decía. Le dolía escuchar mis palabras. Pero no más que a mi decirlas

       - Mis espermatozoides perdieron fuerzas, yo no podía llegar y traer un niño al mundo y todo eso gracias a mi irresponsabilidad. Mis actos si tuvieron consecuencias y eso destrozo mi vida. - Se llevó sus manos a la cara y ahogo un sollozo
       - La deje ese mismo día, al salir de la consulta. La deje sola. Al igual como lo hice contigo, solo que los motivos fueron distintos. 

Me miro y asintió.

       - Tres personas conocían este secreto. Mi madre lo ignoro hasta… bueno hasta que se supo lo de tu embarazo, ese día llegue tan destrozado al departamento que tuve que contarle el por qué había desconfiado de ti. Me arrepiento tanto de haberlo hecho. No te merecías eso. No te merezco
      - Creíste que eras infértil – dijo mientras yo me quede en silencio esperando su reacción
      - Sí. Lo creí mucho tiempo. –
      - ¿Cuándo pensabas decirme eso?-
      - Nunca – le confesé – Evite tener una relación contigo. Sí que malditamente lo evite. Pero el amor fue mucho más fuerte. Esa primera separación, cuando Carol murió. – Su rostro se contrajo – Yo aproveche de visitar a Chris, hacía tiempo que no iba a verlo. Por ti decidí hacerlo. Me sometí a un tratamiento, eran unos medicamentos y tenía que ir a revisión cada cierto tiempo, la cosa mi amor. Es que el milagro ocurrió, la última visita antes de saber de tu estado. Recuerdo las palabras de Chris, aún faltaba un poco. Pero parece que no faltaba nada. 

Me sonrió y espere pacientemente que ella fuera la que me dijera algo. 


      - Renata, yo no puedo cambiar el pasado, lo que hice, lo que te dije pero si puedo modificar el presente. Necesito que me digas algo.
      - Lo siento. – me dijo – Estoy tan cansada – agacho la cabeza – No se que puedo decirte Benjamín. No lo se. Todo esto es mucha información y estoy muy confundida
      - Eso quiere decir  -
      - Lo que dije es, que no tengo nada claro en mi cabeza. –
      - Solo no me dejes de un lado. Esta semana que pasaremos juntos déjame estar cerca. Déjame reconquistarte 


~~~


A penas llegamos al departamento me encerre en la habitación necesitaba estar sola, necesitaba pensar. Esto era mucho para mi. Queria irme a casa. Quería mi casa.
Mire el reloj por millonésima vez, no había variado mucho desde la ultima vez que la vi. 17 horas. Si no fuera porque hacia frio iría a dar un paseo. Pero nada de lo mío era propio en este lugar. Claro si en mi país estábamos en pleno verano.
Me recosté en la cama y espere que el reloj avanzara más rápido, claro que no lo hacía. Afuera sentía solo pasos. La manilla de la puerta se movió, pero nadie entro en ese momento.

Benjamín me pedía que lo dejara estar a mi lado, como podía dejarlo si me mintió, no me contó esa parte de su vida que me hacía entender su reacción. ¡Mierda! Yo lo amaba, él me amaba. Pero el orgullo no me dejaba perdonarlo.
Anabólicos, drogas, otra mujer. Mi conciencia me decía que todo eso ocurrió antes de que yo apareciera en su vida. No me mentía.
Que es lo que debo hacer, que es lo que necesito hacer. Tengo mis sentimientos completamente revueltos. ¡Demonios!

Tres golpes en la puerta me hicieron sentarme de golpe.

      - ¿Puedo pasar? – Victoria asomaba su cabeza. Le sonreí y asentí – ¿Cómo va todo?
