lunes, 30 de junio de 2014

#17 Caminos Inesperados

Capítulo 17


Mis peores temores salieron a la luz. Todos se enteraron que hacía antes de casarme, y mucho más a lo que me obligaba el maldito desgraciado, yo… yo nunca quise acostarme con ellos, mucho menos recibir dinero a cambio.

Thiago salió de la audiencia en completo silencio, en ningún momento se acercó a mi lado y eso era lo que más quería necesitaba sentirlo cerca. Que me demostrara que nada de lo que habían dicho cambiaba lo nuestro que seguía siendo su mujer, que seguía a nuestro lado. Que nuestro bebé si tendría futuro.
Pero todo eso lo veía cada vez más alejado, cada vez más difícil. Buscaba su mirada y la esquivaba.
Al momento de salir de los tribunales, ni siquiera hablo, se subió al coche de Victoria y se fue dejando a todo el mundo con la misma incertidumbre.

      - Ya verás cómo se le pasa – dijo Tía Renata tocando mi hombro. Con una sonrisa fingida le agradecí y me subí al coche rentado que nos llevaría a casa.

El camino se me hizo aún más eterno. Al llegar a la casa su coche no estaba, y no pude hacer nada más que llorar. Ya sabía que Thiago haría eso cuando se enterara, lo mismo que paso con Dani, estaba vez también desaparecería. Pero no sería a mí a quien llegara primero.

Sin decirle nada a nadie subí hasta la que anoche fue nuestra habitación, hasta donde anoche nos habíamos profesado amor. Me saque toda la ropa y me metí entre las cobijas abrazando su almohada. Por lo menos esto me mantendría cerca de él.

Las horas avanzaban y todos ya habían venido a tratar de convencerme de pasar bocado, pero tenía el estómago cerrado.

      - A mí no me vas a echar de la habitación – dijo Victoria cerrando con un portazo – Vamos a ver. ¿Quieres que le pase algo a mi bisnieto? – Negué con la cabeza – Como lo suponía. Vas ahora mismo a comer algo, aunque no quieras, ese bebé tiene que alimentarse. No te preocupes por nada, no en estos momentos.
      - Pero… -
      - Pero nada hija. Nadie te va a juzgar ni a preguntar nada hasta que tú no estés lista. Ahora come
      - ¿Ha llamado Thiago? – susurre llevándome la primera cucharada de sopa a la boca
      - No – me corto – No, cuando digo no te preocupes por nada quiero decir nadie también. Ese nieto mío ya me escuchara
      - Yo… Yo lo perdí
      - Sería bien estúpido si lo hiciera. Pero vamos, come mujer, que quiero un bebé sano y fuerte
      - Tengo miedo – le confesé y sabía que era con la única que podía conversar de todo sin miedo. Ella ya lo sabía – Thiago no me va a perdonar que se lo ocultara
      - Y si no lo hace lo agarro a cabezazos contra la muralla hasta que entre en razón –  no pude no reír con sus ocurrencias, no todo era tan malo. Aún tenía a mi familia. – No quiero que te preocupes por eso mi niña, quiero que descanses. Esto no ha terminado y lo sabes
      - Ya no quiero seguir. – confesé
      - Tienes que llegar a las últimas consecuencias, ya todo salió a la luz. Y vez que no fue tan terrible.
      - ¿Y si muestra pruebas? –
      - Que importa eso. Hija escuchaste al juez, que trabajaras en una cafetería no quiere decir que eras una zorra. Tú reputación no está siendo puesta en tela de juicio. Vamos cariño sonríe.
      - ¿Qué dijo mi padre? –
      - Nada mi amor, que iba a decir. Está un poco confundido, lo normal, tiene preguntas. Pero eso no hará que te quiera menos o que piense lo peor. Es tú padre y siempre te va a querer
      - No puedo comer más – dije alejando la bandeja de mi regazo – Quiero dormir
      - Por lo menos comiste un poco y eso me deja más tranquila. – Me beso la cabeza y acaricio mis cabellos – Todo va a estar bien mi niña, ahora duerme un poco ambos lo necesitan.
      - Si llega Thiago… -
      - Lo se lo enviamos de inmediato para que este contigo –
      - No – le corte – Solo no lo dejes que me vea, no estoy preparada para hablar con él, no sé cómo explicarle las cosas
      - Con el corazón, explícale con el corazón, el amor siempre es mucho más fuerte.

Tras lo último que dijo se retiró dejándome sola con mis pensamientos. Como le podía hablar con el corazón si ahora mismo estaba destrozado, nunca hubiera querido que mis padres se enteraran de esa manera de las cosas. Me hubiera gustado tener la fuerza y la valentía para contárselos con mis palabras y como realmente fueron. No así, no de esa manera.
Como le podía explicar a Thiago las cosas con el corazón ni siquiera sabía que estaba pensando el en estos momentos de mí.
Con el corazón destrozado y con un nudo de emociones me hice un ovillo para tratar de dormir en estos momentos y más que nunca tenía que ser fuerte por mi bebé. Era lo único que tenía. Lo tenía a él y con ello el recuerdo de que en algún momento fui feliz junto a su padre, junto al hombre que amo y que voy a amar siempre.

Las horas iban pasando y yo no podía dormir, mis piernas no me respondían y lo único que podía hacer era llorar en la oscuridad de la habitación a simple vista parecía que dormir, o por lo menos eso creyeron todas las veces que abrieron la puerta.

Mire en la mesita de noche el reloj este ya marcaba las 4:25 de la madrugada obligue a mis ojos a cerrarse, obligue a mi angustia parar por un momento necesitaba descansar.

No sé cuánto tiempo paso, no sé en qué momento me dormir. La luz ya entraba por las grandes ventanas de mi habitación, estire mis piernas y cuando iba a salir de la cama un brazo me cruzo por la cintura.

      - No te levantes aun – ese susurro me hizo voltear la cabeza rápidamente para encontrarme con el cuerpo de mi amor a mi lado.

¿En qué momento llego? Sentí una punzada en el pecho en ese mismo instante y las ganas de vomitar se apoderaron de mí. Rápidamente saque el brazo de Thiago y salí de la cama haciéndolo sentarse y salir tras de mí.

      - Creo que mi hijo ya se hace presente – dijo acariciando mi espalda y sujetando mi cabello.

Cuando ya no quedaba nada más que expulsar de mi cuerpo, él me alcanzo una toalla humedecida y me ayudo a levantarme.

      - A la cama – me ordeno luego de que cepillara mis dientes para sacar el mal sabor de mi boca.

En completo silencio lo deje guiarme de vuelta a la cama, no me dijo nada. Solo se recostó a mi lado y me llevo hasta su pecho.
No era la actitud que debía tomar, tendría que estarme reclamando las cosas, preguntando porque se lo había ocultado. No esto, no mimándome.
Un sonido proveniente de mi estómago lo hizo carcajearse

      - ¿Tienes hambre? – Solo pude asentir contra su pecho, tenía temor de hablar, de mirarlo a la cara - ¿Quieres que vaya por algo de comer? – esta vez negué con la cabeza, no quería separarme de él. - ¿Cenaste anoche? – volví a asentir.

Trato de apartarme de su lado en ese momento, pero cruce mi brazo por su cintura para impedirlo.

      - No me voy a ir a ningún lado amor – me dijo besando mi cabello – Estoy contigo, pero debemos alimentar a nuestro hijo.

Escucharlo hablar de esa manera y que siguiera pensando que el bebé era de él, me hizo soltar un gran suspiro y ver que no todo estaba perdido. Tome la fuerza necesaria para soltarlo y mirarlo a los ojos.

