Capitulo 28
- Déjame imbécil ya te dije que no quiero
nada contigo, me fui de tu casa.
- Y yo te dije que había sido el peor
error que habías cometido. A mí nadie me deja
- Yo lo hice. Renata lo hizo. ¡DEJANOS EN
PAZ!
- A tu hermana la deje irse solo porque
preñada no me servía. Pero ahora ya tuvo a su estúpido bebé. Ahora volverá
- No lo hará. Porque no pasas de nosotras
y te quedas jodiendole la vida a Camila. Es la única que quiere estar contigo.
Porque es tan o más asquerosa que tu
- Cállate –
El
maldito me dio con el puño cerrado en el pómulo derecho de la cara, estaba creído
que sería igual que Renata y me dejaría. No yo no era como Renata, por más que
la aborrecía por ser la hija preferida de mi padre y mucho más de mi madre.
Me
acosté con su ex marido solo para fastidiarles la vida, pero como todo lo que
pasaba por mi vida, me aburrí. Me aburrí de él en el mismo instante en que
trato de acostarse con su empleada delante de mis narices.
Lo
odie en ese momento, por que en algún momento pensé que entre nosotros podía
haber algo especial, estúpida yo que creí en él. Aun cuando me lo habían
advertido. Pero no, yo no estaba para eso. Extrañaba a mi hija, mi pequeña
Carol. No sé en qué estaba pensando cuando les di la autorización para que se
la llevaran o si ya sé porque lo hice. Porque el maldito de Ernesto me tenía
drogada.
Siempre
fue su plan, siempre entre en su plan y yo estúpida caí en el. Ahora llevaba
días escondiéndome en el hotel hasta que dio conmigo. No tenía a quien
recurrir, me moría de vergüenza de llamar a mi padre y pedirle que me enviase
el dinero para poder volver.
¿Cómo
miraría a mi familia? No, no tenía cara para hacerlo.
Mi
plan era estar un par de días poder conseguir un trabajo y que en cosa de un
mes poder tener el dinero suficiente e irme. Pero claro esos planes fueron
hasta que Ernesto dio conmigo.
- Te dije hijo de puta que no me tocarías
nunca más – le grite ofuscada
- Y yo te dije que tú eras mía. Ahora
quiero te pongas de rodillas y hagas lo mejor que sabes hacer ¡Chupármela!
- Me das asco, no lo hare
Otro
nuevo golpe llego con mi negación.
- Lo harás, y lo harás hasta que yo me
corra en tu boca y te lo tragaras. Después te abrirás de piernas y te la
meteré. Porque eres mi PUTA y haces lo que yo te diga.
- ¡QUE NO SOY TU PUTA! Ni la de nadie.
Ernesto termine contigo. Asúmelo y déjame en paz
- ¿Quieres que te deje en paz? – dijo
tirando de mi pelo para ponerme de rodillas frente a él. Asentí – Bien, debes
llamar a Renata, cuando ella este en mi casa. En ese momento tendrás tu pasaje
de vuelta a tu casa. Ahora haz lo que te mande si no quieres chupármela con la
boca llena de sangre.
Necesitaba
salir de aquí, lo antes posible. Cerré mis ojos y rogué al cielo que no me
dieran arcadas mientras se la chupaba. Hice todo y cada una de las cosas que él
me pidió. Cuando por fin se sacio de mi me dejo tirada en el suelo de su salón
y subió a su habitación.
Trate
de irme tantas veces, como siempre todo estaba cerrado con llave. El día en que
amablemente le lleve un licor, ese día logre escapar porque le había echado una
pastilla para dormir. De esas que tomaba yo para no sentir cuando quería
acostarse conmigo.
Pero
aquí estaba de nuevo, en su casa, desnuda y adolorida en el frio suelo del
salón. Camila entro a recoger las ropas de Ernesto y se río de mí como siempre
lo hacía. Ella era la única que al menos demostraba placer al estar con él. Sus
malditos gemidos se escuchaban en toda la casa cuando se le metía en la cama,
en el despacho o simplemente donde le diera la gana.