      - Bien. Solo que no puedo viajar aun – le dije elevando los hombros – El bebé crece perfectamente sano en mí. – Le sonreí – Mide 13.3 cm es un tanto grande para sus semanas
      - Como su padre – me aclaro Vicky – Benjamín, ese hijo mío era enorme. Nació de 48 cm y peso algo más de 4 kilos
      - Enorme –
      - Gigantesco, creo que mi nieto será grande como su padre – asentí - ¿Quieres contarme más? – me pregunto
      - Benjamín me contó de su pasado – mi voz se fue apagando – Puedo comprender su reacción, pero…
      - Shh… No me digas más, hija. Ya se me esa historia, pero lo que quiero saber es que piensas de ustedes como pareja –
     - Necesito tiempo – suspire – Victoria tengo mi corazón partido en dos, una parte me dice que lo perdone y que lo entienda. Pero la otra parte me recuerda sus duras palabras, su rechazo, su abandono. No se cual debo seguir
     - No quiero ser la suegra entrometida de la historia, solo que no quiero verlos sufrir, ni a él ni a ti. No sé cómo ayudar. No se si debo ayudar
     - Quiero irme a casa – le dije – Quiero estar lejos de él
     - Y cuando estas lejos, lo quieres cerca. – Asentí – Te voy a dejar descansar, te voy a dar tu tiempo. Pero debes saber que mi hijo es terco. Se dio contra la muralla, y ahora no sabe cómo recuperarte. No se dará por vencido, y espero que tú no te cierres completamente a ser feliz. Las palabras duelen, pero ¿Puedes vivir sabiendo que lo dejaste ir? O mejor aún Puedes perdonar y ser feliz.

Dicho eso me dejo sola en la habitación nuevamente, sus palabras no salían de mi cabeza y ya no sabía qué hacer. Tal vez era muy terca como para perdonarle, pero tampoco podía vivir sin él. Ver a mi hijo cada mañana sabiendo que él está lejos.

Mi vida está hecha una mierda y lo único que quiero es huir de todo nuevamente, porque no se dio cuenta antes, todo hubiera sido tan fácil si él me hubiera escuchado. Ahora yo me debatía entre mi amor o mi orgullo. Peor aún me sentía, maldito hombre que me destrozaba.
Encendí la televisión y pase por todos los canales sin saber que ver, tome mi IPad y busque algo en internet, NADA. Me puse un pantalón deportivo y salí hacia la sala. Ahí estaba el culpable de todos mis males, pero también de lo más maravilloso que me había pasado. Me miro y me sonrió, le sonreí de vuelta.

      - Necesitas algo – me pregunto. Al tiempo que me deje caer sobre el sofá. Negué con la cabeza. -¿Quieres salir a cenar conmigo esta noche?
      - No – dije segura de mi decisión
      - ¿Quieres que preparemos algo especial para comer? – Volví a negar - ¿Ir al cine? – Negué – ¿Dar un paseo? – negué otra vez
      - Estaba pensando – le dije y toda su atención se vino hacia mí – Bueno tu casa estará lista en menos de dos meses. – Asintió – Una vez que terminemos con eso me gustaría que me vendieras tus acciones
      - ¿Para qué?
      - Quiero que la empresa siga siendo solo mía. Tú rubro es la publicidad no la arquitectura
      - Lo siento. Pero ya tengo destinado que hacer con eso. –
      - ¿Qué? – le pregunte un tanto angustiada, si no me lo quería vender a mí, tal vez ya lo había vendido. No mierda, no quería más accionistas, quería ser yo la única.
      - No te lo puedo decir aun. Faltan unos meses para que sepas y conozcas al nuevo dueño –
      - ¡Que! Mierda Benjamín. Por qué hiciste eso. Sabes que me negaba a tener socios. Acepte que fueras tú porque, bueno éramos pareja.
      - Te tendrás que acostumbrar. Pero relájate que aún faltan unos meses –
      - Porque no me habías dicho. –
      - Pensaba hacerlo la próxima semana. Por cierto. Ya confirme los boletos de regreso para el próximo miércoles. – Asentí – ¡Hey!  - llamo mi atención – No te martirices con eso. Aún faltan unos meses
      - Ya, ya. – Le dije quitándole importancia – Mañana quiero ir a visitar a Mariano
      - No va a poder ser – me dijo en seco – Tienes que venir conmigo a un lugar
      - ¿Qué? – le dije incrédula
      - Iremos a un lugar, necesito que lo conozcas y contarte más sobre mí –
      - Benjamín, yo tomo mis propias decisiones y se dónde ir y donde no. No quiero salir contigo.