      - Te he dicho lo hermosa y radiante que te vez desde que estas embarazada. – Negué mirándolo a los ojos y unas lágrimas se escaparon de mis ojos – Saber que tienes algo mío dentro de ti ha incrementado tu belleza.

Trate de sonreír pero no podía, había llegado el momento de hablar, el me daba la fuerza y valentía que necesitaba en ese momento

      - Thiago… - desvié mi mirada hacia sus labios – Yo… - poso un dedo sobre mis labios impidiendo que siguiera hablando.
      - Si no vas a decir que me amas mejor no digas nada. Necesitas descansar y estar tranquila, eso es lo único que importa en estos momentos. Tú y el bebé son lo más importante por lo tanto…
      - Pero… - trate de rebatirle para ser por primera vez honesta con él
      - Pero nada amor. Eso es lo que importa para mí. Y para ti debería ser exactamente lo mismo. Nada más.
      - Te amo – susurre
      - No tanto como yo lo hago –

Como si fuera en cámara lenta acerco sus labios a los míos, dándome un beso dulce y tierno. Cargado de sentimientos, los sentimientos que yo necesitaba en este momento. Era verdad, nada más importaba en este momento, pero sabía que no todo podía ser tan hermoso como él lo proponía. Esta vez necesitaba ser clara.

Salió de la cama y se puso los pantalones de pijama y una polera, me guiño un ojo y salió por la puerta. La sensación de vacío volvió a mí. Era algo que ahora se hacía más fuerte cada vez que no lo sentía cerca. Me estaba haciendo dependiente de tenerlo conmigo todo el tiempo. Lo necesitaba, lo amaba.

Durante la mañana nos mantuvimos encerrados en nuestra habitación recostados en la cama sin que nadie nos molestara. Él lo quería así. No hablamos de donde estuvo, ni mucho menos quiso que le explicara lo sucedido. Decía que ya habría tiempo.

      - Vamos a dar un paseo los dos solos – me dijo una vez que había terminado la película que veíamos. – No puedes estar encerrada todo el día aquí, por muy rico que sea sentir tu cuerpo junto al mío. Debemos salir y enfrentar al mundo.
      - Me siento fatal – susurre, haciéndolo sentarse rápidamente
      - ¿Qué sientes? ¿Vamos al médico? – dijo preocupado
      - No es necesario. Solo malestares del embarazo – lo bese – Como tu dijiste, ya se hace presente

Tome su mano y la pose sobre mi vientre. Me sonrió y busco una vez más mis labios. Lentamente comenzó a subir su mano desde mi vientre hasta encontrarse con uno de mis pechos, el que masajeo y mimo por un momento.
Cuando nuevamente buscaba su boca y la cosa prometía
¡Sexo!
La puerta de la habitación fue abierta de golpe y Thiago bajo rápidamente su mano nuevamente a mi vientre mirando con cara de pocos amigos al intruso

      - ¿Qué haces aquí? – le gruño al pequeño Ian que se tiraba con toda la caballería sobre la cama.
      - Vine a ver a mi sobrino – le dijo el pequeño mirando donde estaba puesta la mano de Thiago. - ¿Puedo? – pregunto estirando su manito
      - Claro que si – le dije.

Tome una posición más cómoda en la cama y pose su pequeña manito sobre el vientre, no era para nada abultado y se lo explique. Le dije a Ian que aún era muuuy pequeño para sentirlo moverse dentro de mí, pero que si ya reconocía las voces del exterior, lo anime a que le hablara, y mirándome con sus hermosos ojitos.

      - ¿Por dónde me escucha? – pregunto Ian
      - Ombligo – añadió Thiago quien estaba abrazado a mí.
      - ¿Ombligo? – dijo Ian. Asentí.

Puso su boquita en mi ombligo y con una enorme sonrisa comenzó a susurrarle cosas

      - Soy tu tío Ian. Sabes, tendrás con quien jugar cuando salgas de ahí. Pero Dani, tu otra tía dice que su bebé será una niña. Eso no importa porque tu si serás un chico y con mi amigo jugaremos mucho, ya lo veras.
      - ¿Y si es una chica también? – le pregunto
      - Emm… - se queda pensativo un momento antes de contestar – Pero es un chico ¿Verdad Thiago?

Desvié mi mirada hacia mi chico quien le guiño un ojo, ¿También pensaba que sería un niño?

      - Preciosa mía – le dije acariciando mi barriga – No escuches a tu tío. De seguro jugara igual con las muñecas por ti
      - ¿Qué tal si son dos? – Dijo Ian – Un chico y una chica
      - Me temo que es solo uno – dijo Thiago, cuando le golpee el brazo añadió – o una
      - Serás un niño – dijo depositando un beso en mi vientre.
      - Ya – dijo Thiago - ¿Qué necesitabas enano?
      - Vine a ver a mi sobrino, ya te dije – gruño el enano.

Thiago al ver que el niño no se movía de nuestro lado decidió por ir a darse una ducha. Al quedar sola en la habitación con Ian nos pusimos a ver una película de dibujos animados que el mismo eligió.
Pasado un rato mire de reojos a mi pequeño compañero y estaba profundamente dormido con su cabeza apoyada en mi pecho.
En ese momento la puerta de la habitación se abrió y Tía Renata ingreso con una hermosa sonrisa.

      - Aquí estaba  - dijo cuando miro a Ian
      - Vino a ver a su sobrino – le susurre
      - ¿Cómo te sientes querida? – me pregunto sentándose a mi lado en la cama y posando su mano en mi vientre
      - Bien – le dije con sinceridad – Solo mareos matutinos
      - Normal. – Resoplo – Yo los pase con los Ian y Thiago. Horribles
      - Entonces puede ser niño –
      - Puede – dijo en el momento que la puerta del baño se abrió y salió Thiago con solo una toalla en la cintura que tapaba su mejor parte.
      - Mamá – le dijo Thiago aguantando la risa al ver que mis ojos no se apartaban de su cuerpo
      - Ok, ok. – Dijo poniéndose de pie – Me iré – Río. – Ambos van a bajar a comer ¿Entendido?

Ambos asentimos.

      - Iré a darme una ducha – le dije a Thiago pasando por su lado.
      - Te ayudo – dijo sujetando mi cintura – Te puedo sujetar la toalla
      - No es necesario – reí y lo bese – Tú…
      - Nada es más importante que tú – repitió y me volvió a besar.


***

Esa tarde cuando bajamos a cenar, fue como si nada hubiera pasado. Todos me trataban de la misma manera que siempre lo habían hecho y nadie pregunto nada. Excepto mi querida hermana que paso toda la comida tratando de hacer preguntas, ganando miradas de enojo de todos los presentes.

      - Mira Constanza – dijo Thiago ya muy molesto – Eres mi cuñada y mereces respeto. Pero vuelves a insinuar algo más y tendremos problemas. – Desvió la mirada hacia mi padre en ese momento – Lo siento Gabriel pero no voy a tolerar que le falte el respeto a mi mujer y mucho menos a mi hijo
      - Te entiendo hijo – dijo Magda mirando a su hija – Cota retírate por favor – le pidió
      - Yo no comprendo como la siguen venerando y tratándola como una princesa, todos escucharon lo mismo que yo en ese juicio. – Dijo lanzando la servilleta sobre la mesa – Pero claro nadie le dice nada y todos siguen pensando que Ernesto es lo peor del mundo. Dense cuenta que esta embustera les miente en su cara
      - Cállate de una maldita vez – le dijo Thiago ya furioso – Tú no tienes por qué opinar y decir esas cosas ¡No son tú jodido problema!
      - ¡No lo es! – Grito – Pero…
      - ¡Pero nada! – Le grito mi padre - ¡Retírate ahora mismo!
      - ¡Era una prostituta!