Él
claro que nunca se quejaba y cuando venían sus amistades a la casa yo era la
perfecta mujercita de él. Vamos tal y como lo hizo la estúpida de Renata. Este
era su problema, él la quería a ella y no a mí. Yo no era tan fuerte, ni tan
valiente. Yo quería volver a casa y que mi madre, al menos ella me perdonara y
sobre todo volver a ver a mi hija. Nunca la había extrañado tanto como ahora.
Ahora
valoraba a mi pequeña, y todos los días durante los meses que llevaba acá me
preguntaba ¿Cómo estaba? ¿Me extrañara? ¿Llorara por las noches pidiéndome a mí?
Subí
a la habitación de Ernesto aun desnuda y me plante al fondo de su cama. Me arme
de valor y el antes de que pudiera decir algo dijo
- ¿Quieres chupármela otra vez?
- No. Quiero llamar a Renata. Tú no me
quieres a mí, la quieres a ella. Te la traeré, pero no quiero volver a verte en
mi vida.
- Sabia decisión. Tienes un pasaje
disponible para el mismo instante en que ella pise esta casa
- ¿Me das tu palabra?
- Si quieres te lo firmo y lo hago ante
un juez. Tú no me interesas. Reconozco que das buenas chupadas, que tu culo es más
rico que el de Renata. Pero no, no me interesas. Ella es mi mujer.
- La traeré
- Bien – dijo poniéndose de pie y sacando
su móvil de la mesa de noche – Llámala
- Me gustaría que fuera en privado
- Ni lo sueños cariño. Y hazlo rápido que
saber que la tendré luego entre mis piernas me ha despertado las ganas de
follar nuevamente. Así que una vez que cortes la llamada te ganas a cuatro
patas sobre la cama
Respire
tres veces profundamente antes de tomar el móvil de sus manos. Temblorosamente
marque el único número que me sabía de memoria. El de mi casa. Al tercer
repique contestaron
- Buenas noches – dijeron al otro lado de
la línea.
- Buenas noches, me gustaría hablar con
Magdalena por favor – dije amable.
- La señora Magdalena no se encuentra en
la casa
- ¿Gabriel? – pregunte como segunda
opción
- Los señores están en la clínica
- ¿Le paso algo a Carol? – pregunte
asombrada y Ernesto se tiro en la cama y mientras me miraba se pasaba su mano
por la erección que ya tenía.
- No, la pequeña está bien. Es su otro
nieto – dijo con voz de lamento – Perdón no puedo dar más información. ¿Con quién
hablo?
- Em. Si soy Constanza la otra hija de
los señores.
- Oh disculpe señorita.
- No se preocupe. Necesito hablar con
Mamá, quiero saber del hijo de mi hermana Renata.
- Ellos están en la clínica con el
pequeño Adam.
- Me podría dar sus números de móvil. Lo
que pasa es que me robaron en el mío aquí en España y el único número que me sabía
era este.
- Si claro. Tome nota.
- Me gustaría el de mi hermana también.
Estoy preocupada por mi sobrino – mentí
La
mujer amablemente me dio el número de Renata y el de mis padres, estuve tentada
en preguntar por Carol pero sabía que eso solo le serviría a Ernesto para
mantenerme bajo su control
- Ya lo tengo – le dije
- Ya sabes lo que tienes que hacer. – Me
hizo seña con las manos – Pero antes ocúpate de esto
Saco
su mano de su erección, ya sabía lo que tenía que hacer. Así que me puse en
gatas rápidamente y me la eche a la boca, si todo iba como yo esperaba sería la
última vez. Una vez terminado se fue hacia el baño y aproveche de usar mi última
opción
- Buenas noches Renata – dije a penas me
contesto la llamada
- ¿Cota? – dijo dudosa
- Hermana soy yo. Necesito tu ayuda –