      - Respóndeme algo. No quiero estar haciendo el loco – lo mire a los ojos - ¿Tú me darías la oportunidad de remediar mis errores y poder estar a tu lado? –
      - Yo… -
      - No espera. Te he dicho que te quiero reconquistar, pero si tú me dices que no me quieres yo no hago nada y hago mi vida. – Mis ojos cayeron con la mirada al suelo – Pero jamás dejare de ser padre, no eso no. Es lo más maravilloso que me ha pasado. Pero entonces. Respóndeme de corazón ¿Me quieres aun?

Me puse de pie para evitar contestar esa pregunta. Pero Benjamín no me dejaría tan tranquila tan rápido. Me agarro por el brazo y me jalo hacia su cuerpo.

      - No huyas de mí. Solo responde – me susurro en mi oído. - ¿Me quieres Renata?

Me quede en silencio mientras respiraba contra mi oído, arrastraba su nariz por mi cabello y su mano acariciaba mi vientre, me estaba derritiendo en sus brazos. Había mantenido a raya mis hormonas, pero ahora estaban a punto de flaquear. Cambio de posición su cabeza y susurro contra mi otro oído

      - Tú cuerpo está diciendo lo que tus palabras se niegan –

Su dedo de norte a sur lentamente sobre mi vientre me hacía estremecer, solo tocaba la parte donde estaba su hijo. Me quemaba la piel. Lo deseaba en estos momentos malditamente mucho. Trate de dar un paso hacia adelante, pero mis piernas simplemente no querían responder.
Era una traición del más alto nivel.

      - Te amo. – decía mientras besaba mi cabello. Su mano que antes estaba sobre mi codo, ahora simplemente subía por mi brazo, acaricio mi hombro, corrió mi pelo hacia mi otro hombro y bajo su boca hasta mi cuello, lametazos, besos, mordiscos. Eso iba dejando desde mi cuello hasta mi hombro y viceversa.

      - No quiero que me toques – le dije logrando articular palabras – No quiero que me toques
      - ¿Por qué? ¿Ya no me quieres? –
      - No sé lo que quiero –
      - Yo te puedo tocar todas las veces que quiera – me dijo secamente
      - No puedes – le dije ofuscada
      - Es mío lo que llevas ahí dentro – puso ambas palmas sobre mi vientre. – Lo puedo tocar y sentir cuando quiera
      - Nos dejaste – le dije apartándome de él, con las piernas flaqueando – Te fuiste de nuestras vidas. Y mientras yo lo tenga en vientre es solo mío. Una vez que nazca ya veremos cómo hacemos el régimen de visitas – dije caminando hacia la habitación lo más rápido que pude.

Cuando entre cerré la puerta suspirando porque no me había seguido. Camine hacia la cama pero antes de poder siquiera pensar que hacer él ya la abría y cerraba nuevamente de un portazo

      - ¡Ni un maldito régimen de visita! – Grito enojado – Yo no quiero tener que pedir permiso para ver a mi hijo. ¡Maldita sea es mío!
      - ¡Pero nos abandonaste! – le grite en defensa
      - No escuchaste nada de lo que te dije en la tarde – dijo ofuscado – Te he pedido perdón. Te he contado mi pasado.
      - O perdón por ser tan insensible. – Le grite – Pero tus malditas palabras no las he olvidado. No puedo cerrar los ojos y no verte gritándome que te traicione. Que me acosté con otros. ¡Te odio!

Me recosté en la cama y escoda mi cabeza entre las almohadas, enojo ira y todo lo solucionaba con lágrimas.