Sus últimas palabras llegaron a lo más profundo de mi corazón y antes de que ella se retirara salí yo de la mesa, camine sin mirar atrás hasta llegar a la cocina y hay salí hacia el jardín. Escuchaba los gritos de Thiago detrás de mí pidiéndome que me detuviera.

      - ¡Tú también piensas lo mismo! – Le grite de vuelta - ¡No me sigas maldita sea!
      - ¡¿He dicho que pienso eso?! – Me sujeto por el brazo – Yo no pienso eso.
      - Si lo haces – solloce
      - Mi amor, no lo hago. – Trato de abrazarme pero se lo impedí - ¿Quieres que hable de eso?
      - Ya te habías tardado en reclamarlo –
      - No te estoy reclamando nada – dijo con los dientes apretados – Solo te hice una maldita pregunta
      - Era una cafetería 24 horas donde trabajaba, no era un prostíbulo como lo dice Cota, yo no sé de dónde saca eso
      - Sé que no eres, ni serás nunca una prostituta amor. Porque te amo y me lo dice mi corazón
      - Nada de lo que se dijo es verdad. – Negué con la cabeza – En parte si hay cosas que son verdad. Pero yo te juro…
      - No es necesario que me jures las cosas. – Trato de abrazarme nuevamente pero se lo volví a impedir – Vamos adentro, conversemos esto dentro de nuestra habitación
      - Thiago yo… -
      - Adentro y te voy a escuchar –
      - ¡Déjame hablar! – Le grite dejándome caer sentada sobre la hierba – Quiero ser sincera contigo, siempre lo he querido ser. Pero no podía, me daba miedo, aun me da.
      - No tienes nada que temer -  se sentó a mi lado y me tomo la mano – No te voy a soltar, voy a estar siempre, siempre conmigo.
      - La primera vez que me obligo a estar con otro hombre… - comencé conteniendo las lágrimas – Yo no era consciente, tengo algunos recuerdos, y entre esos él siempre estuvo en esa habitación. No sé si lo disfrute, o si llore, no lo recuerdo.
      - No sigas amor. – Me pidió secando las lágrimas de mis mejillas – No es necesario
      - Si lo es, si después de esto quieres seguir conmigo… -
      - Estaría con ustedes aunque me echaras a patadas. Son mi vida, son mi familia –
      - Recuerdo que a los días de aquella vez yo no lograba armar completamente la historia, me arriesgue y le pregunte. Solo me dijo que lo había hecho muy bien pero que la próxima vez tendría que estar consiente. No comprendí en ese momento. No hasta una semana después cuando él que era el director del hospital en ese año fue a una cena a nuestra casa, bueno perdón, la que era mi casa. Esa vez nos sentamos a la mesa y él… - mi voz se quebró en ese momento pero debía continuar era el momento y el lugar – Sin mi consentimiento metió las manos bajo mi vestido, me comenzó a tocar y bueno… me resistí, me negué pero me golpearon y… esa fue la primera vez. La primera que yo recuerdo. Por lo menos unos una vez a la semana pasaban esas cosas en la casa, si no accedía o me drogaban o me golpeaban. Cualquiera de las dos era terrible, las cosas las llevo a ligas mayores. Cobraba para que sus amigos o quien quisiera se acostara conmigo. Puedes creer ¡Cobraba!

No pude seguir con el relato y mi cabeza callo sobre su pecho, el cual deje inundado de lágrimas, no las podía parar. Todo era negativo en mi vida, mi hermana me odiaba, hablaba mal de mí.

      - Shh… - me susurraba mi amor – Deja de llorar mi vida.

Thiago con una paciencia infinita aguanto durante mucho tiempo que lloraba y susurra más de mis experiencias.

      - Cálmate y vamos adentro – me pidió haciendo el intento de ponerse de pie – Cariño el frio y la humedad les hace mal. – pero me negaba a volver a entrar por esa puerta, nuevamente no quería ver a nadie, solo quería tenerlo a mi lado. Así como en este momento. – Futura señora Lackington – abrí mucho mis ojos al escuchar esas palabras
      - Suena bien – susurre con media sonrisa

      - Suena precioso como tú – me beso los cabellos. – Es hora de ir a descansar. Mañana tenemos que volver al tribunal 

lunes, 23 de junio de 2014

#16 Caminos Inesperados

Capítulo 16

El día había llegado, ya estaba todo listo y solo faltaba que nosotros ingresáramos a la sala de la audiencia.
La cara de Renata me daba a pensar el miedo que sentía, por más que la mime en la noche y la sostuve en mis brazos, no logre que se mantuviera tranquila ni que conciliara mucho tiempo el sueño.

Me ponía nervioso verla de esa manera, sobre todo en su estado. Había hablado esta mañana con el informático y me dijo que mañana tendría los mail, que había hecho lo posible para tenerlos antes pero no le fue fácil decodificarlos.

Mis padres y mis suegros trataban de darle el mayor apoyo a Renata pero Cota no ayudaba y la mortificaba aún más.

Ian y la Abu se habían quedado en la casa, tanto ella como mis padres no habían querido exponer al niño a esto y aprovecharía de salir a disfrutar con él. Cota se rehusó y aun cuando ni yo la quería cerca aquí estaba.

      - Mi amor tienes que estar tranquila. Por ti, por nuestro bebe. – Renata solo asintió.

Quería abrazarla y besarla y demostrarle que nada de lo que dijeran me harían cambiar el amor que sentía. La ilusión que tenía con formar nuestra familia que cada vez estaba más cerca. Pero no se podía, tenía que contenerme

      - Abogado – me llamo uno de los dos abogados que habíamos contratado para la asesoría – Es hora – Asentí

Al abrir la puerta de la sala, y comenzar a ingresar a tomar nuestros lugares nos encontramos de frente con Ernesto y su abogado quien al darle una mirada furiosa a Renata y luego a mi avanzaron a su lugar al lado derecho de la sala.

Antes de que Renata tomara asiento se paró frente a mí y con sus ojos tristes me sonrió.

      - Solo te pido una cosa – susurro – Siempre ten en cuenta que te amo. Y que este tiempo he sido muy feliz a tu lado

Unas lágrimas rodaron por sus ojos y tomo asiento. Me quede estático en el lugar dando vueltas sus palabras, me sabían a despedida.  

El juez hizo ingreso y con ello todo el protocolo previo a pasar al punto en discusión. Cuando llamo a los abogados hacia adelante para el previo juramento, el abogado de Ernesto dirigió una vez más la mirada hacia donde ella estaba y negó con la cabeza, ella solo agacho la cabeza y más lágrimas vi por sus ojos.

El juez nos dio la palabra.

      - Para comenzar me gustaría que usted su majestad viera las pruebas médicas que se le realizaron a la Señora Renata Omalei hace unas semanas atrás luego de la última agresión que recibió por parte del Señor aquí presente. En esta queda estipulado los múltiples golpes recibidos y los días que ella estuvo inconsciente.

El juez los recibió y analizo en silencio, mientras yo seguía con la defensa. No podía dejar nada suelto para eso me remonte años atrás cuando su matrimonio comenzó y así también su tortura. Una a una iba repasando todo el dolor que ella había recibido durante años, llegando a un punto donde era el más duro para ella y no hace mucho tiempo atrás. Cuando perdió a su bebé.
Gracias a mi Abu teníamos también la prueba de aquella golpiza y los partes médicos donde quedaba estipulado que la muerte de ese bebe fue completamente culpa del idiota.
Su posterior ida a Chile huyendo de él y sus malos tratos.

      - El Señor Omalei se enteró por medio del documento de divorcio que la Señora se había ido a refugiar a casa de su padre. Fue hasta Chile con la finalidad de ir a pedir una terapia de familia, al negarse ella la agredió nuevamente dejando marcas en su rostro.

Al terminar de relatar toda la historia. Observe a Renata que no dejaba de llorar, mi madre le tenía su mano sobre el hombro para darle a saber que ellos estaban con ella. Que no la abandonarían. Y era el momento de que pasara adelante y le hiciéramos las preguntas.

      - Señora Renata. – Dije buscando su mirada para darle mi fortaleza – Puede relatarnos como y porque fue la primera vez que su marido la golpeo
      - Si – se secó las lágrimas y anclo su mirada a la mía – Estábamos recién casados, veníamos de una cena con sus amigos y cuando llegamos a la casa se puso furioso reclamando y gritando que yo le estaba coqueteando a su amigo. ¡Eso no fue así lo juro su señoría! – Dijo mirando al juez – Yo solo estaba tratando de ser la esposa que él quería. Esa noche dejo caer por primera unos golpes en mí. – Agacho la cabeza – Dejo mi cara morada y tuve que esconderme durante días para que nadie me viera ni me menos me preguntara. Cuando le conté a mi abuela no me creyó, nadie podía creer que un médico tan prestigioso y de buena familia hiciera esas cosas. ¡Pero si lo hizo!
      - ¿Cuánto tiempo paso hasta que lo volvió a hacer? – pregunte aun sabiendo el dolor que le provocaba pero tenía que hacerlo
      - Esa vez me prometió que nunca más. ¡Me juro que nunca más!
      - ¿Pero lo volvió a hacer?
      - Así fue. Paso un tiempo, recuerdo que fue luego de unos días después de que mi abuela muriera. Esta vez yo reaccione y me fui a vivir con mi abuelo.
      - ¿Por qué volvió? –
      - Porque mi abuelo influyo y él – lo apunto – Volvió a ser como fue cuando fuimos novios, no quería decepcionar a mi abuelo y lo recibí nuevamente. Duramos dos meses separados
      - ¿Lo amaba? –
      - Creía que lo hacia
      - Luego de eso ¿Qué detono nuevamente que la golpeara?
      - Cualquier cosa. Si no quería acostarme con él me golpeaba y terminaba siendo forzada por él. Durante cuatro años aguante lo mismo. Día y noche. No hacía nada porque estaba sola, por su culpa perdí a mis amigas. Mi familia estaba en otro país y las pocas veces que podía hablar con ellos. A escondidas se los ocultaba. Mi padre nunca supo hasta hace poco tiempo todo lo que pase al lado de ese hombre.
      - ¿Puede contarnos lo que sucedió la última vez que la golpeo?
      - No fue la última vez – aclaro dándole una mirada de odio a Ernesto quien no creía que mi Renata fuera capaz y tuviera la valentía de contar estas cosas – Habíamos llegado hacia unas semanas de viaje. Yo me sentía mal y no me había bajado el periodo. Fui a la farmacia y me compre una prueba de embarazo que resulto ser positiva. Pasaron dos días hasta que me decidí a contarle, recuerdo que esa noche cuando el llego de la clínica yo tenía una cena preparada. El día anterior había ido al médico y tenía la primera ecografía de bebe. Tenía dos meses de embarazo. Cuando llego y cenamos le entregue un sobre, en ese sobre estaba todo mi ilusión. Aun cuando era un mal marido y me golpeaba yo estaba feliz por ser madre. Iba a tener un hijo, era un sueño. Esperaba compartir mi alegría con él.
      - ¿Y qué paso? –
      - Abrió el sobre y se puso a gritar arrojo la ecografía sobre la mesa y me jalo por el cabello y me dijo que ese niño no era de él. Que me había acostado con alguien más y todo termino en una nueva golpiza. Esta vez no se midió y no solo me golpeo la cara como de costumbre si no que dejo caer su furia sobre mi vientre, provocándome de inmediato un aborto. Esa misma noche perdí a mi hijo. No le basto con eso y me encerró en el cuarto estuve siete días de la misma manera, sangrando y sin atención médica.
      - ¿Cómo salió de ese lugar?
      - Al séptimo día tuve la fuerza para poder levantarme, en cosa de segundos y sin mirar atrás hui. Y por primera vez sentía el apoyo de alguien.
      - ¿El apoyo de quién?
      - Thomas, el chofer de la casa fue quien me saco de ese lugar. Me llevo a casa de Victoria Lackington, quien me llevo a un centro de salud, donde estuve internada por cinco días y luego me dio el dinero para poder reencontrarme con mi familia. Sin la ayuda de esas dos personas no sé qué hubiera hecho. Fueron mi salvación, en ese momento y luego por segunda vez.
      - Nos quiere explicar porque por segunda vez dice que el Señor Thomas y la Sra. Victoria la ayudaron
      - Yo estaba en Chile, fui a ver a mi familia. Me fui a refugiar en ellos. Estando allá comencé los trámites de divorcio, usted mismo me ayudo en eso – asentí con la cabeza desviando la vista de mi querida mujer para mirar al juez – Ernesto recibió la notificación y viajo, en esa oportunidad yo me sentí con la valentía de enfrentarlo pero todo termino en que me diera un par de bofetadas nuevas. Me amenazo con volver y aquí estoy. A los días de haber llegado a la casa todo comenzó de nuevo y sus golpes volvieron esta vez fue más astuto porque se preocupó de no dejar evidencia en mi cuerpo. – un nuevo sollozo se le salió – Pero la después de una visita de Victoria se enfureció tanto porque yo quería comunicarme con mi familia que…

Ya no era capaz de seguir hablando Renata estaba completamente nerviosa. Las lágrimas y los sollozos ya no la dejaban continuar con su relato.

      - ¿Puede continuar? – pregunto el juez. Ella asintió, bebió un poco de agua y se secó las lágrimas.
      - Perdón – se disculpó – Esa noche desato toda su furia conmigo, me golpeo como nunca antes lo había hecho. Al ver que yo luchaba contra él me lanzo contra una muralla… Eso es lo último que recuerdo hasta despertar en un hospital.

Busque su mirada nuevamente para infundirle un poco más de valentía, de fuerza. Era poco lo que quedaba para que este maldito pagara lo que había hecho. Todos sus años de sufrimiento terminarían y podría conocer lo que era la felicidad, la felicidad a mi lado.

Al terminar de relatar el juez nos dio un receso de quince minutos para que a continuación tomara la palabra el abogado defensor de lo indefendible.

Pasamos a una sala conjunta donde solo yo podía estar a su lado, como su abogado. Trate de acercarme a ella pero me lo impidió. Y me suplico guardar silencio. Quería que la dejara sola en esos momentos, pero no era lo que yo quería.

      - Tienes que estar tranquila, con las pruebas y tu relato pagara lo que te hizo.- le dije parado desde el otro extremo de la sala.
      - Ya no quiero seguir con esto. – susurro agachando la cabeza. – No quiero que esto siga
      - No me pidas imposibles. Esto va a continuar hasta las últimas consecuencias. –
      - Pero yo ya no lo quiero. – Replico - ¿Cómo crees que me siento? ¿Sabes el temor que me da que vuelva a acercarse a mí?
      - No lo hará. Lo prometo.
      - Tú no sabes el poder que tiene, lo hará, si es posible no pasara ni una hora en prisión. Thiago ya no quiero seguir. No quiero que nadie más escuche todo lo que pase, no quiero revivir nuevamente todo eso. Su abogado me hará preguntas y el dolor seguirá
      - Solo resiste un poco más. Por nosotros –
      - ¿Habrá un nosotros? –

Cuando iba a responder la puerta se abrió, era un oficial para informarnos que todo estaba listo para comenzar nuevamente.