      - No digas nada de lo que después te puedas arrepentir – me dijo sentándose en la cama. Levante la cabeza para poder mirarlo a los ojos  
      - Él más apropiado para decir eso no eres tú -  
      - Te lo digo porque no sé cómo solucionar todo lo que te hice, todo lo que te dije. Estoy enojado conmigo mismo por estar en esta situación ahora mismo. Sabes lo que se siente verte llorar y no poder consolarte. No sabes por qué malditamente te cierras a no perdonarme
      - Te perdone. De corazón te perdone. Pero no puedo olvidar. –
      - Entonces no me ha perdonado – comenzó a sobar mi espalda suavemente – Tengo una maldita semana para poder cambiar nuestro futuro. –
      - Yo mañana me voy – le indique
      - Déjate con estupideces. Tú sales de este departamento rumbo al aeropuerto. Pero conmigo al lado – me dijo pasando sus manos por su pelo, estaba tan enojado como yo.
      - Estupideces las tuyas que me quieres tener obligada a tu lado. –
      - Dime mirándome a los malditos ojos que no me quieres. Dímelo si puedes –
      - No puedo. ¡Maldita seas! sabes que no puedo. Te amo. Te sigo amando a pesar de lo idiota que eres. Me haces salir lo peor de mí. Pero también tengo lo mejor de ti. – Toque mi vientre – Quiero que me dejes tranquila. Quiero poder seguir con mi vida como lo hacía hasta antes de tu llamada. Quiero seguir sufriendo, pero con la esperanza de que volverás – abrió mucho sus ojos - Algo en mi me decía que volverías y te darías cuenta de tu error. Yo quiero ser feliz. Contigo o sin ti.
      - Conmigo mi amor. – Me dijo tomando mi cara entre sus manos – Siempre conmigo. – acerco su boca a la mía. El temblor volvió a mi cuerpo, quería pedirle que se alejara, pero también quería que me besara. – Te amo, Renata te amo. Te amo.

Puso sus labios sobre los míos y me beso, tiernamente, lentamente, como si su vida dependiera de eso. Mil suspiros salieron de mi durante lo que el beso duro. Con sus manos acariciaba mis mejillas, secaba las lágrimas que aun salían de mis ojos.
      - Te amo – susurraba cada vez que su boca se separaba un poco de la mía

Me deje caer sobre mi espalda, esperando que Benja recostara su cuerpo sobre el mío. Me miro y me sonrió.

      - Ponte guapa mi amor. Nos vamos a cenar fuera. – me dijo dándome un último beso casto y seco. – Te conquistare cada día que pase. Mi vida será para adorarte a ti y a mi bebé.

Y mis fuerzas por negarme y patalear se esfumaron. Salió de la habitación dejando la puerta entre abierta, espere en la misma posición un par de minutos para ver si entraba nuevamente a seguirme besando. Extrañaba tanto sus besos. Pero ahora quería más. Necesitaba sus manos recorriendo mi cuerpo.

      - Vamos hija. – Mire hacia la puerta la sonrisa de Victoria – Ve a la ducha mientras te alisto tu ropa.
      - ¿Qué? – pregunte desconectada de lo que habla
      - A la ducha señorita. – Me volvió a indicar – Tendré todo listo cuando salgas.
      - ¿De qué hablas?
      - El departamento no es muy grande. – Alce una ceja – Los vi en la sala, luego escuche la pelea aquí. Y al final mi hijo entro con una hermosa sonrisa a mi habitación.
      - Quiere que vamos a cenar – le dije quitándole importancia
      - Eso es una buena noticia. Déjate querer, hazle sufrir un poco más. Te lo dije que era un terco. Y te quiere a ti y a su hijo.
      - Y yo lo quiero a él. – le dije.
      - Lo sé. Pero bueno. Vamos a la ducha que debes ponerte guapísima para que muera al verte. –
      - Yo no he dicho que volvería con él –
      - Lo se


Me encamine hacia la ducha, mis pensamientos ya estaban claros. Había cosas por las que ya no podía seguir luchando. Aun me quedaban 6 largos días en Barcelona y no los pensaba desperdiciar.
Si para nosotros había una nueva oportunidad era tiempo de averiguarlo.