Al pasar de nuevo a la sala, Gabriel me llamo a su lado para preguntar cómo estaba ella. Al informarle a grandes rasgos que tenía mucho miedo y que no quería continuar con esto, él se tensó. Sabía al igual que yo que no era la mejor idea.

Renata había subido nuevamente al estrado. Su mirada estaba perdida en algún lugar.
Sentado estaba aún más intranquilo. Sabía que el abogado sería implacable para sacarle lo que él quería y dejarla mal parada solo esperaba que no fuera a un punto donde no hubiera retorno.

      - Todos escuchamos su tan dramático relato acerca de cómo vivió con el Don Ernesto. Pero me quedan algunas interrogantes. Dice que la primera vez venían de una cena donde se le acusó de estar “coqueteando” con alguno de los presentes. ¿Debido a que su hasta ahora marido pensó o le dio esa impresión?
      - Yo no lo sé. –
      - No lo sabe – replico el – Para que un marido recién casado piense o imagine eso tienen que haber motivos de por medio. ¿Qué motivo le dio usted a su marido?
      - Le repito que no lo sé. –
      - Señora. ¿Coqueteo con alguno de esos asistentes?
      - Le he dicho que no.
      - Objeción – dije poniéndome de pie – La señora le ha dicho en tres oportunidades que no sabe a qué se debió eso
      - A lugar abogado – dijo el juez. – Continúe
      - ¿Por qué si esa noche la golpeo decidió volver con él?
      - Porque me prometió que no lo volvería a hacer, confiaba en él. Creía que estaba enamorada. ¿No se supone que eso hacen las personas enamoradas? Perdonan
      - No será que lo perdono por el simple hecho de que el señor ayudaba económicamente a su familia, y si lo dejaba. Si se divorciaba su familia perdería todo.
      - ¡No estaba con él por dinero! – replico Renata con su cara roja de rabia. – Yo tengo una carrera universitaria y tenía trabajo, el cual deje por petición de él.
      - Claro que lo dejo porque así se lo pidió. ¿En que se desempeñaba?
      - En una empresa multinacional de comunicaciones. En lo que estudie
      - Tengo documentos que acreditan que usted no trabajaba en eso.
      - Yo… yo… Trabajaba en eso antes de que contrajéramos matrimonio
      - ¿Y previo a eso?
      - Eso no tiene nada que ver en la demanda – volví a intervenir al ver lo nerviosa que se ponía Renata cada vez que el abogado le hacia esas preguntas.
      - Tengo un punto – le aclaro al juez.
      - Llegue rápido a su punto, abogado. –
      - La señora Renata antes de casarse trabajaba en un bar. Debido a eso y a que nunca se desligo del todo de esa vida, mi cliente y no es por justificar el golpeo aquella noche, debido a que se encontró con uno de los que fue su cliente.

No podía creer lo que mis oídos escuchaban. ¿Renata en un bar? Eso no tenía nada de malo, lo que si lo tenía todo era lo que ese imbécil insinuaba.

      -¡Yo no era una puta! – grito fuera de sí. – No trabajaba en un bar era una cafetería de 24 horas. Lo hacía para costear en parte mis estudios
      - Yo no he dicho que lo fuera. –
      - Su señoría, el abogado está levantando falsos a mi clienta – logre juntar las palabras y armar una oración para ayudarla.
      - Tengo pruebas – dijo entregando a uno de los guardias unos documentos – En esas dice bien claro en lo que ella trabajaba.
      - Que allá trabajado en una cafetería no quiere decir nada. Tampoco justifica que su marido la golpeara – replique sintiéndome impotente
      - Donde trabajaba no quiere decir nada abogado – aclaro el juez. – Es un caso de agresión, no para saber la reputación de alguna persona.
      - Su señoría – dijo el abogado – La señora Renata ejerció el comercio sexual estando casada con mi cliente. Tenía sexo con amigos, compañeros de trabajo e incluso jefes del señor por dinero
      - ¡Eso no es cierto! – Grito furioso - ¡El me obligaba! Yo… Lo siento – miro a Gabriel y más lagrimas salieron por sus ojos – Durante cinco años Ernesto me obligo a mantener relaciones sexuales en contra de mi voluntad con muchas personas. Me drogaba si no accedía de buena manera.

En la sala se hizo un silencio rotundo, nadie dijo nada y todas las miradas iban en dirección a Renata quien con su cabeza entre las piernas no dejaba de llorar.

      - La señora no está en condiciones de seguir – me pare aun con la incertidumbre que cernía sobre mi – Rogaría que se re agendara la audiencia
      - ¿Puede continuar? – le pregunto el juez directo a Renata.

Ella no levanto la cabeza, no negó ni afirmo nada. Aun en contra de todo me puse de pie y me fui a su lado. Cariñosamente le toque su cabeza y ella se estremeció.

      - No me toques por favor – suplico en voz baja casi inaudible.

Mis emociones estaban al límite, no sabía que era lo que tenía que hacer. Necesitaba explicaciones, necesitaba saber muchas cosas. De pronto algo en mí se encendió y las ganas de ir y golpear yo mismo al maldito fueron más grandes. En ese momento todo se nublo en mi mundo.
Mi mujer lloraba el maldito reía y todos murmuraban en la sala.

      - Debido al estado de la Señora Renata la sesión es suspendida y se dará sentencia con los datos aportados por ambas partes. Claramente nada justifica la agresión a una mujer, y mucho menos hasta los límites que fue llevaba a cabo. Si fue o no obligada a ser abusada sexualmente por otros hombres con el consentimiento del que era su marido lo veremos en una nueva audiencia. Por ahora se tomara en prisión preventiva al Señor Ernesto Omalei. Se levanta la sesión.

El juez se pone de pie al igual que todos los presentes. En ese momento dos oficiales se ponen a cada lado del maldito de Ernesto y yo camino a su lado. Sin mediar consecuencia  me pongo delante, su sonrisa aun en este momento era de triunfo

      - No te llevas a una mujer si no a una perra – sisea frente a mí.
      - Te voy a hundir – le digo con los dientes apretados. – Vas a pagar todo el daño que le hiciste

      - Esto está recién comenzando. Solo cuida bien a esa perra y a tu hijo – dice sonriendo y mirando a Renata quien estaba en brazos de Gabriel – Si es que es tuyo.

jueves, 19 de junio de 2014

#15 Caminos Inesperados

Capítulo 15


Se nos venían tiempos difíciles, saber sobre el embarazo de Renata y a pesar de mi felicidad inicial, sabía que nos traería muchísimos problemas, sobre todo teniendo el juicio de su divorcio y maltrato encima.
Había que ocultarlo un par semanas, hasta que ya fuese notorio, solo para ahorrarle el mal momento de la prueba de paternidad. Yo no tenía dudas de que ese niño era mío, nunca las tuve. Cuando el doctor quien no dejo de mirar con otros ojos a mi mujer confirmo sus cinco semanas. Cinco semanas que mi hijo estaba creciendo en ella, en la mujer que amaba.

Moría de ganas de llamar a mi padre y contarle tan buena noticia pero sabía que aún no era momento. No hasta que ella estuviera segura.
Hacia una semana que la habían dado de alta de la clínica, hacia una semana que todas las noches estaba a mi lado. Por más que mi Abu quisiera que la dejara sola en las noches para descansar no podía y sabía que ella tampoco quería. Aunque no me lo dijera, simplemente se acurrucaba en mi pecho hasta dormirse.

Había hablado con dos abogados que me asesorarían en esta travesía que era la más importante de mi vida. Solo con el maltrato ya teníamos varios puntos ganados. Lo mínimo que haríamos sería fundirlo en la cárcel, eso era lo mínimo que se merecía el desgraciado al levantarle la mano a una mujer.

      - ¿Cómo te sientes amor? – pregunte al verla bajar.
      - Aburrida – dijo y se encamino hacia la cocina.

Me pare de inmediato y salí tras de ella. Si me decía que estaba aburrida tenía que remediarlo, aun que habían cosas para las que aún no estaba preparada siempre si podíamos pasar la tarde en algún parque.
Al entrar en la cocina vi cómo se servía un vaso de zumo de manzana del cual se había vuelto adicta.

      - ¿Qué quieres hacer? – le pregunte sentándome a su lado
      - No lo sé. – Se alzó de hombros – Podríamos… - se sonrojo – No olvídalo
      - Vamos gordita dime que podemos hacer – alce una ceja – ¿Qué quieres hacer?
      - ¡No me vuelvas a decir gordita! – Se bajó rápidamente huyendo hacia la habitación - ¡Tú tienes la culpa!
      - Lo siento mi amor. – Dije arrepentido - ¡AMOR!

El llame más de una vez, pero nada. La había jodido, estaba furiosa. Cuando iba subiendo las escaleras para pedirle disculpas el mi móvil sonó en el comedor y supe que tenía que volver a trabajar.

      - Lackington –
      - Sr Lackington. Soy Max Garrido, abogado del señor Omalei. – saludo muy cordial
      - Buenas tardes – dije seco. Si me llamaba el abogado del desgraciado era para algo serio - ¿En que lo puedo ayudar?
      - Como bien lo sabe, mi cliente tiene una reputación que cuidar. Es un prestigioso medico cardiólogo y todo este asunto con su esposa solo lo está perjudicando. Aun no nos otorgan la libertad bajo fianza. Podemos resolver el tema del divorcio y dejar la demanda por maltrato olvidada. Sera generoso con su clienta en una indemnización
      - ¿Perjudicando? ¿Indemnización? – Dije incrédulo en sus palabras – El divorció es lo que menos nos importa a mi clienta y a mí, queremos que pague con cárcel el atrevimiento de levantarle la mano a una mujer, sin quitar responsabilidad en el aborto que esto le causo. No se arreglan las cosas con dinero Abogado.
      - Trate de hacer las cosas por las buenas. Dígale a su clienta lo que ofrecemos. No tiene por donde ganarnos. El divorcio será un hecho cuando mostremos las pruebas que tenemos. Pregúntele a su clienta si ha sido sincera con usted y le ha contado todo lo que ha hecho en estos años.
      - Mi clienta ha sido totalmente sincera conmigo. Abogado si no necesita nada mas esta conversación no tiene sentido.
      - Hágale llegar el mensaje a la señora Omalei. Dígale que tiene mucho que perder.
      - Se lo hare saber, pero usted dígale al señor Omalei que no piense que esto le costara un par de euros y ya, no abogado. Pasará un par de años en prisión por lo que hizo
      - ¿Y lo que la señora hizo? Nos vemos el juicio.

Sin despedirme sin siquiera mostrar un mínimo de educación corte la llamada. Ofuscado lance el móvil contra la mesa, estaba muy claro que este caso nos traería muchos dolores de cabeza. Pero hay cosas que nunca se van de mi cabeza.

Por hoy dejaría todo tal y como estaba. Aun en contra de la voluntad de Renata había mandado a periciar su correo electrónico. Necesitaba contar con esos mail que él le envió cuando ella estaba en Chile. Todo me servía como prueba, teníamos de testigo el medico que la atendió en la urgencia, teníamos al chofer que también sería un apoyo. No tenía por donde ganarnos.

Solo era cosa de esperar, esperar un mes. En un mes esto estaría resuelto y nos podríamos volver a nuestra casa. A seguir con nuestras vidas, a ver crecer a nuestro hijo

      - ¿Aun estas enojada? – pregunte al abrir la puerta de la habitación y verla recostada con solo una polera y bragas mirando la televisión. Se veía completamente sexy. Su abdomen que hasta ahora era plano, me incitaba a besarlo, sus labios entre abiertos. Eran señales directas a solo una parte de mi cuerpo que no era precisamente mi corazón, porque ese ya era de ella. Ya lo tenía ella.
      - Si – solo se limitó a decir sin siquiera despegar sus ojos de la televisión
      - ¿Qué puedo hacer para que se te pase? – pregunte sentándome a su lado en la cama, solo haciendo que ella se alejara de mi
      - Nada – hizo el amago de salirse de la cama pero fui más rápido y la tome por la cintura tirándola hacia mí.
      - Vamos amor – dije mordisqueando su hombro – Solo manda
      - Déjame – dijo tratando de salir de mi lado – No quiero que me toques. ¡Estoy gorda!
      - No fue lo que quise decir. Era una manera cariñosa de tratarte. No estas gorda mi vida
      - No tiene nada de cariñoso decirle a una mujer embarazada que esta gorda. Me basta con saber que estaré como una bola durante los próximos nueve meses
      - Aunque seas la mujer más gorda del planeta – le bese el hombro – Nunca dejaras de excitarme de la manera en que lo haces. – La recosté en la cama y me puse bajo ella – No pienses cosas que no son mi amor. Estas en el estado más hermoso de la vida, mi amor estas dando vida. Deja tus pensamientos tontos y bésame

Sin pensarlo dos veces se lanzó sobre mis labios, nos degustamos uno al otro. El momento era mágico, volver a sentirla estremecerse bajo mis caricias, bajo mi cuerpo me volvía loco, completamente loco. Contenerme a no ser salvaje, no podía dejarme llevar por las pasiones aún estaba delicada y tenía a mi bebé dentro de ella.

      - ¡ah! – exclamo Renata cuando lentamente me hundí en ella. – Te extrañaba – Dijo en un susurro, aun con la respiración entre cortada
      - Y yo a ti amor, y yo a ti – volví a capturar su boca con la mía.

Hacer el amor con la mujer que uno ama siempre es un momento mágico, aun mas sabiendo que ahora seria para siempre, nada nos podía separar, ni mucho menos nadie. Estábamos a meses de formar nuestra familia, dejaríamos de ser dos para ser tres. Era increíble sentirla tan mía, cuando hace unas semanas veía todo perdido nuevamente.

Nos quedamos el resto del día así, dedicándonos caricias y saciando nuestros cuerpos. Completándonos el alma. Renata era la mujer que quería tener para siempre así.
En ese momento comprendí que durante casi seis años de mi vida, había esperado volver a encontrarme con esa mujer que una vez siendo aún un adolescente me hizo sentir hombre. Aquel ángel rubio que conocí en esta misma ciudad, me había marcado más de lo que quería admitirme a mí mismo, me engañe durante años pensando que podía olvidarla o sentir lo mismo que con ella.

      - ¿En qué piensas? – Pregunto Renata desviando la mirada de la televisión – Estas muy callado
      - ¿Recuerdas el día que nos conocimos? –
      - Eras un bebé cuando te conocí – dijo acomodando su cuerpo sobre el mío – Aun recuerdo cuando papá me llevo a ver a Tía Renata. Eras como un muñeco.
      - Sabes que no me refiero a eso – le dije acariciando su espalda desnuda - ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos acá?
      - Si, fue en un bar. – Apoyo su cabeza en mi pecho – Fue en mi despedida de soltera – susurro – Con mis amigas nos propusimos salir aun cuando… - se callo
      - ¿Tu despedida de solteras? – reí
      - Si, Ernesto no quería que hiciera nada ese día. – Beso mi pecho – En contra de su voluntad salimos con las chicas. Recuerdo que tú estabas con los chicos y nos miramos por un momento, luego llegaste a mí y bailamos.
      - ¡Me sedujiste! – Reí – Terminamos cogiendo
      - Tú me sedujiste a mí. ¿Quién dijo vámonos? – volví a reír
      - Si mal no lo recuerdo fuiste tú – la bese – Yo dije que fuéramos a un hotel. No tenía departamento, estábamos en casa de mi Abu
      - Lo sé, días después de nuestro primer encuentro fui a visitarla, y me comento que habías estado con unos amigos.
      - Lo que quería decirte es que… -
      - ¿A dónde vas? – pregunto cuando la acomode en la cama y me puse de pie.

Rápidamente me cubrí mi desnudes con el pantalón de pijama y aun descalzo baje las escaleras, a lo lejos podía escuchar a Renata preguntando donde iba.

Volví a la habitación trayendo conmigo la computadora. Apoye mi espalda contra el respaldo de nuestra cama. Renata se había puesto una de mis pocas sudaderas que tenía, eso debido a que la mayor parte del tiempo ando con camisa.
Sus hermosas piernas entrelazadas con las mías y su cabeza apoyada en mi pecho, mirando fijamente lo que buscaba

      - El día que te vi en el bar no era la primera vez… - susurre besando su pecho cuando ya había dado con aquella imagen que guardaba tan sagradamente durante años.
      - ¿Cómo así? – pregunto antes de que hiciera doble clic en el archivo
      - Te vi en un parque. – confesé
      - ¿A si? -  alzo una ceja - ¡Que mentiroso! – río
      - Esta es la prueba –

La pantalla se ilumino con ese retrato que poseí de ella.

      - Soy yo – susurro – Es verdad
      - Todo lo que te digo es verdad Renata. Eres tú. Aun en ese momento me volvías loco
      - ¿Y al guardaste todos estos años?
      - Claro que sí. La miraba y recordaba nuestros encuentros
      - Yo solo los tenía dentro de mi mente – cerro la computadora – Y ahora te tengo para recordármelos
      - Siempre mi amor, cada segundo de mi vida.

Cuando estábamos profundizando nuestro beso, y ya no teníamos el control de nuestras manos. Golpearon la puerta de la habitación.
Ambos nos miramos y nos reímos a carcajadas.

      - Es tu Abu – dijo Renata acomodándose la ropa y buscando el pantalón de su pijama.
      - Lo sé. – y me puse de pie.

Camine a la puerta dándole el tiempo necesario para que se acomodase todo en su lugar.

      - ¡Hola! – dijo mi Abu muy sonriente al otro lado de la puerta
      - Hola Abu – le dije invitándola a pasar
      - ¡Hola! – Dijo mi amor saliendo del baño - ¿Cómo está?
      - Bien hija. ¿Y ustedes? ¿Ya cenaron? –
      - No Abu aun no – dije encaminándome al baño - ¿Y si vamos a comer a un restaurant?
      - ¡Ay! Que buena idea, si me gusta. – dijo Renata dando saltitos como si fuese una niña chica
      - Viendo a Renata de esa manera imposible decir que no – río mi Abu. – Me iré a cambiar mientras ustedes hacen lo mismo.
      - No tardaremos nada -  prometió Renata entrando al baño
      - Hijo – me llamo mi Abu - ¿Todo bien?
      - Mejor que nunca – me acerque a ella y la abrace – Mejor que nunca y más feliz que nunca
      - Llama a tus padres y dales la noticia – me sugirió
      - No quiero que sea de esa manera, me gustaría que vinieran –
      - ¿No los has llamado? –
      - No –
      - Vienen para el juicio en dos semanas los tendrás acá
      - Ese será el momento de contarles –
      - Estará la casa llena de gente, como hace mucho no lo estaba – dijo sonriente soltando el abrazo – Y lo mejor de todo es que vienen todos
      - ¿Todos? – alce una ceja
      - Tus suegros – sonrió – Tus padres, tus hermanos. Tu cuñado
      - ¡Wooow! – Dije feliz por la noticia – Es genial. A Renata le hará bien sentir todo nuestro apoyo. Ve a cambiarte Abu
      - Vale, ya entendí. – Salió carcajeando de la habitación – Quieres ir a ayudar a tu mujer ¡Pillo!

Sin dejarla decir nada más volví mi camino hacia la ducha donde mi mujer me esperaba.

***

Faltaban tres días para el juicio y Renata andaba con un humor insoportable, cada vez que le tocaba el tema de si necesitaba saber algo más antes de eso terminaba enojándose y mandándome a la mierda.
Esta tarde llegaban nuestras familias, la casa ya estaba preparada para esperarlos. Nosotros estábamos más que preparados.

Aún faltaba una semana para que me entregaran los registros de su correo electrónicos, eso era una de las cosas que más me importaban, y por algo Renata no me lo quería contar.
Estaba preparado para cualquier cosa.

      - Esta todo listo para cuando lleguen tus padres – me dijo animada Renata sacándome de mis pensamientos
      - Tus suegros, y mis suegros – me burle aun que era algo que ella ya sabía. A penas todo esto terminara nos casaríamos.
      - ¿Les quieres contar verdad? –
      - Esta misma noche amor. – Le estire la mano para poder sentarla en mis brazos, como tanto me gustaba – Estoy ansioso por contarles mi dicha
      - Creo que aún es muy pronto. – dijo al momento que se colocaba a horcajadas sobre mí. – Recién el domingo cumplo las ocho semanas
      - ¿Y eso que? – pregunte descansando mi mano sobre su vientre plano. – Es una realidad que está aquí dentro, ¿No es así bebé?
      - No quiero que se lo cuentes – dijo buscando mi mirada - ¿Podemos esperar?
      - Amor es un hecho que mi hijo – alzo una ceja – O hija – aclare – Crece dentro de ti. No veo porque no podemos contarlo
      - Quiero esperar hasta después del juicio –
      - ¿Por qué? –
      - Solo quiero esperar –
      - Es solo nuestra familia. Nadie más lo sabrá, es importante que ellos estén al tanto y tan felices como nosotros.
      - Ya sé que no te podré hacer cambiar de opinión – dijo buscando mis labios – Sera como tú quieras amor.
      - ¿Me llamaste amor? – pregunte asombrado de sus palabras, era la primera vez que ella me llamaba de una manera tan cariñosa. ¡Soy su amor!
      - No te gusta – susurro -  No lo volveré a hacer –
      - Claro que me gusta, me encanta mi amor. Es que es la primera vez, cariño. Te amo y creo que es imposible amarte más.
      - ¡Par de tortolos! –

Ambos giramos a ver quién era quien nos llamaba de esa manera, y mi sonrisa fue completa cuando parado en el canto de la puerta estaba la figura de mi padre. Renata escondió su hermoso rostro en el espacio de mi cuello.

      - ¡Papá! – dije con la alegría que contenía en este momento. - ¿No llegabais esta tarde?
      - ¡Sorpresa! – Grito mi madre saliendo de tras de él.

Como si fuese un reflejo me puse de pie aun con Renata entre mis brazos. Y camine hacia mis padres.

      - ¡bájame Thiago! – chillo en mi oído. - ¡Por favor!

La puse en el piso y le tome bien firme su mano, como si temiera que fuera a correr lejos de mí.
Llegue al lado de mi padre y lo abrace. Renata hizo lo mismo entre los brazos de mi madre. Y sentía como mi corazón se llenaba aún más de alegría al verlas tan unidas. Y luego ambos abrazamos al pequeño Ian.

      - ¡Oh! Hija no sabes lo feliz que me hace saber que están bien. Y lo más importante juntos –  decía entre lloriqueos mi madre – Estas preciosa
      - Tía. – Susurro Mi Renata – Que emoción tenerlos acá
      - Hijo – me dijo mi padre palmeando más fuerte mi espalda – La haz cuidado muy bien. Estoy orgulloso de ti
      - Es la mujer que amo, como no iba a hacerlo –

Era el momento donde me tocaba intercambiar parejas y era el momento de los besos y abrazos de mi madre.

      - Tus padres llegan en un par de horas, no encontramos vuelo todos juntos – dijo mi madre una vez que ya estábamos instalados en la sala. - ¿Y Victoria?
      - Jugando canasta con sus amigas – dijo Renata quien ya se sabía todos los horarios y cosas que hacia mi Abu – Dijo que llegaría a las cinco. Se suponía que iría con nosotros a buscarlos al aeropuerto
      - Mi madre no cambia, tiene casi ochenta años y aún sigue saliendo sola. – acoto mi padre.
      - Victoria tiene mucha vitalidad. – Dijo sonriente mi madre – Pero se va con nosotros de vuelta.
      - Renata. – La llamo mi padre – Mi amor llevamos años tratando de hacer eso y sabes que no lo hemos logrado.- aclaro – Ni el embarazo de Dani lo consiguió
      - Tal vez ahora si – dije muy seguro de querer contarles en ese momento
      - Thiago…-  llamo mi atención Mi Renata.  
      - ¿Por qué ahora sí? – dijo mi mamá
      - No sé de lo que habla Thiago – aclaro mi Renata - ¿Quieren cenar acá o salimos a otro lugar?
      - Es mejor que preparemos algo aquí. Tus padres también llegaran cansados corazón. Creo que es mejor que guardemos la salida a cenar y hoy preparemos algo.
      - Pero mamá. – Reclame – Mejor vamos afuera
      - Ya dije que no y si a Renata no le importa –
      - Claro que no tía – dijo sonriente – Yo en un momento me pongo a preparar algo rico para comer y esperar a mis padres
      - Mientras las mujeres preparan la cena – aclaro mi padre poniéndose de pie – Tú me pones al día con algunas cosas
      - Bien – dijo mi madre siguiendo a mi padre – Vamos a alimentar a nuestros hombres

Ian que se había mantenido en silencio todo este tiempo decidió que era el momento para intervenir en la conversación

      - Todos tienen algo que hacer menos yo – dijo reclamando - ¿Puedo llamar a mi Abu para decirle que ya estoy aquí?
      - Ve a ver la televisión – dijo mi madre
      - No quiero – frunció el ceño
      - Ian quieres acompañarme a mi cuarto – le dijo Renata
      - ¿Para qué? – Pregunto enojado – Tú eres la novia de mi hermano
      - ¿Pero no podemos ser amigos? – Le pregunto poniéndose a su altura – Seamos amigos Ian.
      - Enano – me puse a su altura también - ¿Estas molesto?
      - ¡Claro! – Grito poniéndose a la defensiva - ¡Era mi novia!

Todos los presentes nos reímos  de sus ocurrencias, a los seis años estaba con un ataque de celos, no lo culpaba. Claramente Renata era una mujer hermosa, hermosa para mí.

      - Ian – lo regaño mi madre – Eres un niño
      - ¡Ya lo sé! –
      - Ven Ian acompáñame –
      - ¿Pero son novios? – pregunto mirándome a mi
      - No – dijo Renata – No somos novios.
      - Esta bien te acompaño – le tendió la mano y la siguió escaleras arriba

Con mis padres nos quedamos mirando unos segundos y nos lanzamos a reír.
Pasamos con mi padre al despacho improvisado que tenía, y comenzó con las preguntas de cómo estaba todo para el juicio. No podía engañarlo, no a él. Por lo que fui lo suficientemente honesto en todo lo que teníamos y todo lo que ganábamos a su vez le comente de la llamada del abogado del idiota.
Los dos quedamos igual de perdidos con esa llamada, no sabíamos a que se refería. Por lo menos Benjamín Lackington me dejo claro que el caso estaba ganado y que estaría divorciada rápidamente de eso no cabía la menor duda.

Los padres de Renata llegaron a la hora que estaba prevista, fuimos por ellos al aeropuerto, la sonrisa y la felicidad de mi mujer no tenía límites en ese momento y me encantaba verla de esa manera.
Durante la cena tratamos de sacarle a Ian que habían hecho en la habitación con Renata pero no nos quiso contar nada. Es un secreto que me contó Renata. ¿Qué secreto podía contarle a un niño? Tal vez le había dicho lo del bebé. O le había entregado el juego que le habíamos comprado hace unos días. ¿Pero si se lo hubiera entregado estaría con él?

Gabriel y Magda no había querido dejar a Cota con Carol solas, la niña era un verdadero amor. En brazos de mi mujer se veía guapísima y mis ansias por verla con nuestro hijo eran mucho más grandes que antes.

Era el momento de decirles abiertamente que dentro de unos meses habría otro bebe dando la guerra.

      - Familia – dije poniéndome de pie tomando la mano de mi mujer
      - Thiago… - llamo nuevamente mi atención Renata –Aun no – susurro

Me baje a su altura y le bese los labios, unos suaves toques para dejarle claro que no me iba a detener

      - Es una alegría un poco ácida que estemos todos aquí – aclare mi garganta – Como todos saben o tal vez no – dije mirando a Cota – Hace unos meses que con Renata tenemos una relación. – pude ver el sonrojo de Renata y como apretó aún más nuestras manos – La noticia que les tenemos que dar son más bien dos.
      - ¿Qué pasa hija? – le dijo Magda con una severa preocupación
      - ¡Le fuiste infiel a Ernesto! – exclamo sorprendida Cota, molestándome en ese momento. - ¡No eres tan perfecta! – se burlo
      - Carol – dijeron todos al unísono
      - Como les decía, son dos cosas las que tenemos que comunicarles y las que nos tienen muy felices. Dentro de a lo mucho dos meses seremos oficialmente familia

Un gran Ohm se escuchó tomándolos por sorpresa a todos

      - ¿Dos meses? – Pregunto Cota – Pero si aún estas casada Renata – dijo con sarcasmo.

Ignorando sus palabras me decidí a continuar, nadie de nuestra familia juzgaría nuestros actos, porque sabían todo lo que ella había pasado. Cosa que aun Cota ignoraba por petición estricta de Renata

      - Si Cota – aclare – En dos meses nos casamos – desvié mi mirada para ver a Ian quien le tomaba la otra mano a Renata y sonreía – Y dentro de 7 meses tendrán a un nieto. – Mire a mi madre – O una nieta
      - ¡Felicidades! – Grito muy feliz Ian sorprendiéndonos a todos - ¡Fui el primero en saber! – y le puso la mano en el vientre a Renata
      - ¿Es verdad? – pregunto Gabriel llegando al lado de su hija quien automáticamente se puso de pie y asintió con la cabeza. – Felicidades princesa. ¡Qué alegría me da!
      - Nata seremos abuelos por partida doble – dijo mi padre abrazando a mi madre – Nos crece la familia.
      - Sí que te la tenías escondida hermanita – dijo Cota y pude sentir el sarcasmo de su voz, acunando en sus brazos a Carol se puso de pie y antes de salir del comedor dijo – Pequeña acabas de dejar de ser la favorita
      - Por favor ignoren a Constanza – dijo Magda - ¿Cuánto tienes cariño?
      - En unos días cumplo 8 semanas

      - Serán una hermosa familia -